Arquitecturas mentales
Qu¨¦ dir¨ªa usted que est¨¢ depositando ese ni?o en la mano del Papa? Yo habr¨ªa jurado que una carta para Dios, del mismo modo que se entrega a los pajes de los Reyes Magos, en los grandes almacenes, una carta para Melchor o para Baltasar, no s¨¦ cu¨¢l es ahora el preferido. ?Hay tantas cosas que le puede pedir a Dios un ni?o africano, incluso un ni?o a secas! Dios no deber¨ªa necesitar cartas, lo ve todo, lo sabe todo, lo comprende todo. Dios est¨¢ al tanto del fr¨ªo, del hambre, del calor, de la peste, est¨¢ al tanto de los terremotos y ve a la gente cubierta por los escombros de lo que hasta hace poco eran sus hogares. Dios conoce la existencia del mal, pero no puede acabar con ¨¦l sin acabar al mismo tiempo con el libre albedr¨ªo, signifique lo que signifique libre albedr¨ªo. Dios vive atrapado en una l¨®gica de car¨¢cter teol¨®gico, qu¨¦ le vamos a hacer, es su car¨¢cter.
Pues lo que el ni?o pobre le est¨¢ entregando al Papa rico es un donativo. El ni?o cree que lo que Dios necesita para ser m¨¢s Dios no es una lista de necesidades, sino un billete de curso legal, como si Dios fuera dinero y fuera m¨¢s Dios cuanto de m¨¢s dinero dispusiera. El ni?o tiene eso metido en la cabeza. El Papa podr¨ªa haberle explicado que un bot¨®n de su sotana val¨ªa m¨¢s que cien donativos como el suyo, o que el c¨¢liz con el que oficia la misa es de oro, o que sus cardenales viven en apartamentos y pisos de lujo. Pero comprende que ser¨ªa un esc¨¢ndalo, que es muy dif¨ªcil desmontar la arquitectura mental del creyente ingenuo, de modo que acepta el billete sudado. Quiz¨¢ se lave las manos despu¨¦s de deshacerse de ¨¦l.
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