Lviv (Ucrania): Nuestro amigo en Lviv
Eugene Bereznitsky, catalizador del arte contempor¨¢neo ucranio y ¨¢ngel de la guarda.
Hay muchas se?ales que indican que un pa¨ªs se halla en guerra: una de ellas son los cajeros autom¨¢ticos. Cuando dos de cada tres oficinas bancarias no tienen billetes para expedir, quiere decir que la poblaci¨®n tiene urgencia por llevar consigo dinero en met¨¢lico. La incertidumbre se paga en efectivo. Fue en la cola de un cajero autom¨¢tico de Lviv donde conocimos a Eugene Bereznitsky, nuestro ¨¢ngel de la guarda en Ucrania.
Otra se?al de que un Estado est¨¢ siendo asediado por una potencia invasora es que el ¨¦xodo de los que huyen de las bombas une a todas las clases sociales. En Ucrania, adem¨¢s, sean ricos o pobres, los hombres de entre 18 y 60 a?os no pueden salir del pa¨ªs, est¨¢n movilizados para servir al Ej¨¦rcito si este los necesita. Eugene Bereznitsky, de 43 a?os, consider¨® que su servicio a la comunidad, mientras no fuera llamado a filas, era ayudar a dos periodistas espa?oles. ?l y su madre, Ludmila Bereznitsky, encabezan una de las familias m¨¢s importantes del arte contempor¨¢neo en Ucrania. Con una colecci¨®n de un millar de obras, su fundaci¨®n es un referente cultural de Kiev. Tambi¨¦n est¨¢n detr¨¢s de las dos principales ferias de arte de la capital.
La di¨¢spora de Kiev se ha refugiado en Lviv, la capital de la retaguardia. Pasear con Eugene por esta urbe de 750.000 habitantes permite conocer cada d¨ªa a alg¨²n representante de la m¨¢s destacada sociedad civil ucrania. Quedar un d¨ªa con ¨¦l para tomar un bortsch en el hist¨®rico Caf¨¦ Vien¨¦s supone saludar en una y otra mesa a artistas de prestigio nacional. A la jornada siguiente, en el peque?o comedor de la escuela n¨²mero 37 de Lviv, habilitada para acoger a refugiados, Eugene compart¨ªa una sopa de verduras y unas alb¨®ndigas con alforf¨®n. Nos abri¨® las puertas hasta la cocina de la escuela para entrevistar a su cocinera.
¡°Eugene conoce a las cien personas que hay que conocer en Kiev¡±, nos dijo su buen amigo Sergu¨¦i durante la sesi¨®n de fotograf¨ªas para El Pa¨ªs Semanal. Son muchos los ejemplos de ello: un personaje conocido de la intelectualidad ucrania no atend¨ªa a nuestra solicitud de entrevista; fue mencionar a Bereznitsky y su respuesta lleg¨® enseguida. En otra ocasi¨®n, en la avenida que desemboca en la estaci¨®n central de Lviv, un equipo de televisi¨®n franc¨¦s nos abord¨®, desesperados, preguntando si hab¨ªamos visto a un convoy de su Embajada que sal¨ªa hacia la frontera con Polonia. Eugene ech¨® un vistazo entre la muchedumbre y con su caracter¨ªstica parsimonia dijo: ¡°Mirad, ese es el embajador de Francia¡±. Se acerc¨® a ¨¦l, se saludaron como los viejos conocidos que son y el equipo de televisi¨®n pudo irse con la comitiva francesa.
Hay una segunda parte de aquel d¨ªa en la estaci¨®n: las l¨¢grimas que Eugene verti¨® cuando nos traduc¨ªa los testimonios de ni?os que esperaban a tomar un tren. Se derrumb¨® cuando Stanislava, de ocho a?os, nos cont¨® que lo que m¨¢s echar¨ªa de menos de su cotidianidad en Kiev es la escuela. La ni?a a?adi¨®, para consolarse, que por lo menos pudo llevarse a su gato. ¡°A veces tus defensas caen con las palabras m¨¢s sencillas¡±, explic¨® Eugene para justificar una reacci¨®n humana que no necesita justificaci¨®n, la de un galerista que el azar y un cajero autom¨¢tico sin billetes trajo a la vida de dos periodistas del otro lado del mismo continente, Europa.
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