El grito de la selva
Al hacer multimillonario a este individuo y presidente del llamado mundo libre a Donald Trump hemos permitido que se nos nieguen siglos de humanismo
El macho dominante, tras golpear al adversario con un hueso en la cabeza, ha lanzado ese hueso al aire y celebra su triunfo con la expresi¨®n de un mono satisfecho. El hueso, como en la pel¨ªcula de Kubrick, caer¨¢ convertido en un cohete de los que fabrica Elon Musk, el primate de la foto. Todo ello sin transici¨®n alguna, como si no hubieran existido Plat¨®n ni S¨®crates ni san Agust¨ªn ni Arist¨®teles, como si no hubiera existido Cristo. Sabemos que, si un caniche rebobinara unos cuantos siglos, regresar¨ªa al lobo del que procede. Si los seres humanos hici¨¦ramos lo mismo, llegar¨ªamos a Elon Musk o a Donald Trump. Me vienen a la memoria entonces aquellos versos de Cernuda:
¡°Lo que el esp¨ªritu del hombre
gan¨® para el esp¨ªritu del hombre
a trav¨¦s de los siglos
es patrimonio nuestro y es herencia
de los hombres futuros.
Al tolerar que nos lo nieguen
y secuestren, el hombre entonces baja,
?y cu¨¢nto?, en esa dura escala
que desde el animal llega hasta el hombre¡±.
Eso es lo que hemos permitido al hacer multimillonario a este individuo y presidente del llamado mundo libre a Donald Trump: que se nos nieguen siglos de humanismo. Ah¨ª, en esa imagen de macho dominante, no hay sitio para Cervantes ni para Shakespeare ni para la fenomenolog¨ªa ni para el existencialismo. No hay sitio para Camus ni siquiera para el liberal Vargas Llosa. Ah¨ª solo hay sitio para el escupitajo, para el grito selv¨¢tico con el que nos acostamos hoy y amaneceremos ma?ana.
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