Goodreads, Letterboxd: c¨®mo las plataformas de rese?as se convirtieron en la biblioteca de los veintea?eros
Estas webs se han convertido en parte fundamental del acervo cultural de los veintea?eros, igual que la acumulaci¨®n de cine, m¨²sica o literatura en formatos f¨ªsicos lo fue anta?o
Maria Rubio, guipuzcoana de 23 a?os, ha ido al cine con tres amigos. Tras terminar la pel¨ªcula, lo primero que hacen es comentarla, como todos. Despu¨¦s salen y se l¨ªan un cigarro porque ¡°se fuman encima¡±. Y, por ¨²ltimo, como si fuera un ritual, Maria se pone el pitillo entre los labios, coge el m¨®vil y punt¨²a la pel¨ªcula en una aplicaci¨®n de rese?as. El resto espera a llegar a casa para hacerlo y as¨ª pensarlo bien. No se trata de una cadencia aritm¨¦tica m¨¢s como las que contabilizan pasos, calor¨ªas u horas de sue?o. Es, literalmente, su filmoteca. ...
Maria Rubio, guipuzcoana de 23 a?os, ha ido al cine con tres amigos. Tras terminar la pel¨ªcula, lo primero que hacen es comentarla, como todos. Despu¨¦s salen y se l¨ªan un cigarro porque ¡°se fuman encima¡±. Y, por ¨²ltimo, como si fuera un ritual, Maria se pone el pitillo entre los labios, coge el m¨®vil y punt¨²a la pel¨ªcula en una aplicaci¨®n de rese?as. El resto espera a llegar a casa para hacerlo y as¨ª pensarlo bien. No se trata de una cadencia aritm¨¦tica m¨¢s como las que contabilizan pasos, calor¨ªas u horas de sue?o. Es, literalmente, su filmoteca. Su ¨²nico anclaje fijo en la sociedad l¨ªquida.
Las aplicaciones de rese?as se han convertido en parte fundamental de la identidad cultural de la generaci¨®n Z. Goodreads, la aplicaci¨®n de rese?as de libros propiedad de Amazon, cuenta con m¨¢s de 150 millones de usuarios seg¨²n la editorial Penguin; Letterboxd, su hom¨®loga para cine, pas¨® de 1,8 millones de usuarios antes de la pandemia de la covid-19 a m¨¢s de 14 millones en la actualidad, seg¨²n Los Angeles Times. Ninguna da cifras relativas a la edad de sus miembros, pero ambas admiten que gran parte son zoomers: aquellos que adoptaron ambas plataformas como sus propias bibliotecas y filmotecas.
Rubio est¨¢ haciendo un doctorado y hasta ahora no ha podido asentarse. Cuenta los a?os por mudanzas: siete en los ¨²ltimos siete a?os por cuatro ciudades diferentes, una cada 11 meses. Tener una estanter¨ªa llena es demasiado equipaje. Durante este tiempo ha usado Goodreads para anotar todos los libros que ha ido leyendo. Los trata con mimo: los punt¨²a, los fecha con el d¨ªa en que los termin¨® y guarda aquellos que quiere leer pr¨®ximamente. Son sus libros y, como tal, los cuida. ¡°Estas aplicaciones son mis peque?os diarios, en los que guardo cosas de las que tal vez luego no me acuerdo. Es una cosa tan ¨ªntima que me la guardo para m¨ª. Apenas tengo seguidores, no me importa el estatus¡±, afirma. En Instagram tiene m¨¢s de 1.500 seguidores, en Goodreads no tiene ni 20. De los casi 200 libros que tiene apuntados en la aplicaci¨®n, f¨ªsicamente no posee ni 20. No puede guardarlos.
La antrop¨®loga Sandra Fern¨¢ndez, autora de ?Qu¨¦ es una cosa? Lecturas para una antropolog¨ªa material y profesora en la UNED, considera que no se han dejado de acumular estos productos, sino que ahora tambi¨¦n se acopian intangiblemente. La democratizaci¨®n de internet y la evoluci¨®n del capitalismo de consumo de bienes a un consumo de experiencias ha propiciado que no se necesite tener pel¨ªculas, canciones, fotos o libros f¨ªsicos, pues se pueden disfrutar digitalmente. A diferencia de la ¡°generaci¨®n VHS-CD¡±, los m¨¢s j¨®venes no gozan de sueldos estables o de un hogar fijo, y viajan m¨¢s, circunstancias que han favorecido, seg¨²n la profesora, el consumo de estos ¡°intangibles¡±.
Mar¨ªa Iglesias (Salamanca, 24 a?os) oposita a fiscal, escribe desde que era peque?a y a¨²n guarda todo lo que redact¨®. Usa la escritura para lidiar con los duelos. Cuando era m¨¢s joven utilizaba libretas, pero con los a?os migr¨® a las notas del m¨®vil y, por derroteros del camino, acab¨® haciendo lo mismo con las pel¨ªculas, canciones y libros que consum¨ªa. No solo por comodidad. Cree que este tipo de redes sociales son ¡°la cara A del disco; la parte saludable¡±. En ellas, dice, se divierte, encuentra m¨¢s originalidad que en otras plataformas y sigue escribiendo. Pero matiza: ¡°Escribir en el m¨®vil es un tobog¨¢n para la p¨¦rdida. Acumulo digitalmente porque no tenemos espacios f¨ªsicos para nuestros recuerdos. Desear¨ªa m¨¢s estanter¨ªas y menos nube¡±.
No se vende el producto, se vende la emoci¨®n. La soci¨®loga Eva Illouz lo define en Intimidades congeladas y Capitalismo, consumo y autenticidad (ambos de Katz Editores) como emodity (uni¨®n inglesa de ¡°emoci¨®n¡± y ¡°mercanc¨ªa¡±). Como el consumo y la vida emocional se entrelazan y las mercanc¨ªas facilitan la experiencia de emociones, estas se convierten en mercanc¨ªas.
Cristina Guerrero, burgalesa de 24 a?os, es fot¨®grafa e imparte clases de arte. Empez¨® a usar estas plataformas en la universidad. En ellas compart¨ªa contenido, pero ¡°sin ser solo un almac¨¦n, era un espacio de intercambio¡±. De todas las pel¨ªculas que ha visto desde entonces, no tiene una sola sin valorar (lleva ya 898). Confiesa, no obstante, que las rese?as y puntuaciones que publica y las listas que guarda son una ¡°desconfianza¡± hacia su memoria. Al no poder tener su estanter¨ªa llena de ced¨¦s, tiene Spotify (le pasa lo mismo con cualquier otro producto cultural). Organiza todo ah¨ª mismo, pero lo hace con el ¡°anhelo de lo f¨ªsico¡±.
Sandra Fern¨¢ndez resalta tambi¨¦n que un rasgo importante para entender el auge de estas plataformas es: ¡°Compramos o consumimos [objetos o experiencias] no solo por lo que son, sino por lo que identifican¡±, lo que tambi¨¦n aplica a estas aplicaciones. Para la profesora, estas redes funcionan como parte de la ¡°estetizaci¨®n del yo¡± o, lo que es lo mismo, qui¨¦n es uno y c¨®mo lo presenta a los dem¨¢s.
Francesca Rosi (Florencia, Italia, 25 a?os) estudia Arte, y suscribe lo anterior, pero lo define de otra forma: ¡°Es mi microh¨¢bitat, mi perspectiva, mi elecci¨®n, mi propio puesto avanzado de investigaci¨®n del mundo exterior¡±. Para Rosi, utilizar estas aplicaciones no es solo personal, sino pol¨ªtico. Considera que al hacerlo rompe la velocidad del consumo art¨ªstico [¡±que es olvido¡±], y que al hacer listas, como ¡°para escuchar en el desayuno¡±, ordena un universo ca¨®tico.
Al preguntarle por sus recopilaciones, recurre a Agn¨¨s Varda y responde que son necesarias.
¡ª?Por qu¨¦?
¡ªPor protegerme.
¡ª?De qu¨¦?
¡ªDel vac¨ªo.