Te lo dice un cient¨ªfico: un seis en felicidad no est¨¢ mal
Alejandro Cencerrado es un estudioso del bienestar emocional: lleva un registro diario de su estado de ¨¢nimo desde los 17 a?os y ahora analiza datos a gran escala en el Instituto de la Felicidad de Copenhague
¡ªC¨®mo va el d¨ªa? ?Est¨¢ resultando feliz?
¡ªNo est¨¢ mal, le dar¨ªa un seis por el momento.
Alejandro Cencerrado (Albacete, de 35 a?os) est¨¢ viviendo una jornada agradable, aunque en Madrid est¨¦ un poco nublado. Nos dirigimos a montar en bicicleta a la vera del r¨ªo Manzanares, y coger la bici es una de las actividades que le aportan m¨¢s bienestar. Lo sabe bien: lleva desde los 17 a?os apuntando su felicidad diaria, del 1 al 10, en un diario donde tambi¨¦n toma nota de aquello que le ocurre y que afecta a su estado de ¨¢nimo. ¡°Cuando era un chaval me hac¨ªan muy infeliz ciertas temporadas en las que mis padres discut¨ªan mucho¡±, recuerda, ¡°no entend¨ªa por qu¨¦ ¨¦ramos infelices si lo ten¨ªamos todo¡±.
Cencerrado tiene un preciso historial de su vida emocional y un trabajo que le viene como anillo al dedo en el Instituto de la Felicidad de Copenhague: hace igual que ha hecho consigo mismo pero a nivel masivo, analizando datos de miles de personas. Apoyado en su licenciatura en Ciencias F¨ªsicas (los f¨ªsicos, curiosamente, suelen estar m¨¢s interesados en lo racional que en lo emocional), investiga las din¨¢micas de la felicidad y su importancia para dise?ar pol¨ªticas p¨²blicas. ¡°Con mi algoritmo puedo comparar qu¨¦ tipo de cultura o de empresa hace m¨¢s feliz a la gente¡±. Sus resultados se encuentran en el reciente libro En defensa de la infelicidad (Destino).
Al o¨ªr hablar de una ciencia de la felicidad es inevitable pensar en la industria de la felicidad, en los libros de autoayuda, en las tazas con mensajes de pensamiento positivo que nos animan a perseguir nuestros sue?os sin descanso. Esto no tiene mucho que ver. ¡°Supongo que a alguien le servir¨¢, yo creo que uno de sus fallos es hacernos creer que la felicidad es sencilla y que depende de nosotros: yo no he visto eso en mis an¨¢lisis¡±, dice el f¨ªsico sobre su bici. Lo que s¨ª ha visto en sus datos es que la felicidad depende mucho del contexto social, del trabajo, del tiempo libre, de las condiciones materiales. ¡°Si queremos tener de verdad un Estado de bienestar, tenemos que empezar a preguntar a la gente c¨®mo se siente¡±, propone.
Medir el progreso a trav¨¦s del PIB ten¨ªa su sentido cuando la privaci¨®n material era importante; ahora que la supervivencia est¨¢ m¨¢s o menos garantizada habr¨ªa que buscar otro modo. ¡°Cada vez vemos m¨¢s problemas de ansiedad, de depresi¨®n, trastornos de la alimentaci¨®n, y no sabemos qu¨¦ hacer, porque medimos el progreso en funci¨®n de la riqueza, que sube en muchos pa¨ªses mientras el bienestar baja¡±. Su propuesta y la de su instituto: la medida cient¨ªfica del bienestar. Las principales amenazas a la felicidad: la soledad no deseada y las enfermedades mentales. Tambi¨¦n la crisis de confianza y la creciente desigualdad social. ¡°Tenemos todo lo que nuestros abuelos hubieran deseado tener¡ y tampoco estamos tan bien. ?Es el progreso lo que pens¨¢bamos que era?¡±.
Despu¨¦s de media vida analizando su felicidad, Cencerrado dice no ser m¨¢s feliz que antes (y lo dice porque lo revelan sus datos). Ni siquiera ha puesto un 10 a ninguno de sus d¨ªas. ?De qu¨¦ ha servido todo esto? Pues, aparte de brindarle una misi¨®n en la vida, en su original trabajo, le ha ense?ado a aceptar la infelicidad.
La felicidad tiene din¨¢micas extra?as, tiende a ser esquiva, funciona por contraste y solemos acostumbrarnos r¨¢pido a lo bueno. La insatisfacci¨®n, de hecho, es uno de los motores que nos hacen levantarnos de la cama cada ma?ana. ¡°Creo que todos deber¨ªamos hacer este an¨¢lisis, al final es positivo, porque somos muy analfabetos en cuestiones emocionales¡±, concluye Alejandro Cencerrado al bajarse de la alegre bicicleta. ¡°Tenemos que aprender a compartir nuestra vulnerabilidad¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.