Mark Simpson, creador del t¨¦rmino metrosexual: ¡°El amor por el cuerpo masculino ya no es exclusiva de los hombres gay¡±
En 1994, el periodista brit¨¢nico Mark Simpson acu?¨® el t¨¦rmino metrosexual, que se refer¨ªa a aquellos tipos heterosexuales que se cuidaban, amaban ir de compras y eran capaces de mostrar admiraci¨®n por la belleza de otros hombres. Treinta a?os despu¨¦s nos citamos con ¨¦l para hablar de c¨®mo ha cambiado el universo masculino y su relaci¨®n con la est¨¦tica, sobre todo la propia. Desde David Beckham o Mark Wahlberg hasta CR7 o Harry Styles
En contra de la sabidur¨ªa convencional, la revoluci¨®n no devora a sus hijos sino a sus padres. Mark Simpson (York, Reino Unido, 58 a?os) puso nombre en 1994 a todos esos j¨®venes varones que comenzaban a cuidar su piel, su pelo, su ropa y su est¨¦tica con el prop¨®sito indisimulado de ser admirados y de despertar el deseo de mujeres y hombres. Metrosexuales, los llam¨®. M¨¢s tarde, en un segundo art¨ªculo en 2003, escogi¨® una imagen para identificarlos: David Beckham.
¡°En las revistas para hombres de los a?os noventa, como Loaded o FHM, estaba ya toda esa cultura de admiraci¨®n a la belleza del cuerpo masculino, y abundaban los anuncios de cremas, colonias y ropa. Pero el objetivo impl¨ªcito en todas ellas era dejar claro que no eran una revista gay. En la cultura brit¨¢nica, el modo de transmitir ese mensaje es incorporar un mont¨®n de informaci¨®n sobre f¨²tbol¡±, explica Simpson.
Ha aceptado un encuentro en M¨¢nchester, una ciudad del norte de Inglaterra a la que tiene especial querencia, para pasear, charlar, someterse disciplinadamente a una sesi¨®n de fotos, y repasar la evoluci¨®n de la imagen y la belleza masculina desde que lanz¨® al mundo aquella palabra tan afortunada. La revoluci¨®n devora a sus padres, y Simpson, gay, cr¨ªtico cultural y analista divertido e ir¨®nico de la vida sexual de los anglosajones, admite que comienza a sentir cerca de su nuca rapada la dentadura del tiempo.
A?os despu¨¦s de la aparici¨®n del metrosexual, Simpson detect¨® y tambi¨¦n dio nombre a la segunda generaci¨®n: los spornosexuales (una compleja combinaci¨®n de sport ¡ªdeporte¡ª, porno y sexualidad). Un nuevo tipo de hombre que pasa horas en el gimnasio, moldea su cuerpo con dedicaci¨®n extrema y refuerzo prote¨ªnico, y no tiene ning¨²n complejo en entender que su imagen es su firma y su mercanc¨ªa para funcionar en el mundo. El icono de esta nueva era se llamaba Cristiano Ronaldo.
¡°Beckham nunca dio la impresi¨®n de que llevaba detr¨¢s horas de gimnasio. Era muy atl¨¦tico, est¨¢ claro, pero no presentaba ese cuerpo casi mercantilizado que presentaron despu¨¦s los spornosexuales. Lo que le hizo entonces tan relevante fue el hecho de ser un futbolista. Un futbolista en la cumbre de su carrera deportiva, al que le gustaba hacer de modelo, que actuaba casi como si fuera gay, pero no lo era¡±, recuerda Simpson.
¡ªEra la ¨¦poca anterior a las redes sociales, ?no? Estas dos categor¨ªas, metrosexual y spornosexual, est¨¢n separadas por ese muro temporal que suponen Instagram o TikTok.
¡°Vivimos hoy en un mundo visual en el que todos tienen que convertirse en un valor¡±, admite Simpson. ¡°Y realmente, a pesar de que siento cierta ambivalencia, no puedo dejar de entenderlos. Fui yo quien que se invent¨® aquello de la metrosexualidad¡±, admite. Para un gay criado en el norte de Inglaterra, que despert¨® a su sexualidad a principios de los ochenta, y que ha jugado con la provocaci¨®n y la irreverencia en todos sus art¨ªculos, existe sin embargo en la generaci¨®n Z una naturalidad con la belleza propia que le desconcierta. ¡°Normalmente, cuando voy al gimnasio, apenas puedo usar el espejo del vestuario. Suele haber siempre en torno a 15 t¨ªos enfrente, en sus shorts, flexion¨¢ndose, haci¨¦ndose selfis, comparando entre ellos sus abdominales, toc¨¢ndose los m¨²sculos, y pas¨¢ndoselo estupendamente¡±, cuenta.
¡ª?Y qu¨¦ ve? ?Un exceso de vanidad?
¡ªNo, qu¨¦ va. Siento incluso una cierta satisfacci¨®n. Han sabido adaptarse a un mundo que es muy darwiniano, en el que debes usar todo lo que est¨¦ a tu alcance para llamar la atenci¨®n. En otras palabras, en el que debes hacer lo que sea necesario para no desaparecer. Lo peor que te puede ocurrir ahora es ser invisible ¡ª?advierte.
Simpson recuerda el primer anuncio, hace ya 20 a?os, de la ropa interior de Calvin Klein, con el entonces rapero (m¨¢s tarde, actor y productor) Mark Wahlberg, Marky Mark, y una Kate Moss que merodeaba a su alrededor. Wahlberg se agarraba constantemente sus genitales, como hac¨ªan entonces los raperos. ¡°Los creadores del anuncio, y la propia marca Calvin Klein, tuvieron que esforzarse a fondo para despejar cualquier duda, y afirmar claramente la heterosexualidad de Wahlberg¡±, recuerda el periodista.
A principios de este a?o, Calvin Klein presentaba su colecci¨®n de primavera 2024 de ropa interior masculina con una campa?a protagonizada por el actor neoyorquino Jeremy Allen White (JAW), protagonista en series de ¨¦xito como The Bear o Shameless. En el v¨ªdeo promocional, JAW se va despojando de su camiseta de tirantes y sus shorts azules mientras sube a una azotea de un edificio de Manhattan. El actor exhibe un cuerpo escultural mientras se contorsiona sobre el fondo de los rascacielos. La c¨¢mara muestra contrapicados que recuerdan a los atletas de Leni Riefenstahl y El triunfo de la voluntad. JAW mantiene los labios entreabiertos en toda la secuencia, en un desparpajo de sensualidad, hasta que cae rendido en un sof¨¢, con la indolencia de un adolescente, y protege sus ojos del sol con el antebrazo. El impacto en redes sociales gener¨® un valor de 12,7 millones de d¨®lares en apenas 48 horas, seg¨²n Launchmetrics, empresa dedicada a la medici¨®n de retornos publicitarios. ¡°En esa campa?a ya no hab¨ªa ninguna necesidad de reafirmar que JAW es un t¨ªo normal, hetero¡, todo eso se da por asumido. Fue un ¨¦xito inmediato. Pero el reverso es que el impacto de esta campa?a ha sido ef¨ªmero, apenas dur¨® un par de semanas¡±, advierte Simpson.
¡ªY la de Wahlberg y Moss se convirti¨® en una leyenda¡
¡ªExacto, de la que los medios de comunicaci¨®n no dejaron de discutir y debatir durante a?os. Fue toda una sensaci¨®n que hoy resulta dif¨ªcil de repetir ¡ªrecuerda.
El icono generacional que s¨ª representa un desaf¨ªo para alguien como Simpson es Harry Styles, un artista que busca un ideal de belleza vanidoso y desafiante, pero viril a la vez, y surgido de la clase trabajadora. ¡°Muchos imaginaron la metrosexualidad como la representaci¨®n de la clase media, ?sabes? Porque implicaba que deb¨ªas tener dinero¡±, arranca su explicaci¨®n. O su justificaci¨®n. ¡°Pero no es as¨ª como funciona necesariamente, sobre todo en el contexto brit¨¢nico. Los famosos teddy boys de los a?os cincuenta del siglo pasado eran tipos de clase trabajadora que ahorraban todo su dinero para comprarse un traje a medida y un chaleco colorido, y hacerse un corte de pelo y un peinado con tup¨¦. Para la clase media, simbolizaban un gusto vulgar¡±, explica.
Teddy es el diminutivo de Edward, y aquellos dandis quer¨ªan homenajear a los caballeros de la era eduardiana brit¨¢nica, en la primera d¨¦cada del siglo XX, que se hac¨ªan los trajes a medida en los sastres de la londinense calle Saville Row y compet¨ªan en elegancia. ¡°Si no tienes propiedades ni capital, tu arma eres t¨² mismo. Y el modo de rebelarte, de demostrar que tu cuerpo no es simplemente una herramienta para trabajar y producir, es exhibirte. David Beckham tambi¨¦n era clase trabajadora. El mundo del f¨²tbol es el de la clase trabajadora¡±, defiende.
¡ªYa, pero Harry Styles tambi¨¦n puede ser un canon de belleza masculina.
¡ªS¨ª, por supuesto. Y supone una nueva apertura. Pero no puedo evitar la sensaci¨®n de que su estilo tiene algo de planificado, que pretende evocar una era glam que ya conocimos antes con David Bowie. En cualquier caso, simboliza algo muy importante: la idea de que la belleza masculina es algo que ha dejado de estar prohibido ¡ªadmite.
Se cuida mucho de entrar en el barro del debate sobre las identidades de g¨¦nero, un asunto que le merece gran respeto. Pero celebra al menos una ruptura con todo lo anterior que resulta estimulante. ¡°Se han roto todas las certezas respecto a la sexualidad. Y al g¨¦nero. Y en particular, respecto a la monosexualidad. Se ha dejado atr¨¢s esa idea que llam¨¢bamos normalidad, y que b¨¢sicamente era la heterosexualidad, con todas las caracter¨ªsticas que llevaba incorporadas. Y su correlato, la anormalidad, que b¨¢sicamente era la homosexualidad. La nueva generaci¨®n ha dejado atr¨¢s esa monosexualidad¡±, celebra Simpson.
¡ª?Pero entonces ya no hay un canon de belleza masculina?
¡ªLa ruptura de todas esas identidades, asunciones y certezas ha supuesto que la belleza masculina ya no sea algo coherente, sino m¨¢s bien fracturado y fragmentado ¡ªdefiende.
¡ªY ha dejado de tener sentido hablar de alguien como metrosexual¡
¡ªEs la nueva normalidad. Ya no tiene sentido identificar a alguien como metrosexual. Lo hice en 2003 porque la gente todav¨ªa se mostraba negacionista, incapaz de asimilar lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Hoy ya es absurdo remarcarlo porque sencillamente es el agua en la que todo el mundo nada.
En 2015, recuerda Simpson, Ford lanz¨® un anuncio provocador de su modelo Ecosport que mostraba la innovadora apertura sin llave del veh¨ªculo. Un sensor detectaba la cercan¨ªa de la llave y las puertas se desbloqueaban. Un modelo masculino sal¨ªa del mar, con un ba?ador azul ajustado, y se dirig¨ªa hacia su coche. En el recorrido por la arena, atra¨ªa las miradas de mujeres y hombres, j¨®venes y adultos. ¡°La l¨®gica te lleva a pensar que todos se estaban preguntando d¨®nde guardaba las llaves¡±, explica.
De hecho, el eslogan del anuncio dec¨ªa algo as¨ª como ¡°Cada uno es libre de guardar las llaves donde quiera¡±. ¡°Pero lo relevante¡±, se?ala Simpson, ¡°es que todos estaban mirando el bello cuerpo del nadador. Y el anuncio termina con un primer plano de su musculoso trasero. El cuerpo masculino se ha convertido en una fiesta para los ojos a la que todos est¨¢n invitados¡±.
¡ª?Y no hay hueco hoy para la belleza de Ben Whishaw o de Andrew Scott? ?Ya no vale esa especie de suavidad intelectual?
¡ªEspero que s¨ª. Pero me temo que vivimos tiempos superficiales. Es evidente que la belleza se manifiesta de muchas formas, no solo en aquellas que consiguen triunfar en Instagram. Pero el de ahora es un mundo sin piedad. Y gran parte de toda esta belleza puede encerrar tambi¨¦n algo de fealdad ¡ªadvierte.
La evoluci¨®n de la relaci¨®n entre los hombres y su imagen ha dado la vuelta al escenario tradicional. Toda una generaci¨®n ha optado por la cosificaci¨®n de su cuerpo y, al hacerlo, han derrumbado la idea de que esa cosificaci¨®n puede restarte poder. ¡°Al rev¨¦s, han descubierto todo el poder que hay encerrado en la posibilidad de atraer el inter¨¦s de la gente y de seducirla¡±.
¡ª?No hay algo superfluo en esa idea?
¡ªEl hombre mayor que ya hay en m¨ª lo considera terror¨ªfico. Pero a la vez veo c¨®mo lo han convertido en algo social, nada alienante. Ni bueno ni malo. Es algo necesario para su supervivencia ¡ªreflexiona Simpson¡ª. Pero, sobre todo, lo que ha ocurrido es que una generaci¨®n m¨¢s joven de hombres ha descubierto su amor por el cuerpo masculino, algo que hasta hace nada era considerado una patolog¨ªa. Ese amor es solo exclusivo de los gais.
Provocador e ir¨®nico, amable y c¨®mplice en la conversaci¨®n, defiende a ultranza la exhibici¨®n muscular de las redes sociales. ¡°Lo que, especialmente en el entorno ingl¨¦s, algunos llaman vulgaridad, yo lo llamo sentirse vivo¡±, dice con un gui?o.
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