La luz del bar
Me pregunto cu¨¢ntos pueblos se habr¨¢n ido perdiendo con el cierre del modesto garito que los un¨ªa
Hay un drama terrible en la Espa?a vaciada, una tragedia cotidiana que, aunque obvia, no nos detenemos a pensar quienes residimos en zonas urbanas, y es la soledad colosal en la que viven miles de personas que jam¨¢s han querido vivir as¨ª, la mayor¨ªa hombres (las mujeres se van) que han ido qued¨¢ndose progresivamente incomunicados en zonas cada vez m¨¢s abandonadas, presos de su pobre econom¨ªa, de sus pobres casas, de un entorno del que no pueden escapar, condenados sin culpa a una pena de reclusi¨®n en aislamiento. Somos animales sociales, y esa cadena perpetua, esa soledad no querida de colono en Marte, produce un dolor an¨ªmico tremendo y desgarrones mentales. Como dice C¨¦sar Alonso, un amigo guarda forestal que conoce bien el medio, es un sufrimiento que puede estar en el origen de mucha de la violencia rural.
El trasvase de la poblaci¨®n del campo a la ciudad es un fen¨®meno mundial. Creo que en Espa?a nos hemos equivocado en muchas cosas, como, por ejemplo, en potenciar las l¨ªneas f¨¦rreas de alta velocidad en vez de invertir en buenos trenes que lleguen a todas partes, pero de todas formas la soluci¨®n es muy dif¨ªcil. Por eso resultan tan conmovedores los llamamientos desesperados de los pueblos que se niegan a morir. Hace un par de semanas sali¨® en toda la prensa la oferta de Hontanar, una villa preciosa que est¨¢ en el parque nacional de Caba?eros, Toledo, y que apenas cuenta con 60 vecinos permanentes, 200 el fin de semana y en verano. Hasta 2022 tuvo un bar-restaurante que era el coraz¨®n del pueblo: ya se sabe que en Espa?a los bares son la columna vertebral de la sociedad. All¨ª se reun¨ªan los vecinos a comentar novedades, a jugar sus partidas, a contarse sus cuitas. El 95% de los residentes son jubilados; algunos no pueden moverse y el restaurante les llevaba las comidas a casa. Era un lugar tan necesario que se llamaba El Hogar. Pero el antiguo encargado se jubil¨® y, sin ese hogar, Hontanar es una hoguera que deriva a rescoldo. Me pregunto cu¨¢ntos pueblos se habr¨¢n ido perdiendo justamente as¨ª, con el cierre del modesto garito que los un¨ªa y que, en las aldeas, sol¨ªa ser un bar-tienda, el verdadero ombligo de la comunidad.
As¨ª que el municipio ha decidido ofrecer una casa y el local a una pareja con hijos para que se haga cargo del bar, todo ello por un alquiler simb¨®lico de unos 200 euros al mes y la promesa de compartir al 50% los gastos de luz y gas¨®leo del restaurante. ¡°Si trabajas bien, el sitio funciona. Juanma, el anterior encargado, daba 30 o 40 comidas al d¨ªa y hasta abr¨ªa para desayunos. Es zona tur¨ªstica¡±, dice el concejal Braulio.
La vida es as¨ª, tozuda y peleona. Estos movimientos vecinales salvan pueblos. El m¨¢s famoso fue el de Plan, en Huesca, cuyos habitantes pusieron un anuncio en 1985 pidiendo mujeres de entre 20 y 40 a?os para casarse. Fue la primera de las cinco celeb¨¦rrimas caravanas que organizaron; algunos las tacharon de machistas, aunque yo no lo veo as¨ª. Como dije, en los pueblos que agonizan faltan sobre todo mujeres. De aquellas caravanas salieron unas 40 parejas en toda la comarca; se modernizaron las costumbres, porque ellas ven¨ªan de una vida m¨¢s abierta; algunas trajeron consigo hijos y varias parejas convivieron sin casarse; por ¨²ltimo, Plan no solo no se ha despoblado en estos casi 40 dur¨ªsimos a?os transcurridos, sino que ha aumentado ligeramente sus habitantes. Todo un ¨¦xito, en fin.
Tras el eco medi¨¢tico de la oferta de Hontanar, otro pueblo, Irueste, en Guadalajara, ha ofrecido tambi¨¦n la gesti¨®n de la taberna municipal m¨¢s una vivienda por tan solo 10 euros al mes; se comprometen, adem¨¢s, a pagarles el 70% de la luz. Puede que, a la salida de este art¨ªculo, los dos puestos ya est¨¦n cubiertos. Me alegrar¨ªa, aunque no es f¨¢cil. En Hontanar tuvieron una mala experiencia con alguien que se hizo cargo tras la jubilaci¨®n de Juanma, cuenta Braulio, y muchos solo llaman por la casa. Pero lo que se necesita es una persona emprendedora capaz de encender la llama de vida que es un bar. Tan poderosa es esa luz, la luz del chiringuito del pueblo, que se me ocurre que el Estado deber¨ªa dar ventajas fiscales y subvenciones a todo aquel que siga manteniendo su local abierto en los municipios agonizantes. Es una buena manera de luchar contra la Espa?a vac¨ªa y olvidada.
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