Por qu¨¦ y c¨®mo la vida merece ser vivida
Los conceptos de salud y bienestar son m¨¢s complejos de lo que parece: trascienden lo f¨ªsico y lo material y enlazan con la plenitud mental y moral.
¡°La vida no consiste en vivir, sino en tener salud¡± (Non est vivere, sed valere vita est): con un solo verso de uno de sus epigramas ¡ª?milagro de la buena poes¨ªa!¡ª, Marco Valerio Marcial nos invita a captar al vuelo la importancia de ¡°vivir bien¡±. En efecto, para el escritor latino lo que importa no es el ¡°vivir¡± en s¨ª, sino la ¡°calidad¡± de la vida que vivimos. La vida solo puede considerarse vida si merece ser vivida. Y puede vivirse plenamente sobre todo cuando se goza de buena salud. En otras palabras: los afligidos por enfermedades y sufrimientos podr¨ªan, en concreto, llevar una existencia sin las prerrogativas necesarias para hacerla digna de ser vivida. Si la vida se reduce a la mera supervivencia biol¨®gica, ?puede considerarse vida? ?Y cu¨¢l es la l¨ªnea divisoria entre la vida y la no vida?
No es f¨¢cil, por no decir imposible, responder preguntas que inevitablemente afectan a todos los seres humanos. Ante cuestiones tan delicadas no existen umbrales universales; corresponde a cada uno decidir en qu¨¦ punto concreto trazar el l¨ªmite entre una y otra orilla. Un l¨ªmite que no se puede predeterminar te¨®ricamente, sino que se deber¨ªa captar solo cuando, de hecho, nuestras precarias condiciones f¨ªsicas nos hacen conscientes de la imposibilidad de continuar, de la p¨¦rdida de nuestra dignidad, de la falta de inter¨¦s por aquello que hasta ayer hab¨ªa estimulado nuestra vitalidad.
No es casualidad que el verso de Marcial ¡ªque basa la esencia de la vida precisamente en la ¡°buena salud¡±¡ª vuelva con insistencia en el actual debate sobre la eutanasia, animado muchas veces por prejuicios religiosos o ideol¨®gicos. Algunos sostienen que es mejor esperar a que llegue el final decretado por la naturaleza. Otros en cambio ¡ªrelegando la vida terrenal a un mero par¨¦ntesis al servicio del ¡°m¨¢s all¨¢¡±¡ª piensan que al ser humano no le est¨¢ permitido decidir sobre su existencia, porque la vida es un don divino y, por lo tanto, solo corresponde a la divinidad concederla y quitarla. Pero ?por qu¨¦ imponer estos puntos de vista, leg¨ªtimos para quienes coinciden con ellos, tambi¨¦n a quienes quieren determinar su vida? ?Por qu¨¦ impedir que un ser humano trace por s¨ª mismo la l¨ªnea entre la vida y la no vida?
?Por qu¨¦ impedir que un ser humano trace por s¨ª mismo la l¨ªnea entre la vida y la no vida?
Es necesario recurrir a las espl¨¦ndidas p¨¢ginas de S¨¦neca para abordar desde un ¨¢ngulo diferente los temas que acabamos de mencionar. En una de las cartas dirigidas a Lucilio, el fil¨®sofo romano se burla de ¡°la bochornosa oraci¨®n¡± de Mecenas, el influyente consejero de Augusto y protector de escritores y artistas. El generoso benefactor, en efecto, dice estar dispuesto a aceptar ¡°la enfermedad y la deformidad¡± e incluso el dolor agudo de un poste de tortura con tal de que ¡°el aliento de la vida dure m¨¢s¡±: ¡°Hazme d¨¦bil de mano, / d¨¦bil de pie lisiado, / haz que me salga una gran joroba, / deja que mis dientes temblorosos se caigan: / mientras me quede la vida, todo est¨¢ bien; / aunque tuviera que sentarme en la punta / perforante de un poste, d¨¦jame conservarla¡±.
S¨¦neca, atacando a Mecenas, critica duramente a aquellos que, por miedo a la muerte, desear¨ªan conservar la vida a toda costa. ?Vale la pena someterse a torturas y sufrimientos para prolongar la vida? ¡°Pero ?se puede definir como vida¡±, escribe el fil¨®sofo latino, ¡°una muerte que se arrastra? ?Es posible, entonces, encontrar a alguien que deseara pudrirse entre torturas y morir miembro por miembro y expirar el alma gota a gota en lugar de exhalarla de una sola vez?¡±.
Para S¨¦neca, en definitiva, ¡°no conviene (¡) conservar la vida en cualquier caso¡± porque esta ¡°no es un bien en s¨ª misma¡±; lo que cuenta ¡°es vivir como se debe¡± (Non enim vivere bonum est, sed bene vivere). Pero aqu¨ª, respecto a los versos de Marcial, el horizonte se ampl¨ªa. Vivir bien no consiste ¨²nicamente en tener buena salud; concierne tambi¨¦n al universo m¨¢s amplio de las actividades intelectuales y morales. Aquellos que aspiran a la sabidur¨ªa, seg¨²n la visi¨®n estoica, ¡°siempre se preocupan por la calidad de vida, no por la cantidad de vida¡±.
Vivir bien no consiste ¨²nicamente en tener buena salud; concierne tambi¨¦n al universo m¨¢s amplio de las actividades intelectuales y morales
Para vivir bien cada individuo debe luchar por dar un sentido a su vida, por hacer que merezca ser vivida. Pero incluso en este caso no existe un modelo global que proponer. A lo largo de los siglos, fil¨®sofos, artistas, escritores y cient¨ªficos han intentado orientar su vida hacia objetivos que pudieran hacerla m¨¢s digna.
Giordano Bruno, por ejemplo, dedic¨® extraordinarias reflexiones al tema de la dignidad de la vida, haciendo coincidir de forma ejemplar su existencia con el esfuerzo por buscar la verdad y la perfecci¨®n. Es este esfuerzo, independientemente del resultado, el que da aut¨¦ntico sentido a nuestra existencia: incluso una derrota puede convertirse en gloriosa si nos hemos empe?ado con todas nuestras fuerzas en el camino hacia la meta. Este es un nudo esencial que abarca muchas p¨¢ginas de sus obras italianas y latinas.
Y precisamente en este contexto, Bruno se interroga sobre la actitud que se debe adoptar en la aventura del saber y en la de la vida. As¨ª, en su primer di¨¢logo italiano, La cena de las cenizas (1584), el fil¨®sofo indaga sobre las dificultades inherentes a toda empresa dif¨ªcil. Las habilidades requeridas y las pruebas que pasar son muchas. Pero lo m¨¢s importante no es tanto ¡°ganar el palio¡±, sino correr con dignidad: ¡°Aunque no sea posible llegar al extremo de ganar el palio, corred sin embargo y haced todo lo que pod¨¢is en asunto de tanta importancia, resistiendo hasta el ¨²ltimo aliento de vuestro esp¨ªritu (¡) No solo merece honores el ¨²nico individuo que ha ganado la carrera, sino tambi¨¦n todos aquellos que han corrido tan excelsamente como para ser juzgados igualmente dignos y capaces de haberla ganado, aunque no hayan sido los vencedores¡±. El elemento fundamental es la actitud, no el resultado. La victoria no depende solo de nosotros. Pero el fin de nuestra competici¨®n no es el palio. Lo que importa es la experiencia que realizamos al correr hacia la meta. De hecho, solo durante el viaje ser¨¢ posible enriquecerse, adquiriendo los conocimientos que nos har¨¢n seres humanos heroicos, seres humanos dignos, seres humanos capaces de luchar todos los d¨ªas para ser mejores. Seres humanos capaces de transformar su filosof¨ªa en una forma de vida.
El Don Quijote de Cervantes podr¨ªa ser considerado el h¨¦roe por excelencia que lucha por dar sentido a su vida. Contra la opini¨®n de sus contempor¨¢neos ¡ªconvencidos ¡°de que todos los libros de caballer¨ªas son falsos, mentirosos, da?adores e in¨²tiles para la rep¨²blica¡± hasta el punto de echarlos a la hoguera sin piedad¡ª, el valeroso hidalgo no duda en tomar el dif¨ªcil camino de la caballer¨ªa, inspirado por la gratuidad, por la ¨²nica necesidad de servir con entusiasmo a sus ideales. Cervantes, en definitiva, hace de la contradicci¨®n uno de los grandes temas de su novela: si las invectivas contra los libros de caballer¨ªas suenan como una incitaci¨®n al desenga?o, en el Quijote encontramos tambi¨¦n la exaltaci¨®n de la ilusi¨®n que, a trav¨¦s de la pasi¨®n por los ideales, logra dar sentido a la vida. La inutilidad y la gratuidad de sus aventuras a¨²n pueden dejar huella; revelan la necesidad de afrontar con valent¨ªa incluso las empresas destinadas al fracaso. Hay derrotas gloriosas de las que pueden surgir grandes cosas con el tiempo: ¡°La verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua¡±.
En el Quijote encontramos la exaltaci¨®n de la ilusi¨®n que, a trav¨¦s de la pasi¨®n por los ideales, logra dar sentido a la vida
Y entre los objetivos m¨¢s nobles que pueden dar sentido a nuestra vida est¨¢ tambi¨¦n el de cultivar la solidaridad humana. Auguste Comte escribi¨®: ¡°El deber y la felicidad consisten igualmente en vivir para los dem¨¢s¡±. Y la felicidad de vivir para los dem¨¢s ha sido evocada varias veces en la literatura. Pienso en el Wilhelm Meister, de Goethe, o en Guerra y paz, de Tolst¨®i, en sus profundas reflexiones sobre la alegr¨ªa que genera su esfuerzo derramado para humanizar a la humanidad.
Vivir bien, en definitiva, no consiste solo en cuidar nuestro cuerpo: no bastan los placeres que experimentamos con el deporte, la dieta mediterr¨¢nea y los llamados ¡°centros de bienestar¡±. Y del mismo modo, para defendernos del riesgo de las enfermedades, no basta con seguir los preceptos de la industria m¨¦dica, que a veces se convierten en obsesiones machaconas. Para el cuidado de uno mismo, tambi¨¦n es necesario prestar atenci¨®n a la salud mental y moral. Cultivar la salud f¨ªsica como un momento de recarga y luego retomar, en la vida cotidiana, los locos ritmos de producci¨®n basados en la rapidez y la acumulaci¨®n de bienes materiales no solo es peligroso, sino tambi¨¦n poco gratificante. Dejando de lado los estilos de vida ideales que nos ofrecen el consumismo desenfrenado y el neoliberalismo rapaz, deber¨ªamos aprender a perder el tiempo, a dedicar nuestra atenci¨®n a actividades que no tengan nada que ver con el lucro o con cualquier inter¨¦s material. Aprender a apartar la mirada de nosotros mismos por un momento nos permitir¨ªa tomar conciencia de la progresiva destrucci¨®n del planeta y de las terribles desigualdades que est¨¢n ensanchando el abismo entre unos pocos privilegiados y muchos sufridores.
Leer un libro, escuchar m¨²sica, visitar un museo, ver un atardecer no significa perder el tiempo, sino ganarlo para alimentar nuestro esp¨ªritu, cultivar nuestras relaciones humanas y dar dignidad a nuestra vida. Se trata de modelos alternativos, en clara oposici¨®n a las modas dominantes que empobrecen la idea del bien vivir. Modelos sobre los que los cl¨¢sicos y el arte nos invitan a reflexionar. Vivir con dignidad no significa pensar solo en el estrecho per¨ªmetro de nuestros abyectos ego¨ªsmos. Porque, como recordaba tambi¨¦n Albert Einstein en una declaraci¨®n epigram¨¢tica publicada en The New York Times, ¡°solo una vida vivida para los dem¨¢s es una vida que merece ser vivida¡±
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