Helados gratis, horarios imposibles y una familia de clientes: as¨ª es la infancia en un bar
La realidad de perder parte de la inocencia mientras se madura tan r¨¢pido como se tira una ca?a de cerveza
Vida de barrio
Alberto Fern¨¢ndez es periodista y distribuidor de vinos. Belarmino Fern¨¢ndez es viticultor. Ambos echan una mano a su madre en el bar restaurante Asturianos (Madrid).
¡ª En el Asturianos hab¨ªa dos m¨¢quinas. ¡°Una tragaperras y una de marcianitos¡±, revela Alberto Fern¨¢ndez del bar que regentaban sus padres, Julia y Belarmino. ¡°De ni?os, ten¨ªamos unas ventajas que no ten¨ªan otros. Pod¨ªamos jugar gratis las partidas que nos diera la gana¡±.
¡ª Su hermano, Belarmino, tres a?os mayor, puntualiza: ¡°Aquello tambi¨¦n era muy sacrificado. Siempre hab¨ªa que ayudar en el restaurante. Y a medida que nos hac¨ªamos mayores, m¨¢s d¨ªas ten¨ªamos que ir¡±.
¡ª Ser ni?o en un bar durante los setenta y los ochenta pod¨ªa ser un sue?o. Sin embargo, se crec¨ªa m¨¢s r¨¢pido. ¡°A los 8 sabes tirar una ca?a; a los 12, abrir una botella, y a los 15 ya est¨¢s haciendo las cuentas de la caja¡±, enumera el peque?o, hoy con 51 a?os. Y cuando se es adolescente, toca salir e ir a trabajar sin dormir. ¡°Recuerdo estar en el coche, frente a la puerta, y escuchar los golpes de los parroquianos, que me despertaban para que les abriera a primera hora¡±. Una ¨¦poca donde la violencia tambi¨¦n se respiraba en la calle. ¡°Fueron los a?os de la hero¨ªna. Hab¨ªa muchos yonquis y a la m¨ªnima mi padre te sacaba el cuchillo jamonero¡±, apunta.
¡ª Los dos vivieron encima del restau?rante hasta que cumplieron los 20 a?os. ¡°?ramos la envidia del barrio¡±, recuerda Belarmino. ¡°Luego nos fuimos, necesit¨¢bamos respirar¡±. El negocio sigue en manos de su madre. ¡°Nosotros seguimos ayudando, aunque tenemos otros trabajos. Lo que s¨ª que hicimos fue reducir los horarios. No hab¨ªa quien aguantara esas jornadas que ten¨ªa mi padre de 6.30 a una de la madrugada¡±.
N¨²cleo familiar
Carles Gaig. Cocinero y propietario de los restaurantes Gaig (Barcelona y Singapur).
¡ª Carles Gaig se mueve con algo de dificultad. ¡°Me operaron hace unos meses de una pierna¡±, destaca el cocinero, que entre 1993 y 2019 ostent¨® una estrella Michelin. ¡°Es la primera vez que falto al trabajo en 60 a?os. Mi bisabuela abri¨® la fonda en 1869 y estuvimos en Horta (Barcelona) hasta 2004¡å.
¡ª Este chef catal¨¢n, cuarta generaci¨®n dedicada a dar de comer, se crio lavando platos y cogiendo porrones. ¡°?ramos un n¨²cleo familiar, sin ning¨²n empleado externo. Mi madre estaba en la cocina y mi padre en la sala¡±, rememora de unos a?os cincuenta en los que la Taberna de Gaig pronto pas¨® a ser Ca La Maria, en honor a los guisos que preparaba su progenitora.
¡ª ¡°En los tiempos de la dictadura era habitual ver celebraciones los d¨ªas 18 de julio. En el bar se reun¨ªan los de Falange y los requet¨¦s, de blanco y negro con sus medallas y sus chapas. Aquello era muy t¨¦trico¡±, recuerda. A los 19 a?os, Carles se meti¨® en la cocina al quedar invidente su madre. ¡°Tuve mis primeras vacaciones 10 a?os m¨¢s tarde, en 1982. Cerr¨¢bamos solo una semana¡±.
¡ª El Gaig se convirti¨® en uno de los epicentros de Horta, un barrio donde abund¨® la industria. ¡°Ten¨ªamos habitaciones y hab¨ªa muchos clientes que se quedaban a toda pensi¨®n. Aunque algunos de ellos se tra¨ªan su propio vino, la confianza mata¡±, dice con humor.
¡ª Cuando se le pregunta por la herencia de sus hijos, se sonr¨ªe. ¡°Han sido m¨¢s listos que yo¡±, responde. ¡°Lo intent¨¦ con el mayor, el Carles, que ahora tiene 44 a?os. Estuvo aqu¨ª durante un par de meses, pero enseguida lo dej¨® para estudiar Medicina. Mi hija, Natalia, s¨ª que parec¨ªa que ten¨ªa m¨¢s intenci¨®n, pero tampoco dur¨® mucho¡±.
¡®Chi?oles¡¯ de Aluche
Nieves Ye. Propietaria del restaurante Don Lay (Madrid).
¡ª Nieves Ye lleg¨® a Madrid en 1990, con 14 a?os. La capital no era el bum multicultural que es hoy: ¡°Me se?alaban por la calle, ¨¦ramos algo nuevo. Percib¨ª el racismo de algunas personas, pero no les hac¨ªa mucho caso¡±.
¡ª A la semana de aterrizar en la ciudad, Nieves ya atend¨ªa las mesas del Nuevo Pek¨ªn, el restaurante que su padre gestionaba en Aluche. ¡°Memoric¨¦ la carta y tomaba las notas en chino. Iba por n¨²meros; uno de los que m¨¢s ped¨ªan era el 78, pollo con lim¨®n. Yo no pod¨ªa con esos platos tan europeizados¡±.
¡ª Tras seis meses, Nieves ya chapurreaba el espa?ol. ¡°Mi padre no lo hablaba, por lo que yo hac¨ªa tambi¨¦n de traductora. Por una parte, estoy muy orgullosa de todo el trabajo que hicimos. Pero, por otro lado, siento que desaprovech¨¦ mi infancia¡±.
¡ª Fue una d¨¦cada, los noventa, dedicada a servir en el restaurante familiar. Durante aquel periodo tambi¨¦n se casar¨ªa con otro empleado, contraviniendo el deseo de su padre; se divorciar¨ªa y tendr¨ªa un hijo. ¡°Despu¨¦s de tenerlo, mi padre abri¨® el Don Lay en la Puerta del ?ngel. Mientras estaban haciendo las obras, muri¨® de c¨¢ncer¡±. Ella, con 24 a?os y un hijo, decidi¨® continuar con el local.
¡ª ¡°Trajimos cocineros de China y decidimos dar platos mucho m¨¢s aut¨¦nticos. Todo el mundo quer¨ªa venir. Mi hijo, sin embargo, ha tardado en perdon¨¢rmelo. Solo le ve¨ªa a la hora de la merienda¡±, relata. Aquel Don Lay fue un ¨¦xito, alabado por cocineros como Dabiz Mu?oz. Recientemente, abr¨ªa con nuevos aires en la zona de Mar¨ªa de Molina. ¡°Esta cocina no tiene nada que ver con la que ofrec¨ªamos en Aluche¡±.
Taberna terap¨¦utica
Carles Armengol. Psic¨®logo, escritor y responsable de la cafeter¨ªa de la librer¨ªa Bernat (Barcelona).
¡ª El brazo derecho de Carles Armengol muestra un tatuaje donde ?aparecen dibujados una olla, una sart¨¦n, una raspa de pescado¡ Debajo se puede leer: ¡°Bon ?Profit, 1928-2012¡å. Es el tiempo que estuvo abierto el Collado, la tasca que sus padres administraron cerca del Camp Nou.
¡ª Al bar le rinde homenaje en el libro Collado. La maldici¨®n de una casa de comidas (Colectivo Bruxista, 2022). ¡°Tuve una adolescencia rebelde en un entorno duro¡±, confiesa sentado en la terraza de la librer¨ªa Bernat, en Barcelona. ¡°Mi madre es la gran protagonista a la sombra. Mi padre fue un t¨ªo muy de la ¨¦poca. Agresivo y violento. Ahora le ves y es un trozo de pan¡±.
¡ª El texto cuenta c¨®mo es crecer a lo largo de 30 a?os en un bar de barrio, con sus clientes habituales, sus ri?as y sus desavenencias. Sin nostalgias, con una mirada dura pero comprensiva con algunos de sus protagonistas. ¡°El relato es mi vivencia. De este modo aparece la Loli, la puta, que fue mi primera amiga adulta; el vagabundo, el pescatero y muchos m¨¢s. Fue un reto hilar todo, hasta que me di cuenta de que el ni?o pasaba de ser observador a participante¡±.
¡ª ¡°Fueron a?os duros de incomprensi¨®n, de no tener un sueldo, de mangar de la caja porque no me pagaban. Tus padres estaban ah¨ª 14 horas, pero para m¨ª ya solo estar un s¨¢bado tres horas era una prisi¨®n. Seguro que, si lo hubiera gestionado de otra forma, ser¨ªa diferente¡±, recuerda, y a?ade: ¡°Odi¨¦ a saco ser camarero¡±. Armengol se levanta y atiende la barra que hay en el interior de la librer¨ªa. Es un negocio al que ha vuelto despu¨¦s de varios vaivenes en su profesi¨®n de psic¨®logo. ¡°Al final me di cuenta de que era un trabajo que no se me daba mal¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.