La memoria del asesino falangista de Belchite
Una investigaci¨®n del periodista y pol¨ªtico popular Pedro Corral revela el caso de Constantino Lafoz, que fusil¨® a 55 personas y muri¨® dos a?os despu¨¦s en un campo de concentraci¨®n republicano
Belchite era un pueblo de Zaragoza de 3.800 habitantes gobernado desde 1933 por el socialista Mariano Castillo Carrasco. El 20 de julio de 1936, dos d¨ªas despu¨¦s del golpe de Estado del general Franco que se acab¨® convirtiendo en la Guerra Civil, milicias falangistas lo depusieron. El alcalde Castillo se suicid¨® para que los sublevados no tomasen represalias contra su esposa y su hijo, lo que no evit¨® que los fusilaran, al igual que asesinaron a unos 400 civiles inocentes.
En agosto de 1937, las tropas leales a la Rep¨²blica tomaron el municipio. Constantino Lafoz, militante falangista, fue detenido, y en los interrogatorios admiti¨® haber fusilado a 50 hombres y cinco mujeres indefensos en los ¨²ltimos d¨ªas de julio de 1936. Fue enviado a un campo de concentraci¨®n republicano, donde muri¨® el 17 de noviembre de 1938, seg¨²n documentos que alberga el Centro Documental de la Memoria Hist¨®rica.
Lafoz, agricultor de 34 a?os y padre de cuatro hijos, se hab¨ªa afiliado a Falange el mismo d¨ªa en que los seguidores de Jos¨¦ Antonio Primo de Rivera entraron en el pueblo y comenzaron a asesinar a los partidarios de la Rep¨²blica. Al ser arrestado, declar¨® que los cr¨ªmenes fueron ordenados por falangistas, requet¨¦s y miembros de Acci¨®n Ciudadana, una milicia antiobrerista. Unas 150 v¨ªctimas fueron arrojadas a fosas comunes en el interior del cementerio y otras 250 sepultadas junto a las tapias.
Pedro Corral ¡ªperiodista, parlamentario del PP en la Asamblea de Madrid y autor de varios libros sobre la Guerra Civil¡ª ha tratado de reconstruir el caso de Constantino Lafoz. El pol¨ªtico popular cree que el falangista, tras ser detenido, fue sometido a un juicio sumar¨ªsimo por los tribunales republicanos y condenado a un campo de concentraci¨®n. ¡°Posiblemente fuese acusado de adhesi¨®n a la rebeli¨®n militar. Lo que parece claro es que su confesi¨®n del crimen debi¨® de agravar su condena. Alguna fuente se?ala que muri¨® por los malos tratos recibidos durante su paso por el campo de prisioneros¡±, asevera.
Tras finalizar la contienda, todos los ayuntamientos espa?oles recibieron la orden de elaborar una ¡°relaci¨®n de personas residentes en el t¨¦rmino municipal que durante la dominaci¨®n roja fueron muertas violentamente o desaparecidas y que se cree fueron asesinadas [por los republicanos]¡±. En esos listados elaborados por los municipios se indicaba el nombre del fallecido, su filiaci¨®n pol¨ªtica, la edad, la profesi¨®n y si se hab¨ªa encontrado su cad¨¢ver.
En el caso de Lafoz, se se?ala que se desconoc¨ªa d¨®nde estaba su cuerpo. Curiosamente, no se indica que era miembro de la Falange, a pesar de que as¨ª lo manifest¨® ¨¦l cuando fue detenido por los republicanos en 1937.
Aunque, de momento, no se han hallado los documentos judiciales que condujeron a Lafoz al campo de concentraci¨®n, Corral s¨ª ha encontrado uno de los sumarios que condenaron a muerte o a prisi¨®n a 23 presos franquistas detenidos en Belchite en 1937 tras la dur¨ªsima batalla que destruy¨® el municipio completamente. En ¨¦l, el Tribunal Popular del Juzgado n¨²mero 2 de Caspe abr¨ªa ¡°sumario por los hechos declarados y que se declaren, respecto a la actuaci¨®n de los elementos fascistas sublevados en el pueblo de Belchite, de la oposici¨®n armada que los mismos hayan hecho a las fuerzas del Gobierno leg¨ªtimo de la Rep¨²blica¡±.
Uno de los acusados en ese proceso fue Gabriel Juli¨¢n Artigas, el enterrador municipal de Belchite, que admiti¨® haber dado sepultura [tirados a una fosa com¨²n, algunos de ellos con los pies y las manos atadas] ¡°a 157 personas¡± en el cementerio local y que hab¨ªan sido fusiladas en las tapias del camposanto. Por el trabajo, recibi¨® una compensaci¨®n de 75 pesetas. Artigas, de 58 a?os, declar¨® tambi¨¦n votar ¡°a las derechas¡±, lo que no jug¨® a su favor. Finalmente, con estos argumentos y las pruebas reunidas, fue condenado por el tribunal popular a 14 a?os de prisi¨®n ¡°por auxilio a los rebeldes¡±. Fue, sin embargo, de los m¨¢s afortunados, porque la mayor¨ªa de los acusados fueron condenados a muerte. Entre sus nombres, no aparece el de Lafoz. En 1948, el Gobierno de Franco concedi¨® una pensi¨®n de orfandad a los hijos de Lafoz al haber contra¨ªdo matrimonio su viuda con otro hombre. Las ayudas se mantendr¨ªan hasta que los v¨¢stagos cumplieran 23 a?os. Los hijos de los enterrados en las fosas comunes no recibieron nada.
Corral, adem¨¢s, ha localizado en el Archivo Hist¨®rico Nacional el documento municipal, ya de la ¨¦poca franquista, donde se dan m¨¢s detalles de la muerte del falangista, al igual que de otros vecinos de derechas de Belchite. Pero ¡°como muchos fueron asesinados por las hordas marxistas despu¨¦s de hacer prisioneros cuando fue ocupada esta villa [en 1937], no ha sido posible localizar [todos] los nombres de las personas que pudieran participar en este crimen¡±, se se?ala en el documento municipal. No se hace, en cambio, ninguna referencia a los 400 civiles republicanos asesinados por los golpistas y cuyos cuerpos han comenzado a ser exhumados ahora en una fosa com¨²n de Belchite gracias al proyecto de Memoria Democr¨¢tica, financiado por el Ministerio de Presidencia, la Secretar¨ªa de Estado de Memoria Democr¨¢tica y el Gobierno de Arag¨®n.
Tom¨¢s Quint¨ªn particip¨® en agosto de 1937, con 14 a?os, en la batalla de Belchite, enrolado en las centurias anarquistas de Ascaso. En 1999 relat¨® a Corral para la revista Blanco y Negro lo que vio en la carretera que un¨ªa Mediana y Belchite, municipios distantes diez kil¨®metros: unos 80 cuerpos en las cunetas, hombres y mujeres indistintamente, que parec¨ªan esperar sentados, asesinados por los falangistas. ¡°Parec¨ªa gente dormida, con el sombrero puesto y todo. Yo ven¨ªa por la carretera de Zaragoza acarreando haces de trigo para la era. Iba conmigo un agostero que trabajaba para mi padre. Pascual, le dije, mira esos que duermen. Esos no se despertar¨¢n jam¨¢s, me respondi¨®¡±.
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