Maggie O¡¯Farrell: ¡°Es fundamental escribir sobre cosas que duelen para que nos sintamos menos solos¡±
De los secretos familiares pas¨® a exponer los miedos propios. Luego denunci¨® la distorsi¨®n de la historia: su ¨²ltima novela, ¡®Hamnet¡¯, narra la vida del hijo de William Shakespeare, que muri¨® con 11 a?os. El libro recupera la vida familiar del genio ingl¨¦s que han descuidado tantos bi¨®grafos. ¡°Es fundamental escribir sobre cosas que duelen y a¨ªslan para que nos sintamos menos solos¡±, dice la autora.
Se escucha a los p¨¢jaros y Maggie O¡¯Farrell (Coleraine, Irlanda, 50 a?os) sonr¨ªe al otro lado de la pantalla. Aclara que dispone de una hora para hablar porque tiene cita con el dentista. Lleva un a?o de entrevistas tras el ¨¦xito de Hamnet (Libros del Asteroide), la novela que rescata la vida familiar de Shakespeare olvidada por la historia y la Academia.
?Resulta m¨¢s veros¨ªmil contar una vida desde el dolor que desde la alegr¨ªa?
La poeta escocesa Kathleen Jamie dice que la felicidad escribe en blanco. No se ve en la p¨¢gina. Cualquier historia humana implica episodios de dolor, miedo o desolaci¨®n.
En Sigo aqu¨ª comparti¨® las 17 veces que ha estado cerca de la muerte.
Y sin embargo quer¨ªa escribir sobre la vida y la supervivencia. C¨®mo lo que aprendemos entonces se convierte en parte de nosotros.
Abord¨® la burla del grupo, el pacto constante para construir un matrimonio¡
Es un libro sobre tomar decisiones cuando las cosas no son perfectas. Es decir, casi todos los d¨ªas. En esos momentos, lo ¨²nico que me ha ayudado ha sido hablar con otras personas, el consuelo de gente que ha sabido dejar el dolor atr¨¢s.
?Por qu¨¦ decidi¨® hablar de s¨ª misma tras siete libros?
Trato de no dar demasiadas vueltas a las cosas. No creo que sea bueno. Es como mirar el sol. Me es suficiente con que est¨¦ y nos mantenga vivos. No me hace falta mirarlo. Puede que sea superstici¨®n. No leo nunca cr¨ªticas, ni las elogiosas. Cuando escribo, no quiero tener una conciencia externa en la cabeza dici¨¦ndome lo que debo evitar o buscar. La mejor escritura llega de forma inconsciente, cuando escribes para ti.
Guard¨® esas historias durante a?os.
Pero no pens¨¦ que escribir¨ªa una memoria. Soy una persona bastante privada, de modo que la primera sorprendida fui yo. Cuando mi editora ley¨® dos cap¨ªtulos y quiso que firm¨¢ramos un contrato, no quise el adelanto. No sab¨ªa si llegar¨ªa a terminarlo.
?Por qu¨¦ quiso publicarlo?
Aprend¨ª sobre la propiedad de las historias: ?algo vivido por m¨ª es solo m¨ªo o pertenece tambi¨¦n a quienes lo compartieron? ?C¨®mo van a reaccionar si lo cuento? Hay una ¨¦tica sobre la propiedad de la informaci¨®n.
?De qui¨¦n son las historias?
Esa es la clave. Trat¨¦ de centrarme en lo vivido por m¨ª.
Pero aparece su hija.
Ten¨ªa seis a?os. Lo habl¨¦ con mi marido. Incluso le preguntamos si le parec¨ªa bien y dijo que s¨ª.
Espere a que cumpla 18 y pida derechos.
No ser¨ªa injusto. Intentamos anticipar qu¨¦ pensar¨ªa en el futuro, por eso escrib¨ª sobre una mujer con una hija con una enfermedad complicada. El punto de vista de quien la padece era su historia. No hubiera estado bien quedarse con ella.
El libro contiene tanta libertad como enfado.
Me he metido en muchos l¨ªos por falta de sensatez. En lugares en los que, intencionadamente o no, otra gente me ha hecho da?o. Pero nos sucede a todos, ?no?
Claro. Arriesgando, ha estado al borde de da?ar a sus hijos.
No los pondr¨ªa en peligro. Son lo primero. Pero trato de empujarlos a que prueben cosas. Creo que debemos dejar que desarrollen su propia relaci¨®n con el riesgo.
Usted la desarroll¨®: se fue de casa, estuvo al borde de la muerte¡
S¨ª. Mis padres son personas muy cautas. Probablemente mi personalidad sea una reacci¨®n a eso.
?A qu¨¦ se dedicaban?
Mi madre cuidaba enfermos de esclerosis m¨²ltiple. ?l era profesor de econom¨ªa.
?C¨®mo reaccionaron cuando empez¨® a indagar en los secretos de su familia?
Siempre me ha interesado la distancia entre lo que la gente dice, o hace, y lo que piensa. Mi abuelo paterno fue jesuita. Nadie sabe por qu¨¦ dej¨® la orden. Para convertirse en jesuita vivi¨® en el Vaticano y se prepar¨® a conciencia, pero lo dej¨® todo con 48 a?os. Fue un esc¨¢ndalo en Dubl¨ªn. Pero nadie sabe por qu¨¦. Eso me fascin¨®.
?El pasado siempre atrapa?
No podemos huir de ¨¦l. Las personas somos como la geolog¨ªa. No dejamos nada atr¨¢s, nos construimos a capas. Algunas quedan enterradas, pero, de repente, una erupci¨®n hace que lo enterrado salga a la superficie.
La Rochefoucauld aconsejaba no mirar directamente al sol ni a la muerte. Usted ha mirado a la muerte.
No soy obediente. Tener experiencias cercanas a la muerte te da cierta intimidad con ella. Siempre recuerdo lo cerca que est¨¢. En cualquier momento podemos irnos.
De adolescente convaleci¨® durante un a?o. No pod¨ªa caminar. Y ley¨®¡ ?Las convalecencias cambian la vida?
Para ser escritor tienes que haber sido lector. Es como querer ser m¨²sico sin haber escuchado m¨²sica: es imposible. Y es cierto que muchos escritores fueron ni?os enfermizos. Pas¨¦ mucho tiempo sola. Con mi mente. El cuerpo enfermo no se mueve, pero la mente s¨ª. Hay mucha diferencia entre un enfermo adulto y uno ni?o. El ni?o est¨¢ protegido, no le dicen si est¨¢ grave. Aprendes a observar y a leer la expresi¨®n de los adultos para averiguar qu¨¦ te est¨¢ pasando. Esas destrezas hacen a un escritor. A muchos les fascina lo que la gente dice. Pero los cuerpos y las caras tambi¨¦n hablan. Y a veces no dicen lo mismo. Un escritor tiene que ser capaz de leer la diferencia entre lo dicho con el cuerpo y con la palabra.
?Sus hijos leen?
?S¨ª! El chico, de 18, atraves¨® fases. Ley¨® mucho. Luego empez¨® a escuchar podcasts y audiolibros¡, que tambi¨¦n son historias, ?no?
?Qu¨¦ ha hecho para que lean?
No protestar y mantener la conversaci¨®n ligera. Con las ni?as, de 13 y 9, me tumbo cuando leen, as¨ª sabemos qu¨¦ leen.
Parece haber tenido una vida intr¨¦pida a su pesar: no pudo hacer el doctorado y se fue a Hong Kong.
Y mi vida se convirti¨® en inesperada. Aprend¨ª que tras la desilusi¨®n llega lo inesperado. De joven limpiaba habitaciones de hotel. Y aprend¨ª el olor de las vacaciones de los dem¨¢s. La suerte me ha hecho quien soy tanto como mis decisiones.
?Lo bueno y lo malo es relativo?
Lo que nos descoloca nos da una oportunidad. Cuando no pude hacer el doctorado, pens¨¦ que mi vida se acababa. Hoy creo que no hubiera sido buena profesora. Lo que quer¨ªa era leer. Pero fue duro. Era muy buena estudiante y, de repente, dej¨¦ de serlo. Hay algo formativo en lo que no funciona como esperamos. Te obliga a recoger los pedazos y buscar una alternativa.
?Fue una joven testaruda?
?C¨®mo lo sabe?
Se empe?¨® en hacer una tesis sobre poes¨ªa medieval contra el consejo de su tutor.
Me pas¨¦ cinco meses estudiando Sir Gawain and the Green Knight y todav¨ªa me encanta. Habla de retos que te hacen m¨¢s sabio un poco antes que el Quijote. ?Qui¨¦n puede hoy dedicarse a estudiar eso?
?Ha le¨ªdo el Quijote?
Lo adoro.
?Por qu¨¦?
Deja tan claro lo poco que cambiamos los seres humanos¡ Es tan cercano, lleno de drama, luz, humor y generosidad¡
?Escribir sobre lo que cambia poco es una f¨®rmula para tener tantos lectores?
Leer y escribir nos da un mapa para la vida. Y para m¨ª los mapas est¨¢n en los libros.
Usted ha ayudado a escribir el mapa de la maternidad. Rompi¨® un tab¨² narrando la soledad de las mujeres que sufren abortos naturales.
Esa soledad¡
Y sobre la figura del marido desaparecido.
Tengo un marido maravilloso. Pero a veces no ha estado all¨ª. Perder un hijo es algo muy privado. El duelo es tuyo y tal vez del padre, pero eres t¨² la que llevas al ni?o muerto dentro. Eso te proporciona una tremenda sensaci¨®n de fracaso. Y la gente no sabe c¨®mo lidiar con eso. Es muy dif¨ªcil encontrar palabras de consuelo para algo que no entiendes. No hay nada que hablar. Hay psic¨®logos que recomiendan dejarlo atr¨¢s. No es una buena idea. Tu biolog¨ªa y tu cuerpo lo saben. Creo que es fundamental escribir sobre cosas que duelen y a¨ªslan para que nos sintamos menos solos.
Estudi¨® en Cambridge con su marido y la esper¨® a que diera la vuelta al mundo.
Tuvo otras novias. Es paciente, pero no tonto.
Est¨¢n en la playa, usted da de mamar y la atacan. Su marido nada. Es su primer lector y no discute publicar ese momento.
Tambi¨¦n escribe. Entiende la necesidad de decir la verdad. Los ni?os te apartan de la escritura. Pero eso establece un filtro: solo lo mejor llega a la p¨¢gina.
Suena fabuloso no tener tiempo.
Es tan importante vivir adem¨¢s de escribir¡ Si solo escribes, no hay nada de qu¨¦ escribir. Los ni?os no entienden de fechas de entrega. Deciden que vais a ir al parque y vais.
Y aun as¨ª ha escrito ocho libros.
Hay momentos en que es dif¨ªcil, pero s¨ª.
I am, I am, I am (el t¨ªtulo original de la memoria Sigo aqu¨ª) proviene de una novela de Sylvia Plath. Ella no sigue aqu¨ª.
Su situaci¨®n era muy distinta a la m¨ªa. Estaba sola, divorciada y enferma. Es desolador lo que le pas¨®. Pero siempre am¨¦ esa l¨ªnea de la ¨²nica novela que escribi¨®.
Freud escribi¨® que cada hijo tiene una madre distinta.
Todos somos distintos seg¨²n con qui¨¦n nos relacionemos. Eso significa que en una familia de cinco, como la que tengo, existen 25 relaciones diferentes. Pensarlo aclara cosas. Los beb¨¦s son un poco como las novelas. Cada vez que tienes uno, piensas que sabes algo de ni?os. Cuando tienes otro, te das cuenta de que todo cambia, es otro ser humano. No hay f¨®rmulas tampoco con los libros, cada uno es diferente.
?C¨®mo consigui¨® no ser una madre sobreprotectora con una hija que tiene eccema cr¨®nico?
Siempre le digo que las marcas de su enfermedad pueden ser muy visibles, pero tambi¨¦n invisibles. Todos tenemos algo que nos hace sufrir. Los temas cut¨¢neos son visibles, pero igual alguien que pasa por la calle tiene un problema mayor, solo que dentro. Todos sufrimos. Eso no nos hace mejores, pero hace mucho m¨¢s incomprensible que no nos ayudemos. Como madre me he esforzado en darles libertad a mis hijos. Por encima de mis miedos. Los ni?os tienen que aprender a vivir sin nosotros. Esa es nuestra labor. ?No? Adem¨¢s, somos cinco, ella no est¨¢ sola con lo que le pasa. Me parec¨ªa importante recordar que lo que hiciera con ella iba a afectarnos a todos.
?Qu¨¦ control mental!
Una situaci¨®n as¨ª afecta a todos tus hijos. Y todos necesitan apoyo. Aunque no les pase a ellos.
?Hablar de los problemas los disuelve?
Yo no hablo de problemas, sino de retos. Cuanto m¨¢s compartes debilidades, cuanto m¨¢s abierto eres sobre lo que necesitas para estar sano y bien, menos problemas tienes.
?Eso puede aplicarse a los secretos? Sus novelas est¨¢n trufadas de secretos familiares.
S¨ª.
?Por qu¨¦ le interesan tanto? ?Tiene muchos?
?Qui¨¦n no tiene? Supongo que revelamos lo que pensamos que va a servir. A veces mencionarlo hace que el secreto pierda fuerza y desaparezca el tab¨².
?C¨®mo afronta alguien que se ha escapado de casa la necesidad de quedarse en un lugar?
Ya. Mi marido siempre dice que si alguna vez me voy y lo dejo nadie dir¨¢ que no pod¨ªa esperarlo. Me desespero con frecuencia. Pero tener hijos es una aventura tan grande¡ Durante una d¨¦cada, o dos, tienes que ser menos aventurera. Sin embargo, si piensas en la maternidad como en un viaje, no hay otro igual.
?Qui¨¦n es usted hoy? ?La ni?a fr¨¢gil que no pudo caminar durante m¨¢s de un a?o? ?La madre que se preocupa? ?O la que lo dej¨® todo para ir a Hong Kong?
Todas, claro. Somos como mu?ecas rusas. Si rascamos un poco, aparece otro de nosotros. Lo que me interesa de escribir sobre uno mismo es que uno deja de crear y se pone a excavar.
Se describe como tartamuda, pero no ha tartamudeado en esta conversaci¨®n.
Lo fui durante a?os. Tartamudear es una tortura. Toma decisiones por ti. Hay ciertos trabajos que no puedes ni so?ar con hacer. Pero te da sensibilidad para observar los idiomas. Un ni?o tartamudo piensa en cinco maneras de decir las cosas antes de hablar. Se edita a s¨ª mismo por si no consigue acabar las frases.
O sea que la ha fortalecido.
Me ha convertido en escritora. Me gusta el dicho de que Dios nunca te da lo que no vas a poder manejar. No creo en Dios, pero creo que en la vida te tienes que adaptar. Hay cosas malas y buenas. Y solo podemos salir creciendo y utilizando nuestra capacidad de adaptarnos.
?Amar es decir o callar?
Probablemente las dos cosas.
Su ¨²ltimo libro, Hamnet, sobre el hijo de Shakespeare, es un intento de corregir la historia. ?C¨®mo se atrevi¨®?
Con v¨¦rtigo. Ten¨ªa miedo. Pero llevaba a?os con la idea en la cabeza. En 2014 descubr¨ª que Shakespeare tuvo un hijo, llamado Hamnet, que muri¨® con 11 a?os, antes de que ¨¦l estrenara Hamlet. Decid¨ª que ten¨ªa que vencer mis miedos y escribirlo. Me centr¨¦ en el ni?o que la historia hab¨ªa convertido en una nota a pie de p¨¢gina en la vida de su padre.
Si lo hubiera escrito hace 15 a?os, ?Agnes, la ind¨®mita esposa de Shakespeare, hubiera tenido tanto peso?
Seguramente no. William Shakespeare se pas¨® la infancia de sus hijos en Londres, pero hay documentos que demuestran que los historiadores decidieron darle un divorcio retrospectivo y convertirlo en un hombre joven y atractivo en Londres sin que fuera as¨ª. Ni se arrepinti¨® de su matrimonio ni abandon¨® a sus hijos. Hay documentos que evidencian que todo lo que ganaba lo enviaba a Stratford. El a?o despu¨¦s de que muriera Hamnet hizo construir all¨ª una mansi¨®n. Estaba claro que los quer¨ªa. Y al final de su vida regres¨® a esa casa para vivir con su esposa. Era habitual que los hombres se fueran a trabajar a Londres, que era donde hab¨ªa trabajo. Pero es absurdo escribir que eso arruin¨® su matrimonio. Por eso resulta verdaderamente frustrante que quieran convertir a Shakespeare en el hombre despiadado que no fue.
?Repensar a Shakespeare es repensar la vida?
Hay tanto escrito sobre ¨¦l¡ Y hay una raz¨®n fundamental por la que todos se centran en el hombre solo en Londres. All¨ª est¨¢ la historia. All¨ª pas¨® lo importante. Sin embargo, creo que el mayor drama de su vida pas¨® en la trastienda. En Stratford, donde muri¨® su hijo. He le¨ªdo a magn¨ªficos bi¨®grafos que escribieron: ¡°Es imposible saber si Shakespeare sufri¨® o no la muerte de su hijo¡±. ?Pero a qui¨¦n han estado leyendo! La manera en la que el rey Lear habla de la ropa de su madre delata a un hombre que sufre.
?Por qu¨¦ no se hab¨ªa contado esta historia?
Les pregunt¨¦ a varios amigos que estudiaron literatura inglesa si sab¨ªan los nombres de los hijos de Shakespeare. Nadie los sab¨ªa. Nadie estableci¨® un v¨ªnculo entre la desaparici¨®n de su hijo y la escritura de Hamlet.
Hay agua en todas sus novelas. ?Siempre ha vivido cerca del mar?
S¨ª. Karen Blixen lo escribi¨®: el agua salada lo cura todo. Pi¨¦nselo: l¨¢grimas, sudor y el mar
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