Putin conjeturado
Nos encontramos m¨¢s all¨¢ de la raya que, una vez cruzada, aherroja a los chulos: ya no pueden dar marcha atr¨¢s | Columna de Javier Mar¨ªas
La antelaci¨®n de dos semanas con que entrego estas columnas convierte en ilusoria cualquier reflexi¨®n sobre la invasi¨®n de Ucrania. Para cuando ustedes lean esto, puede estar terminada o a¨²n m¨¢s recrudecida. Pero en fin. Lo que es seguro ¡ªy no creo que cambie¡ª es el desconcierto de casi todo el mundo ante el paso dado por Putin, que tonto no parece, ni tampoco un irascible con arrebatos, como lo fue Hitler. Frente a los an¨¢lisis que apuntan a un brote de locura o a su p¨¦rdida definitiva del juicio, cabe alguna otra posibilidad, siempre en el terreno de las conjeturas. Putin lleva unos veinte a?os al mando de su pa¨ªs, pero es tan herm¨¦tico y of¨ªdico que casi nada sabemos de ¨¦l, aparte de lo que se ha esmerado en transmitir: es un megal¨®mano sin temor al rid¨ªculo con tal de dar imagen de hombre fuerte de acci¨®n, y as¨ª nos ha obsequiado con fotos grotescas: cabalgando con el torso desnudo, enfrent¨¢ndose a un oso y no recuerdo si a un tigre, nadando en aguas supuestamente heladas. Tambi¨¦n sabemos de su aparente imperturbabilidad y de su manifiesto cinismo: todo le trae sin cuidado; tener fama de asesino y que Biden se refiera a ¨¦l con ese t¨¦rmino; que se lo considere un dictador que encarcela o manda envenenar a sus opositores, adem¨¢s de un hom¨®fobo declarado y un enemigo de las libertades; no s¨®lo de las de los rusos, sino de las del resto del planeta. Hasta la fecha no se ha inmutado por su p¨¦sima prensa.
En cuanto a las im¨¢genes que no puede controlar enteramente, ayudan poco. Llevo observ¨¢ndolo largo tiempo en televisi¨®n y en fotos, y lo ¨²nico que he sacado en limpio es pobre, por evidente: es un enorme chulo, tanto que se lo podr¨ªa pensar acomplejado. Lo percibo en su manera de sentarse, invariablemente con los muslos muy abiertos, como si deseara presumir de un paquete que ignoro si tiene. Suele permanecer en su sill¨®n cuando recibe a alguien, como subrayando que las reglas de la cortes¨ªa no le incumben si llevan aparejado el reconocimiento del visitante. En los ¨²ltimos tiempos lo hemos visto poner la distancia de gigantescas mesas entre ¨¦l y sus ¡°iguales¡±, Macron y otros, y no digamos sus felpudos humanos. Esto se ha achacado a su pavor a contagiarse del virus, pero podr¨ªa obedecer a su necesidad de no dar un paso de acercamiento a nadie, como si eso lo disminuyera.
Admito que, con la invasi¨®n de Ucrania, puede haber incurrido en un grueso error de c¨¢lculo, pero no en un desvar¨ªo. Es frecuente que los chulos se crezcan hasta el punto de medir mal sus fuerzas y sus pasos. En 2014, Putin se anexion¨® Crimea, y Lugansk y Donetsk en la pr¨¢ctica, y nada ocurri¨®, la apropiaci¨®n se encaj¨® como un hecho consumado. Por las mismas fechas, tropas prorrusas (es decir, suyas) derribaron un avi¨®n de pasajeros matando a una gran cantidad de europeos, y tampoco pas¨® casi nada. En 2016 logr¨® influir en las elecciones estadounidenses y colocar en la Casa Blanca, si no a un hombre a su servicio, s¨ª a un admirador ferviente, Trump. Que la misma operaci¨®n no le saliera en 2020 se lo tom¨® con flema: unas veces se gana y otras se pierde. En Occidente no le han faltado devotos: desde los notorios izquierdistas Le Pen, Salvini, Zemmour, Orb¨¢n y M¨¦lenchon hasta ¡ªen Espa?a¡ª el beato articulista de Abc que le ha dedicado loas calific¨¢ndolo de m¨¢ximo defensor de la Cristiandad y otras maravillas; m¨¢s los independentistas catalanes, Podemos (que a¨²n debe de creer que Rusia es la Uni¨®n Sovi¨¦tica), Vox y los ¨¦mulos del alcalde de Marinaleda y del jefe de UGT ?lvarez que aparecen serviles en el canal Russia Today.
No s¨¦ si quiero saber lo que cruza la cabeza de un asesino flagrante para tomar una decisi¨®n que, como m¨ªnimo, supondr¨¢ la ruina econ¨®mica de su pa¨ªs, y quiz¨¢, a la larga, el fin de su tiran¨ªa. Tal vez ha sido v¨ªctima de un exceso de envalentonamiento o hybris (el pecado griego que presenta semejanzas con nuestra soberbia, en el que caen los hombres poderosos antes de ser destruidos). Acaso Putin se haya dicho: ¡°Si he sido capaz de todo esto sin mayores consecuencias, y he coronado al Presidente de los Estados Unidos, ?qui¨¦n va a opon¨¦rseme por apropiarme de un pa¨ªs que es m¨ªo, que carece de peso y cuyo Presidente es un c¨®mico televisivo sin instrucci¨®n t¨¢ctica ni estrat¨¦gica ni pol¨ªtica? Nadie va a indisponerse conmigo y con mis armas nucleares por una naci¨®n que el gran Stalin diezm¨® con hambrunas sin disparar un tiro. Adem¨¢s, los ucranios anhelar¨¢n ser rusos¡±. De ser esto as¨ª, ¨¦l y nosotros nos encontramos m¨¢s all¨¢ de la raya que, una vez cruzada, aherroja a los chulos: ya no pueden dar marcha atr¨¢s. Si Putin lo hiciera, quedar¨ªa como un fracasado y ser¨ªa objeto de escarnio. As¨ª que deber¨¢ seguir adelante e incrementar su guerra. De ¨¦sta s¨®lo le cabe salir vencedor, aunque el coste en tiempo, bajas y dinero sea infinitamente mayor de lo por ¨¦l previsto. La ¨²nica esperanza es que, aunque gane (y ganar¨¢ si se empe?a), Rusia y su r¨¦gimen desp¨®tico se ver¨¢n debilitados, desprestigiados, empobrecidos y aislados. A un Estado paria se lo teme menos. Es un triste consuelo, pero hoy no veo otro.
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