Quinientos libros para explicar las vanguardias espa?olas
La extraordinaria biblioteca de Alicia Garc¨ªa Medina, ahora expuesta en Toledo, reconstruye la relaci¨®n de los portadistas y artistas pl¨¢sticos de entreguerras con el surrealismo, el cubismo, el dada¨ªsmo, el futurismo o el orfismo.
Durante a?os, con paciencia, la ca?a puesta y el radar en marcha, buscando y rebuscando en los anaqueles de librer¨ªas de viejo y en los cajones de ferias del libro antiguo y de ocasi¨®n, Alicia Garc¨ªa Medina, insiste que te insiste, incansable hormiga bibli¨®fila, sigui¨® adelante con su misi¨®n personal.
Ten¨ªa que resucitar el esp¨ªritu de la biblioteca perdida de su abuelo. Y lo hizo.
Esta psic¨®loga cl¨ªnica y doctora en Arte Contempor¨¢neo de verbo irrefrenable, durante mucho tiempo bibliotecaria y responsable del Servicio de Audiovisuales en la Biblioteca Nacional tras haber trabajado en el Instituto del Patrimonio Hist¨®rico Espa?ol, ahora ya jubilada, se autoimpuso una disciplina f¨¦rrea que mezclaba el deber con el placer, la reivindicaci¨®n sentimental con la mera afici¨®n a los libros. Y parti¨® en busca de aquella biblioteca de Babel que su abuelo Ot¨®n, un viejo maestro de la Rep¨²blica enamorado del olor, el tacto, la contemplaci¨®n y la lectura de los viejos vol¨²menes, hab¨ªa reunido a lo largo del tiempo.
La colecci¨®n de libros de Ot¨®n Medina ¡ªa buen seguro uno de tantos entre aquella peque?a legi¨®n de hombres y mujeres que de manera tan honesta como ingenua creyeron que la educaci¨®n y la cultura podr¨ªan combatir la ignorancia y la estulticia en una Espa?a llamada a te?irse de oscuro¡ª se volatiliz¨® en el transcurso de la Guerra Civil, despu¨¦s de que su due?o, que viv¨ªa cerca del frente de guerra universitario de Madrid, decidiera trasladarla de Madrid a la casa familiar de Cuenca.
Su nieta nunca logr¨® reunir datos suficientes para saber si fue vendida por lotes por razones econ¨®micas, o si fue destruida por alg¨²n bombardeo, o si sencillamente qued¨® dispersada en medio del caos de la contienda. El caso es que, tras a?os de esfuerzo econ¨®mico y de constante buceo en busca del libro perdido, Alicia Garc¨ªa Medina logr¨® su meta: constituir un corpus de m¨¢s de 500 vol¨²menes, muchos de ellos coincidentes con los que atesor¨® su abuelo y de los que tanto hab¨ªa o¨ªdo hablar, y cuyo hilo conductor se encontraba no solo en sus p¨¢ginas, sino tambi¨¦n ¡ªsobre todo¡ª en sus portadas: un aut¨¦ntico museo en miniatura de la ilustraci¨®n espa?ola de los a?os diez, veinte y treinta, en el que se dan la mano el realismo, el surrealismo, el cubismo, el expresionismo, el futurismo, el dada¨ªsmo, el orfismo y todos los dem¨¢s ismos que quepa imaginar relacionados con las vanguardias europeas de entreguerras, todo ello envuelto en una abrumadora riqueza crom¨¢tica y tipogr¨¢fica. Se trata, para empezar, de un gran desmentido en forma de biblioteca: el desmentido de que la ilustraci¨®n espa?ola ni estaba ni se la esperaba en la irrupci¨®n de las vanguardias.
Ahora, la biblioteca renace en forma de una donaci¨®n y de una exposici¨®n. Tras haber dejado algunos ejemplares en los dep¨®sitos de su casa de toda la vida, la BNE, Garc¨ªa Medina decidi¨® donar el conjunto a la Junta de Castilla-La Mancha. Novelas de Blasco Ib¨¢?ez, de John Dos Passos, de Tolst¨®i, de Gorki, de Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez, de Saint-Exup¨¦ry; relatos de G¨®mez de la Serna o de Mark Twain; ensayos de Bertrand Russell, Gregorio Mara?¨®n y Ortega, de Julio Camba y de Erwin Piscator; obras de teatro; tratados de sexualidad, de pol¨ªtica y de econom¨ªa; panfletos sobre el comunismo; biograf¨ªas¡ Asuntos de delicado examen si hablamos de hace un siglo, las pr¨¢cticas sexuales, el divorcio, la homosexualidad, la eutanasia, la prostituci¨®n, el feminismo, la cr¨ªtica a la burgues¨ªa o el antimilitarismo componen parte de la tabla de materias. Y todo ello ilustrado por la mano maestra de los Puyol, Renau, Almada Negreiros, Benet, Bagar¨ªa, Penagos, Pelegr¨ªn, Ballester, Gall¨¢stegui, Bartolozzi, ?Amster, Alberto S¨¢nchez, Rawicz, Moholy-Nagy¡ y una larga serie de autores an¨®nimos.
La mayor¨ªa del plantel, por cierto, deja clara una cosa mediante este largo abanico de obras: la era dorada del portadismo editorial espa?ol no es, desde luego, este primer tramo del siglo XXI que vivimos. La comparaci¨®n apenas resiste. Y queda claro, excepci¨®n hecha de un pu?ado de sellos actuales y f¨¢cilmente identificables preocupados por lanzar al mercado no solo autores de relieve, sino portadas de dise?o atractivo y original, que, en cuesti¨®n de portadas de libros, 1923 era infinitamente mejor que 2023.
No pocos de aquellos autores, como recuerda la coleccionista, fueron represaliados; otros, encarcelados; otros, fusilados; otros se tuvieron que marchar a M¨¦xico, a Chile, a Argentina¡ ¡°Hay que reivindicar la historia. Es una pl¨¦yade de gente, desconocida en muchos casos, autores de libros que fueron condenados e incluso exterminados, autores que hay que recordar y reivindicar¡±. Los nombres de las editoriales que sacaron a la luz aquellos t¨ªtulos plagados de heterodoxia y riesgo (no pocos de ellos fueron editados durante la dictadura de Primo de Rivera) son bien evocadores y hasta simb¨®licos: Prometeo, Zeus, Ulises, F¨¦nix¡ Renacimiento.
Una exposici¨®n de este medio millar de libros ¡ªy sus portadas, muchas de ellas verdaderos hallazgos visuales¡ª que el p¨²blico puede visitar ya en el Centro de Arte Moderno y Contempor¨¢neo de Castilla-La Mancha, en Toledo (Las vanguardias art¨ªsticas en las cubiertas de libros espa?oles: 1910-1938), sirve como testimonio de la azarosa aventura bibli¨®fila de su propietaria, que evoca as¨ª sus comienzos: ¡°Empec¨¦ con los libros de Blasco Ib¨¢?ez, los rastreaba sobre todo en librer¨ªas de viejo de Madrid, o en la Feria del Libro Antiguo y de Ocasi¨®n, y tambi¨¦n en Barcelona, una ciudad con un gran mercado de libro antiguo, por ejemplo en el mercado de San Antonio. Buscaba sin parar y compraba lo que pod¨ªa¡±.
Algunos de los vol¨²menes los adquiri¨® por 20 o 30 euros y hoy alcanzan los 300 o 400. Son ediciones baratas, l¨¢biles, con cubiertas que a menudo incluso se pueden despegar y son, seg¨²n la donante y coleccionista madrile?a, ¡°un ejemplo de democratizaci¨®n de la lectura y de la cultura en un pa¨ªs que en aquel tiempo contaba con un alto grado de analfabetismo, no se olvide, frente a aquellos otros libros, maravillosos, pero que eran para una ¨¦lite, para que los leyeran cinco¡±. Son por eso, sostiene Alicia Garc¨ªa, ¡°aut¨¦nticas joyas, instrumentos contra la incultura, un espejo de aquella sociedad, y m¨¢s all¨¢ de una colecci¨®n de simples portadas de libros, todo un estudio sociol¨®gico de un pa¨ªs, de una sociedad que quer¨ªa el cambio o, siguiendo el verso de Machado, una Espa?a que despierta¡ y que despert¨®¡ aunque por muy poco tiempo¡±.
Pero, indudablemente, adem¨¢s de esa inequ¨ªvoca dimensi¨®n simb¨®lica con mensaje pol¨ªtico incorporado, la colecci¨®n constituye en s¨ª todo un tesoro visual. No son libros de arte, pero desde luego son libros con arte, y suponen sin duda un intento de todos aquellos ilustradores de incorporarse a la modernidad europea. Algunos hijos predilectos tiene Alicia Garc¨ªa Medina entre todos los artistas de la colecci¨®n, aunque hoy habla con especial admiraci¨®n de dos de ellos: Ram¨®n Puyol, ¡°un artista polifac¨¦tico que cre¨® aut¨¦nticas joyas con un signo propio que las distingue claramente de otras¡±, y Luis Bagar¨ªa, ¡°que me recuerda los libros de ciencias de mi adolescencia que editaba Espasa-Calpe, unos libros que gracias a estas portadas te ayudaban a estudiar¡±.
La creaci¨®n de la biblioteca de Alicia Garc¨ªa Medina, una historia que hunde sus ra¨ªces lo mismo en lo cultural que en lo sentimental ¡ªsi es que lo segundo no forma parte de lo primero¡ª, no nace de ning¨²n ambicioso proyecto ni de ninguna gran instituci¨®n, sino de algo tan banal y tan poderoso como el amor entre un abuelo y su nieta. ¡°Yo a mi abuelo lo adoraba¡±, recuerda su propietaria. ¡°Coincid¨ªamos en el amor a la lectura. Con 10 a?os me regal¨® un libro que le¨ª y del que no entend¨ª ni torta. Era El Empecinado visto por un ingl¨¦s, con traducci¨®n y pr¨®logo de Gregorio Mara?¨®n, en la Colecci¨®n Austral. Lo tengo como oro en pa?o, dedicado por ¨¦l¡±.
Hay que decir que la relaci¨®n entre la propietaria de esta colecci¨®n y el universo de las vanguardias art¨ªsticas de entreguerras no es precisamente nueva. Alicia Garc¨ªa Medina ya comisari¨® en 2019 en la Biblioteca Nacional la exposici¨®n La seducci¨®n del libro. Cubiertas de vanguardia en Espa?a 1915-1936, que apuntaba ya algunas de sus preferencias y sensibilidades a la hora de seleccionar y coleccionar. Pero es que mucho antes de eso, cuando ya enfilaba la recta final de su vida de estudiante de arte, expuso una tesis doctoral titulada Las cubiertas de los libros de las editoriales espa?olas 1923-1936. Modelo de renovaci¨®n del lenguaje pl¨¢stico.
Cabe concluir, pues, que esta colecci¨®n ins¨®lita de triple inter¨¦s, literario, bibliogr¨¢fico y pl¨¢stico, y sobre todo su donaci¨®n, su exposici¨®n p¨²blica (acompa?ada de una extraordinaria caja-cat¨¢logo que incluye un libro de estudio con textos de Rafael Sierra, Alicia Garc¨ªa Medina, Juan Manuel Bonet y Juan Miguel S¨¢nchez Vigil, as¨ª como las 543 portadas de la donaci¨®n, documentadas y datadas una a una) y su futura disponibilidad para investigadores y estudiosos no son sino el desenlace final ¡ªy l¨®gico¡ª de toda una vida dedicada a los libros. La de Alicia Garc¨ªa Medina y la de su abuelo Ot¨®n.
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