Pablo Casado: un mutis para la historia del teatro
La mejor actuaci¨®n del l¨ªder del PP en el Congreso de los Diputados ha sido la del d¨ªa de su despedida
La funci¨®n llega a su final. El p¨²blico est¨¢ expectante ante el desenlace despu¨¦s de escenas de gran tensi¨®n dram¨¢tica. Siempre in crescendo, como debe ser. Un primer acto de presentaci¨®n de los personajes: en este caso son dos j¨®venes pol¨ªticos que parecen ser camaradas y apoyarse en su mete¨®rico ascenso al poder. Pero el segundo acto profundiza en sus personalidades y empezamos a intuir que no son tan amigos, a la vez que descubrimos sus debilidades, sus ambiciones, sus frustraciones¡ En el tercero, ambos comienzan a descubrir sus cartas y eso da pie a un conflicto que estalla en toda su magnitud en el siguiente acto: traiciones, espionajes, cruce de acusaciones, cuchilladas entre las huestes de ambos bandos. Al llegar al quinto sabemos ya qui¨¦n ha ganado la batalla, pero en las buenas tragedias quien importa no es el vencedor sino el h¨¦roe ca¨ªdo. Como bien demostr¨® Shakespeare, la derrota es mucho m¨¢s interesante que la victoria. Por eso las ¨²ltimas palabras debe pronunciarlas el perdedor: toda la historia parece haber sido dispuesta por el dramaturgo para que ese sea el momento cumbre de su obra.
Y as¨ª llega nuestro protagonista Pablo Casado a su escena estelar en el escenario del Congreso de los Diputados de Espa?a. L¨®gicamente, ¨¦l habr¨ªa preferido que su gran momento en ese lugar fuera el de su coronaci¨®n, pero la tragedia ha ca¨ªdo ya sobre ¨¦l y sabe que no tiene sentido seguir rebel¨¢ndose contra el destino. Aunque eso los espectadores todav¨ªa no lo sabemos: h¨¢bilmente, nuestro dramaturgo no nos ha dado pistas sobre las intenciones de su personaje en ese desenlace. De manera que cuando se dispone a hablar el silencio es total y el golpe de efecto funciona de maravilla. El resto de los int¨¦rpretes se mantiene en un segundo plano y el autor demuestra de nuevo su inteligencia al dejar fuera de escena a su rival. Todo el protagonismo debe ser para el h¨¦roe en su mon¨®logo final. La escenograf¨ªa parece tambi¨¦n pensada para que ning¨²n elemento distraiga la atenci¨®n del p¨²blico: un terreno neutral fuera de las trincheras donde se ha desarrollado la guerra.
Empieza el mon¨®logo de Casado. El discurso en el que acepta su derrota y se despide de la batalla. Apela a la ¡°defensa de los m¨¢s nobles principios y valores¡±, muestra ¡°respeto a los adversarios¡± y no olvida mencionar ¡°la causa de la libertad porque ese es el futuro que merecen nuestros hijos¡±. La escena habr¨ªa ganado intensidad dram¨¢tica si el protagonista hubiera hecho alguna menci¨®n a quienes le traicionaron y abandonaron en plena batalla. Algo como aquello que dice Julio C¨¦sar antes de ser asesinado en la obra que le dedica Shakespeare: ¡°?T¨² tambi¨¦n, Bruto? Muere, entonces, C¨¦sar¡±. Pero no siempre hay un Shakespeare a mano y nos tenemos que conformar con un parlamento m¨¢s bien anticlim¨¢tico. No est¨¢ mal como broche de la obra, pero esper¨¢bamos un final m¨¢s apote¨®sico despu¨¦s de una semana trepidante. La actuaci¨®n del actor principal tambi¨¦n decepciona un tanto. Demasiado comedida en el momento cumbre.
Pero es que la obra no ha terminado todav¨ªa. Nuestro autor se hab¨ªa reservado varios ases en la manga para despu¨¦s del que parec¨ªa el mon¨®logo final. Primero, el momento de los aplausos. ?Qu¨¦ aplausos tan teatrales los de quienes d¨ªas antes hab¨ªan abandonado a su suerte al protagonista! Ni el mism¨ªsimo Ch¨¦jov habr¨ªa imaginado tantas capas de sentido en un solo instante. ?Y esa reacci¨®n del protagonista de quitarse la mascarilla como si fuera un ¨²ltimo intento de dar la cara ante los traidores! Aunque lo mejor, sin duda, es su gesto final: un mutis digno de pasar a la historia del teatro y por el que merece la pena haberse tragado el resto del espect¨¢culo. Por sorpresa y sin aspavientos. Impecable. A su pesar, la mejor actuaci¨®n de Casado en el Congreso de los Diputados ha sido la de su despedida. La que quedar¨¢ para el recuerdo. Resulta tremendamente po¨¦tica (y compasiva por parte del dramaturgo) esa salida a tiempo de un personaje que ya no tiene nada que hacer en escena. ?Qu¨¦ podr¨ªa haber hecho sentado en su esca?o despu¨¦s de todo lo pasado?
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