La palabra suerte
Es creencia en su estado m¨¢s crudo, pura magia: el ejemplo perfecto de una superstici¨®n triunfante | Columna de Mart¨ªn Caparr¨®s
Alguna vez alguien, uno sin tantas pesadillas, uno que viva en un mundo razonable, se pondr¨¢ a pensar qu¨¦ cuernos era aquello de la suerte. Y, antes que nada, se confundir¨¢: suerte es de las palabras m¨¢s mezcladas. La suerte de una suerte de suerte de matar depender¨¢ de la suerte del matador de marras. Suerte con eso.
La palabra suerte siempre es compleja, pero en Espa?a m¨¢s porque, sin ¨¢nimo de cargar la suerte, se le agregan sus viejos sentidos taurinos. Y al mismo tiempo es una palabra casi ¨²nica. La mayor¨ªa de las palabras europeas importantes comparten or¨ªgenes. Para decir suerte, en cambio, cada una es de su padre y de su madre: en ingl¨¦s es luck, en franc¨¦s chance, italiano fortuna, rumano noroc, alem¨¢n gl¨¹ck, griego (tuji), ruso (shestie) y nosotros usamos esa palabra que viene del lat¨ªn sors, donde significaba el trozo de tierra que le tocaba cultivar a cada uno ¡ªcuando eso, sin duda, pod¨ªa definir su suerte. Todos pensamos en la suerte; cada cual la pens¨® por su lado.
La suerte es un poder sin contrapoderes, una religi¨®n sin ateos ¡ªporque no termina de ser una religi¨®n. Es gracioso ver c¨®mo las personas m¨¢s aparentemente racionales le rendimos ¡ªalg¨²n tipo de¡ª culto; c¨®mo no hay nadie que nunca la haya deseado, maldecido, convocado. Hay pocas cosas que nos unan tanto con nuestros t¨ªos abuelos los pitec¨¢ntropos m¨¢s o menos erectos.
Imagino ¡ªen esto uno no puede m¨¢s que imaginar¡ª que la suerte empez¨® antes que todo. En aquel mundo de amenazas, se?oras y se?ores asustados sab¨ªan que sus vidas depend¨ªan de demasiados factores que no pod¨ªan controlar y, poco a poco, se fueron inventando formas de ¡ªpretender¡ª influir sobre ellos. Si alguien daba tres saltitos antes de cruzar el r¨ªo, quiz¨¢ no se ahogar¨ªa; si alguien se encontraba una piedra verde, podr¨ªa beneficiarse a ese muchacho. La suerte era superstici¨®n en su estado m¨¢s puro, sin justificaciones: por mecanismos que no puedo entender ¡ªque no intento entender¡ª, si hago tal cosa, conseguir¨¦ tal otra.
Con el tiempo esos se?ores y se?oras se sofisticaron, fueron armando unos relatos y convirtieron lo innominado, lo inexplicado en sistemas complejos: las religiones, las teolog¨ªas que les dan vueltas y m¨¢s vueltas. Esos cuentos arman una jerarqu¨ªa: si quieres algo, debes ped¨ªrselo a un poder que te lo puede dar ¡ªy a cambio respetar¨¢s ese poder. As¨ª se inventaron los dioses, sacerdotes, templos, toda una m¨¢quina de someter al mundo. En lugar de buscar aquella piedra, la chica que quer¨ªa un gal¨¢n iba a ver a un intermediario que le dec¨ªa que se lo pidiera ¡ªen su capilla, donaci¨®n mediante¡ª a san Antonio, que, a su vez, interced¨ªa ante el Se?or para que le mandara uno que no fuera muy violento.
Pero, gracias a Dios, la suerte no muri¨®: las religiones no pudieron terminar de matarla. As¨ª que, todav¨ªa, cada d¨ªa, millones le pedimos cosas a no sabemos qui¨¦n, a no sabemos qu¨¦. Superstici¨®n sin justificaciones: yo quiero que Chiquinho falle ese penalti y para eso, por supuesto, me aprieto el huevo izquierdo ¡ªy si no lo hiciera, me sentir¨ªa un cobarde o un traidor. Pero no tengo una teor¨ªa sobre c¨®mo el estruje testicular conseguir¨ªa producir el desv¨ªo de ese cuero inflado; es m¨¢s, prefiero no pensarlo, porque, si lo pensara, entender¨ªa que es una estupidez.
Suerte es, en s¨ªntesis, la idea de que el desarrollo de cualquier proceso puede ser modificado por factores insondables o intentos inveros¨ªmiles: si esos desv¨ªos favorecen al interesado, los llamamos buena suerte, y mala si no. Confiar en la suerte es la confesi¨®n de que has perdido el control: cuando algo se te va de las manos te pones en las suyas ¡ªpero al mismo tiempo creemos que podemos influirla por medios muy diversos. La suerte supone la creencia en un orden confuso, levemente ambiguo: un orden que creemos tan poderoso y, al mismo tiempo, modificable con actos muy menores. La contradicci¨®n no parece importar a nadie: la suerte es, por definici¨®n, algo que escapa a esas l¨®gicas pobres. La suerte es creencia en su estado m¨¢s crudo, pura magia: el ejemplo perfecto de una superstici¨®n triunfante.
La suerte es, dec¨ªamos, tantas tantas cosas, toda suerte de cosas. Y, por suerte, tambi¨¦n es una forma de despedirse: suerte, mis queridos, y cuidado con los gatos negros
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