El PP gallego se pasa a la clandestinidad
En busca de los votos moderados, los populares hacen una campa?a personalista y omiten sus propias siglas
Hay pruebas irrefutables de que los socialistas, los nacionalistas del BNG o las fuerzas izquierdistas de Galicia en Com¨²n se presentan a las elecciones auton¨®micas del 12-J. Lo atestiguan sin lugar a dudas sus carteles, con los logos bien visibles: la rosa del PSdeG, la estrella roja sobre la bandera de Galicia que distingue al Bloque, la policrom¨ªa en tonos morados de los aliados locales de Pablo Iglesias. Lo corroboran tambi¨¦n los coches con megafon¨ªa que, a la vieja usanza, a¨²n recorren los pueblos pidiendo el voto para esas opciones pol¨ªticas. ?Y el PP? ?D¨®nde est¨¢ el segundo partido de Espa?a, el que ha gobernado Galicia durante 33 de los 39 a?os de autonom¨ªa y que, seg¨²n todos los sondeos, se encuentra en las mejores condiciones para renovar su mandato el pr¨®ximo domingo?
Colgadas de las farolas en las grandes avenidas de las ciudades o pegadas en los paneles electorales en las plazas de los pueblos, abundan las fotograf¨ªas de Alberto N¨²?ez Feij¨®o. Su nombre y su rostro, todav¨ªa con un cierto aire juvenil, copan el paisaje. ?Pero cu¨¢l es el partido del presidente de la Xunta y candidato a la reelecci¨®n? Al parecer ¡ªy como ¨¦l mismo repite a menudo¡ª solo uno: Galicia. Los lemas de su mercadotecnia lo proclaman con estridencia gr¨¢fica, incluso por triplicado (Galicia, Galicia, Galicia, como una especie de juramento) o apelando al orgullo aut¨®ctono (Galicia ¨¦ moito, Galicia es mucho). Un poco m¨¢s y hasta acaba asumiendo el t¨ªtulo del libro de cabecera del nacionalismo gallego, el Sempre en Galiza, de Alfonso Daniel Castelao.
Descubrir en sus carteles las siglas por las que se presenta Feij¨®o es como someterse a una prueba de agudeza visual ante el oftalm¨®logo. All¨¢ abajo, en una esquina, se distingue una manchita borrosa. Hay que acercarse mucho para descubrir las alas de una gaviota y, al fin, esas siglas que parec¨ªan haberse desvanecido: PP. Ni que votar a Feij¨®o fuese como firmar un contrato con una compa?¨ªa de seguros: las malas noticias siempre se dejan para la letra peque?a.
Descifrar a los gallegos, ya se sabe, no resulta f¨¢cil. Aqu¨ª casi nunca nada es lo que parece. Ni siquiera esa imagen de Galicia como impenetrable feudo conservador que se ha fijado desde hace d¨¦cadas en el imaginario de la opini¨®n p¨²blica espa?ola. Para perplejidad de los menos atentos, ah¨ª est¨¢n los datos de las ¨²ltimas convocatorias electorales, que han situado a Galicia como uno de los territorios de Espa?a m¨¢s escorados a la izquierda. En las generales de noviembre, fue la cuarta comunidad, tras Catalu?a, Pa¨ªs Vasco y Navarra, donde las fuerzas del centroderecha en su conjunto obtuvieron resultados m¨¢s modestos. En las anteriores, en abril, los socialistas ganaron por primera vez en la historia. La izquierda gobierna en seis de las siete ciudades gallegas y en tres de sus cuatro diputaciones provinciales.
Y, sin embargo, ¡ªhay que insistir: aqu¨ª la l¨®gica siempre es sinuosa¡ª las esperanzas del campo progresista para el 12-J son remotas. La crisis sanitaria reforz¨® a Feij¨®o, que ha ocupado durante meses todo el espacio medi¨¢tico y se ha enfrentado a una epidemia m¨¢s liviana que en el conjunto de Espa?a. Por encima, la izquierda se presenta fragmentada y sin liderazgos fuertes. Justo lo contrario que su rival, quien aspira a abarcar desde votantes de Vox hasta las franjas m¨¢s moderadas del PSOE. Ante este panorama, Feij¨®o, maestro en el arte del disimulo, ha decidido mandar al PP a pasar una temporada en la clandestinidad.
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