Y ahora, ?de qui¨¦n nos podemos fiar?
Hay herramientas fuera de control usadas para violar la informaci¨®n privada de personas concretas. Necesitamos garant¨ªas de que esto no suceda o, al menos, de que no quede impune
Hace tiempo que sabemos que el mundo est¨¢ cambiando hacia un nuevo orden y que la tecnolog¨ªa es el motor del cambio. Lo que empez¨® como informatizaci¨®n de procesos para hacer eficientes tareas ha derivado en la digitalizaci¨®n de todo nuestro entorno. Esto ha dado pie a la creaci¨®n de imperios empresariales supranacionales que desarrollan servicios globales. El nuevo paradigma es claro: servicios personalizados basados en datos; todo se est¨¢ organizando en torno a la informaci¨®n. Si el orden de la sociedad industrial se construy¨® en torno a la producci¨®n (y a las cuestiones de d¨®nde est¨¢n las f¨¢bricas y a qui¨¦n pertenecen), el nuevo orden se est¨¢ construyendo en torno a la informaci¨®n (d¨®nde est¨¢n los datos y a qui¨¦n pertenecen).
En la construcci¨®n de esta sociedad hay una pugna por hacerse con el control de los datos, la materia prima de la personalizaci¨®n. En esa tesitura, existen empresas que cruzan los l¨ªmites mucho m¨¢s all¨¢ de lo razonable so pretexto de ofrecer un mejor servicio, igual que hacen los Estados con la excusa de la seguridad. El resultado es que la ciudadan¨ªa siente violada su intimidad sin que nadie la defienda adecuadamente. El marco legal no es suficiente y cuando se intentan desarrollar nuevas garant¨ªas, los lobbies act¨²an poniendo trabas o frenando las reformas jur¨ªdicas. Y quien deber¨ªa perseguir estos abusos tambi¨¦n es sospechoso de estar cruzando las l¨ªneas rojas.
Igual que en la Revoluci¨®n Industrial fueron necesarios movimientos civiles organizados en defensa de los derechos relacionados con el trabajo ¡ªlos sindicatos¡ª, en la actual revoluci¨®n digital necesitamos movimientos en defensa de los derechos relacionados con la informaci¨®n. Ah¨ª encontramos a Citizen Lab: un grupo de investigadores desvinculado de la l¨®gica de Estados y empresas, en defensa de los derechos de ciudadan¨ªa en la sociedad digital. Detectan casos de espionaje perpetrados por el software Pegasus y deciden investigar de manera rigurosa qu¨¦ est¨¢ pasando. Lamentablemente, nuestra reacci¨®n ante el CatalanGate fue mirarnos el ombligo en lugar de atender a la causa general: hay herramientas fuera de control que han sido usadas para violar la informaci¨®n privada de personas concretas; necesitamos y merecemos garant¨ªas de que esto no suceda o al menos no quede impune. Lo que est¨¢ en juego son las libertades individuales y la calidad de las democracias.
Es incomprensible que un parlamentario denuncie haber sido espiado y el Congreso no inicie una investigaci¨®n, como ser¨ªa incomprensible que Espa?a no llegara hasta las ¨²ltimas consecuencias al descubrir que el presidente, Pedro S¨¢nchez, ha sido espiado. Deber¨ªamos disponer de herramientas para hacerlo, exigir garant¨ªas, controlar estrechamente las empresas que ofrecen estos servicios. Viendo que ni las empresas ni los Estados est¨¢n seriamente por la labor de defender nuestra privacidad, para ello dependemos de la lucha de la sociedad civil.
La historia nos ense?a que en la ca¨ªda del Imperio Romano ya nadie confiaba en el Senado, y tambi¨¦n que todas las revoluciones tecnol¨®gicas han necesitado un movimiento firme que las corrija. Mientras no cambien su actitud y su determinaci¨®n, con comisiones de investigaci¨®n e impulsando legislaci¨®n europea, para saber qu¨¦ est¨¢ pasando conf¨ªo m¨¢s en Citizen Lab que en la empresa que fabric¨® Pegasus o los Estados que han sido espiados. Sin esta sociedad civil activa, no sabr¨ªamos nada de todo esto.
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