Juan Carlos I, el hombre que se gan¨® un destino
El golpe de Estado del 23-F fue su momento culminante. Decidi¨® en qu¨¦ lado de la partida estaba, se la jug¨® y acert¨®
Cuenta un amigo de Juan Carlos I que, en 2010, el por entonces Rey de Espa?a le confes¨®, con una preocupaci¨®n casi obsesiva, que una de las cosas que m¨¢s le atormentaban de abdicar era la de no tener suficiente dinero una vez dado el paso. El amigo le respondi¨® con una pregunta que el Rey no contest¨®: ¡°?Pero, para qu¨¦ quieres t¨² el dinero, si siempre tendr¨¢s un pase de Iberia para viajar donde quieras, si tus amigos saud¨ªes siempre te prestar¨¢n sus apartamentos para que te alojes donde te d¨¦ la gana?¡±. Dos a?os despu¨¦s, en abril de 2012, la figura de Juan Carlos I iniciaba el camino hacia el descr¨¦dito.
Los espa?oles, ahogados en la crisis, se enteraban ese mes de que su Rey se hab¨ªa roto la cadera al caerse una noche en una caba?a de lujo en Botsuana, a donde hab¨ªa ido a cazar elefantes, a 50.000 d¨®lares (42.000 euros) la pieza, junto a su amante, Corinna Larsen, entonces de 51 a?os, y unos amigos saud¨ªes. Aquella fue la primera de una sucesi¨®n de informaciones que termina ¡ªpor ahora¡ª en la revelaci¨®n de los detalles de sus cuentas en Suiza y las idas y venidas de su abogado con maletas llenas de dinero. Al amigo al que hab¨ªa confesado sus miedos a quedarse sin fondos al abdicar le dijo, hace menos de tres semanas, a sus 82 a?os: ¡°Los menores de 40 a?os me recordar¨¢n solo por ser el de Corinna, el del elefante y el del malet¨ªn¡±. Nadie pod¨ªa pensar en un final as¨ª.
Todo empez¨® en 1948, cuando ten¨ªa 10 a?os y fue enviado, lejos de su familia, a educarse a Espa?a y a servir de moneda de cambio entre su padre, don Juan de Borb¨®n, entonces un aspirante a rey en el exilio, y el dictador Francisco Franco. ?l se sinti¨®, durante much¨ªsimo tiempo, como pelota de ping-pong, resignado y solitario, entre esos dos hombres. Su primer colegio fue especial, montado a la carrera expresamente para ¨¦l a las afueras de Madrid. Antes, ya hab¨ªa estado interno y solo en Suiza. Pero esto resultaba peor. Sus compa?eros de clase le recuerdan como un buen chico que destacaba, sobre todo, en los deportes. Varios amigos afirman que fue mucho m¨¢s feliz ¡ªque fue feliz¡ª en las academias militares por las que pas¨®, donde se sinti¨®, por primera vez, integrado en algo, arropado en el esp¨ªritu de camarader¨ªa castrense.
En la Universidad Complutense estudi¨® tambi¨¦n un men¨² especialmente dise?ado para ¨¦l. Los falangistas le menospreciaban, los estudiantes de izquierda le abucheaban y, en general, todos le ninguneaban, consider¨¢ndole poco inteligente. Tras acabar los estudios, pas¨® a desempe?ar una labor difusa, sin funci¨®n concreta, limit¨¢ndose a andar por ah¨ª por si llegaba su momento, que lleg¨® en julio de 1969, cuando Franco decidi¨® nombrarle su sucesor. ¡°?Por qu¨¦ tard¨® en nombrarme? Es la pregunta del mill¨®n. No lo s¨¦¡±, recuerda ¨¦l mismo en un documental titulado Yo, Juan Carlos I, de la productora francesa Cin¨¦t¨¦v¨¦. Su padre le hizo ver que era un traidor; la oposici¨®n a?adi¨® a los insultos el t¨ªtulo de Pr¨ªncipe del R¨¦gimen. Nadie daba un duro por ¨¦l en aquella ¨¦poca, salvo quiz¨¢s ¨¦l mismo. Cuando ya era Rey de Espa?a, le confes¨® a Santiago Carrillo, uno de los que pensaba que no daba la talla, pero que acab¨® convirti¨¦ndose en un buen amigo: ¡°Durante 20 a?os tuve que hacer el idiota, cosa que no es f¨¢cil¡±.
Fue coronado el 22 de noviembre de 1975, con Franco reci¨¦n enterrado en el Valle de los Ca¨ªdos. Tuvo que aprender el oficio sobre la marcha. Al principio, tampoco nadie daba un duro por ¨¦l. Su mote era elocuente: ¡°Juan Carlos el Breve¡±, dadas las pocas certezas que concitaba y la suposici¨®n compartida por muchos de que durar¨ªa muy poco. Contra todo pron¨®stico, triunf¨®. El fallecido exministro socialista Alfredo P¨¦rez Rubalcaba apuntaba en febrero de 2019, meses antes de morir y de que saltaran los esc¨¢ndalos de las cuentas, tres caracter¨ªsticas de la personalidad de Juan Carlos I que resultaron determinantes: ¡°Es un tipo cercano, que te hace sentir bien. Y esto, trat¨¢ndose de un rey, es importante. Segundo: es un tipo listo, un superviviente y se le nota. Es alguien que lo ha pasado muy mal. Hay que recordar su llegada a Espa?a cuando era ni?o. Ah¨ª empez¨® a sobrevivir. Y eso le ha hecho un tipo listo. Y tercero: es valiente. Dir¨¢n que es f¨¢cil ser valiente cuando uno es jefe del Estado, pero no lo es¡±. Hubo una cuarta: supo leer su propio tiempo, conectar con su pa¨ªs y encarnar a una generaci¨®n llamada a pilotar el cambio pol¨ªtico y social en Espa?a.
El golpe de Estado del 23-F fue su momento culminante. Decidi¨® en qu¨¦ lado de la partida estaba, se la jug¨® y acert¨®. Ese d¨ªa se gan¨® el destino con el que llevaba coqueteando desde los 10 a?os. Su popularidad se dispar¨®. Pero un exministro que lo conoce bien asegura que, a partir de entonces, con todo conseguido, con todo ganado, pas¨® a creerse por encima del bien y del mal, a pensar que no deb¨ªa de rendirle cuentas a nadie. Los periodistas que cubrieron su etapa final como Rey aseguran que, con la edad y las enfermedades, dej¨® de ser el hombre simp¨¢tico y accesible y se volvi¨® un tipo gru?¨®n, de mal car¨¢cter, que se enfadaba cuando tropezaba al caminar con el bast¨®n o la muleta.
El aislamiento de La Zarzuela, la fatiga, la edad o simplemente el ego¨ªsmo le atrofiaron el instinto pol¨ªtico con el que supo, en otros momentos, olfatear por d¨®nde iba la sociedad. Ni siquiera para intuir c¨®mo terminar¨ªa lo de las cuentas suizas. Ni para darse cuenta de que los espa?oles de menos de 40 a?os que le ven como el rey de Corinna, del elefante y el malet¨ªn son, en muchos casos, quienes gobiernan el pa¨ªs. Su amigo asegura que, cuando lo vio hace tres semanas, no le encontr¨® especialmente abatido por la situaci¨®n, que parec¨ªa no afectarle demasiado an¨ªmicamente. Acostumbrado a los bandazos de la vida, ¡°se la toma como viene¡±.
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