Esperanzas quebradas detr¨¢s de los cayucos
Familiares de senegaleses llegados a Canarias se lamentan por su bloqueo en las islas y la amenaza de repatriaci¨®n, mientras aguardan por el momento en que puedan trabajar y enviarles dinero
Mohamed Fall solo tiene 13 a?os, pero sobre sus espaldas carga ya con los sue?os de toda una familia. Su padre ciego, su madre enferma, su hermano que quiere y no puede estudiar. Todos conf¨ªan en el ni?o que se subi¨® a un cayuco y ahora vive en un centro de acogida de Tenerife. Pero en Senegal la pobreza apremia. Assane Sy, de 28 a?os, est¨¢ bloqueado en Gran Canaria y cuenta las horas que le faltan para empezar a mandar dinero a su extensa familia en Dakar. El joven Ass Ndiaye sigui¨® los pasos de su padre, quien pas¨® media vida en Espa?a y ahora conf¨ªa en su hijo para hacer un regate a la pobreza. Detr¨¢s de cada migrante, una familia que espera en Senegal.
El presidente espa?ol Pedro S¨¢nchez visit¨® el pasado viernes este pa¨ªs africano y mantuvo un encuentro con su hom¨®logo senegal¨¦s, Macky Sall, en el que acordaron reforzar la cooperaci¨®n en materia migratoria. Durante 2020 desde las costas de Mbour, Dakar o Saint Louis zarparon decenas de cayucos hacia Canarias con cientos de migrantes a bordo, j¨®venes que se jugaban la vida en el intento de tener una vida mejor. Al menos 500 fallecieron en el intento, seg¨²n las cifras de la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones (OIM), pero quienes llegaron tampoco han podido cumplir el sue?o de ayudar a sus familias: los menores deben esperar a?os hasta que pueden trabajar y cientos de adultos permanecen bloqueados en las islas porque el Gobierno ha frenado las derivaciones a la Pen¨ªnsula.
Mohamed Fall, Mbour
Khafa Fall yace tumbado sobre una alfombra en el patio de su casa de Mbour, una ciudad pesquera al sur de Dakar. Oscuros a?os de ceguera le han impedido ver crecer a sus seis hijos. Por eso es Said, de 21 a?os, quien da vueltas y m¨¢s vueltas al acertijo imposible de c¨®mo sacar adelante a los suyos. ¡°Mam¨¢ vend¨ªa en el mercado, pero enferm¨®. Lo intent¨¦ con el f¨²tbol, llegu¨¦ a estar preseleccionado con el equipo nacional sub17, pero hasta para eso no basta con el talento, necesitas contactos. As¨ª que me volqu¨¦ en los estudios. El problema es que no puedo ni pagar la matr¨ªcula de la universidad, tuve que pedir un pr¨¦stamo a un amigo¡±, asegura Said. En esas estaba cuando su hermano peque?o, Mohamed, de 13 a?os, se subi¨® a un cayuco para no volver.
¡°Un d¨ªa me dijo que lo ¨²nico que le reten¨ªa es que yo era el mayor, pero que si yo no me iba se ir¨ªa ¨¦l. Le coment¨¦ que era muy peligroso, que lo pensara bien, pero su cabeza funciona de otra manera a la m¨ªa, no tuvo paciencia. Con solo 11 a?os hab¨ªa dejado la escuela y trabajaba como pescador con un t¨ªo suyo, le obsesiona ayudar a la familia¡±, a?ade. Fue el d¨ªa de Navidad. El a?o pasado. No dijo nada a Said ni a su padre ni a sus hermanas. Simplemente se fue. ¡°Estuvo ocho o nueve d¨ªas en el mar. No puede dormir ni una sola noche hasta que no me avisaron de que hab¨ªa llegado bien¡±, relata Said Fall.
En su tel¨¦fono m¨®vil muestra las fotos de su hermano Mohamed. Jugando un partido de f¨²tbol, en un pinar de Tenerife, en la playa. Se le ve contento. ¡°Est¨¢ acogido en un centro. Le han dicho que no puede trabajar, que primero tiene que hacer una formaci¨®n. ?l est¨¢ pensando en fontaner¨ªa o electricidad. No quiere volver a ser pescador. Es una gran oportunidad para ¨¦l, yo lo apoyo en esa decisi¨®n pero a la familia les gustar¨ªa que pudiera trabajar ya y mandar dinero¡±, dice Said, quien se est¨¢ pensando ingresar en el Ej¨¦rcito. ¡°No es mi vocaci¨®n, no me gusta. Quisiera estudiar Finanzas, pero hasta que Mohamed pueda ayudarnos pasar¨¢n a?os¡±, revela. El tiempo pasa m¨¢s lento en la casa de los Fall.
Assane Sy, Dakar
Mbour fue uno de los puntos calientes de salida de cayucos hacia Canarias en 2020. Pero no el ¨²nico. En el barrio de Medina, en Dakar, Mar¨¦me Fall parece cansada. Desde que comenz¨® la pandemia de covid-19 y cayeron en picado los ingresos de su marido, vendedor de artesan¨ªa para los turistas, ella se levanta temprano cada d¨ªa y trabaja como empleada dom¨¦stica. No queda otra. Entre el habitual revuelo de la casa familiar llena de ni?os correteando y mujeres afanadas en sus quehaceres, Fall extra?a a su hijo. ¡°Assane se fue en cayuco a Canarias por toda esta situaci¨®n. Lo voy a hacer por ti, reza por m¨ª, me dijo. Pas¨¦ un miedo atroz. Esos 15 d¨ªas de espera fueron el infierno en la tierra¡±, asegura.
Para contribuir al sustento familiar, Assane Sy, de 28 a?os, cog¨ªa marisco en Soumbedioune. ¡°Pero ¨¦l so?aba con mejorar. Mira esta casa en la que vivimos tantas personas que no podr¨ªa ni contarlas¡±, asegura Mouhamadou Mbaye, su padrastro, ¡°los que emigran se pueden construir edificios bonitos¡±. La tentaci¨®n es poderosa y habita en la casa de al lado. Antes que ¨¦l lo intent¨® un primo suyo, pero desde que zarp¨® de Mauritania hace dos a?os no han tenido noticias de ¨¦l. ¡°Si los gobiernos europeos dieran visados no habr¨ªa que arriesgar la vida¡± asegura su t¨ªo Pape Fall, padre del joven desaparecido, ¡°aqu¨ª no hay trabajo, no hay nada. Mientras tanto en Europa puedes triunfar si te esfuerzas¡±.
El mantra del ¨¦xito repica en todas las conversaciones, es la clave de b¨®veda del hecho migratorio. La realidad es muy diferente. Assane Sy lleva m¨¢s de cinco meses en Canarias y no ha podido seguir su camino hacia la Pen¨ªnsula, donde esperaba buscarse la vida como ha hecho siempre. Ahora vive en una pensi¨®n gracias a la solidaridad del colectivo Somos Red. El Gobierno espa?ol le impide viajar a Madrid. Cientos est¨¢n peor, deambulan por las calles porque no quieren estar en macrocentros masificados donde los problemas abundan. ¡°Nos duele que est¨¦ en esa situaci¨®n, es muy frustrante. Y m¨¢s cuando escuchamos que Espa?a y Senegal negocian para repatriarlos. ?Esa es manera de tratar a las personas que buscan un futuro?¡±, se pregunta Mar¨¦me Fall. ¡°Si lo traen de vuelta, va a intentarlo otra vez, eso seguro¡±, tercia Pape Fall.
Ass Ndiaye, Joal
Al sur de Dakar, en la ciudad costera de Joal, Mor Ndiaye, de 56 a?os, est¨¢ nervioso. Su hijo menor Omar fue detenido la noche anterior por pescar con el peque?o cayuco familiar en una zona prohibida. Ahora tiene que pagar 100.000 francos CFA que no tiene (unos 150 euros) para que lo liberen. ¡°Es muy injusto¡± se lamenta entre dientes en un perfecto espa?ol. ¡°Yo me fui en 1994. Mi padre tuvo muchos hijos y no hab¨ªa para todos. Me dieron un visado y vol¨¦ en avi¨®n a Madrid. Durante unos 20 a?os hice de todo, trabaj¨¦ en el campo, en la construcci¨®n y luego en un barco, saltando de Granada a Almer¨ªa, luego Tenerife, Ibiza y Lleida. Hace siete a?os decid¨ª regresar porque mi padre enferm¨®¡±, asegura.
Su hijo mayor, Ass Ndiaye, de 17 a?os, quiso seguir sus pasos aunque el tiempo de los visados ya pas¨®. ¡°Yo le contaba de Espa?a y ¨¦l no tuvo dudas¡±, explica su padre. El chico era pescador, pero el continuo descenso en las capturas que los propios marineros atribuyen a la creciente presencia de barcos chinos que compiten con los artesanales, le llev¨® a so?ar otra vida. ¡°Nuestro Gobierno est¨¢ vendiendo el mar a los extranjeros y aqu¨ª nadie nos ayuda¡±, se queja Mor Ndiaye. El pasado mes de octubre, el joven Ass se sub¨ªa a un cayuco no para pescar, sino para llegar a Canarias. Ahora est¨¢ en un centro en Las Galletas, en Tenerife. ¡°Yo lo que quiero es trabajar¡±, asegura por tel¨¦fono desde all¨ª, ¡°no he venido de paseo¡±. Su padre lo tranquiliza desde Joal. ¡°Le digo que haga alg¨²n curso, que se forme, que respete a la gente. Lo dem¨¢s ya vendr¨¢¡±.
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