Observen lo que son, lo que somos
He aqu¨ª unos hombres convertidos en carne, en mera carne, en la carne de la que venimos huyendo desde tiempos inmemoriales en pos de una dimensi¨®n espiritual o mental o trascendental, como ustedes prefieran. No es que usted y yo no estemos hechos de carne, sino que procuramos disimularlo porque no tenemos una gran opini¨®n de ella, de la carne. Por las pasarelas de los desfiles de moda, de hecho, no desfilan hombres y mujeres, sino esp¨ªritus puros que, m¨¢s que caminar, flotan. De ah¨ª su delgadez, y su ausencia de masa corporal, de ah¨ª su peso. La carne es, como mucho, el cimiento sobre el que se edifica el esp¨ªritu. No disponemos de otro material de base, pero s¨®lo nos interesa en la medida en la que sobre ¨¦l se sostienen las ideas.
Lo que nos impresiona de esta imagen de presos de El Salvador es que nos devuelve a la pura condici¨®n de carne, como si esas personas s¨®lo estuvieran constituidas de tendones y m¨²sculos y ganglios, como si en su composici¨®n no hubiera un solo ¨¢tomo de car¨¢cter an¨ªmico. Hasta les han rapado la cabeza porque el pelo podr¨ªa constituir un adorno que les hiciera o nos hiciera creer que hay algo m¨¢s que carne en esos cuerpos. En el supermercado, compramos la carne de pollo o de vaca o el filete de emperador debidamente troceados y envasados con la idea de que no nos recuerden al cuerpo del que provienen porque los cuerpos, en su mera carnalidad, nos estremecen. Aqu¨ª no ha habido piedad ni para los fotografiados ni para los espectadores de la fotograf¨ªa, como si quisieran decirnos: ¡°Observen lo que son, lo que somos, un pu?ado de prote¨ªnas y de grasas¡±.
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