Contra la migra?a
¡°Una mujer se toma una pastilla¡±, rezaba el pie de foto de esta imagen, que ilustraba un texto sobre el abuso de los f¨¢rmacos contra el dolor. Estuve d¨¢ndole vueltas a ese pie por ver si se me ocurr¨ªa otro menos previsible, pero no fui capaz de dar con ¨¦l. Aunque, pens¨¢ndolo bien, me dije, Una mujer se toma una pastilla no estaba nada mal. Pi¨¦nsenlo ustedes: si descubrieran una novela con ese t¨ªtulo en la mesa de novedades de una librer¨ªa, ?acaso no le echar¨ªan un vistazo a la solapa, a la primera p¨¢gina, a la biograf¨ªa del autor o autora? Yo s¨ª. Quiz¨¢, incluso, me la llevara a casa sin otra informaci¨®n que la del t¨ªtulo, muy bueno, buen¨ªsimo: Una mujer se toma una pastilla. Y luego ?qu¨¦? ?Qu¨¦ ocurre despu¨¦s de que una mujer se haya tomado una pastilla? Quiero saberlo, necesito saberlo, de modo que me quedo contemplando la foto, a ver si por medio de un milagro la mano izquierda se lleva la pastilla a la boca y la derecha el vaso. Mientras el milagro sucede o deja de suceder, observo los pendientes que adornan o completan la oreja, todos magn¨ªficos, me pierdo en el tatuaje del cuello que no logro leer, pero me da lo mismo porque lo admirable en ¨¦l es su caligraf¨ªa, quiz¨¢ su inclinaci¨®n, a juego con la de la mand¨ªbula, adem¨¢s de con los que figuran en el env¨¦s de la mano y la mu?eca.
Observen la pastilla, tan blanca, lo mismo que los dientes, igual que el cuello del jersey o el fondo del retrato, todo tan blanco como los reflejos del vaso transparente. ?Dios m¨ªo, qu¨¦ pureza!, me digo. ?Y no habr¨ªa sido capaz de capturarla sin la pastilla que acabo de tomarme contra la migra?a!
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