Un ¡®pasaje VIP¡¯ que acab¨® en tragedia: relato de un naufragio en la ruta canaria
La patera en la que viajaba Dino Yomputu hacia Canarias volc¨® cuando iba a ser rescatada. Murieron 27 personas, entre ellas varios beb¨¦s y sus madres. Yomputu sobrevivi¨®: ¡°Aconsejo a cualquiera que no coja esta ruta¡±
Dino Yomputu (Kinshasa, Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo, 35 a?os) llevaba cuatro a?os dando tumbos por ?frica, tratando de encontrar un futuro mejor para sus dos hijos, cuando decidi¨® dar el salto a Europa. ¡°Mi segundo ni?o estaba de camino, y explot¨¦. Me di cuenta de que ten¨ªa que darles una educaci¨®n¡±, cuenta. En Rabat (Marruecos), ¨¦l y su amigo Lukombo Palmusie ¨Dal que Yomputu llama ¡°hermano¡±¨D pagaron 3.700 euros cada uno por un viaje que los llevar¨ªa ¡°en calidad de VIP¡± de El Aai¨²n (S¨¢hara Occidental) a Espa?a. Todo acab¨®, sin embargo, en ¡°una pesadilla¡±, rememora el congole?o en unas oficinas de la Cruz Roja en Las Palmas de Gran Canaria, tres semanas despu¨¦s del naufragio de la patera.
El 26 de abril, en el cuarto d¨ªa de viaje y ya perdidos, fueron avistados por un helic¨®ptero de Salvamento Mar¨ªtimo a 150 millas n¨¢uticas (241 kil¨®metros) al sureste de Gran Canaria. Cuando la nave Guardamar Cal¨ªope trat¨® de rescatar a sus ocupantes ¨D57 personas, seg¨²n el c¨¢lculo de Yomputu¨D, la patera volc¨® y todos cayeron al mar. Perecieron ahogadas 27 personas, entre ellas ni?os peque?os y sus madres. ¡°Los cuerpos de beb¨¦s me pasaban por delante y chocaban contra m¨ª¡±. El superviviente rompe a llorar al relatar lo sucedido. ¡°Aconsejo no tomar esta ruta. No vale la pena¡±, dice.
Yomputu es guitarrista y bajista profesional. Lleva cuatro a?os sin ver a sus ni?os. Reci¨¦n divorciado, en 2018 decidi¨® cruzar el r¨ªo Congo desde Kinshasa y asentarse en Brazzaville, capital de la Rep¨²blica del Congo. Comenzaba as¨ª un periplo que lo llev¨® por el coraz¨®n del continente: Gab¨®n, Camer¨²n, Ben¨ªn, Mali y Mauritania. ¡°Al final, todos los pa¨ªses de ?frica est¨¢n igual, es dif¨ªcil prosperar y llevar una vida mejor¡±. Una vez en Marruecos, pudo ahorrar una peque?a cantidad de dinero actuando en clubes y discotecas, adem¨¢s de espor¨¢dicos trabajos de cocinero. ¡°Trabajaba todo el rato, y todo el rato la m¨²sica me acompa?aba¡±.
El contacto
Un d¨ªa, ¨¦l y su inseparable amigo, el percusionista Lukombo Palmusie, recibieron la visita de otro amigo del Congo quien, les explic¨®, ten¨ªa un contacto que les permitir¨ªa viajar a Europa. ¡°Garantizado, nos asegur¨®¡±. Ese mismo d¨ªa recibieron la llamada: pagar¨ªan 3.700 euros cada uno y tendr¨ªan un tratamiento especial. ¡°Llegar¨ªamos en un d¨ªa a Canarias¡±.
Apenas 24 horas despu¨¦s, partieron hacia El Aai¨²n en bus. ¡°Est¨¢bamos muy motivados con la idea de ser VIP, estaba convencido de que todo iba a ir bien¡¡±. En la ciudad saharaui pasaron varios d¨ªas encerrados en un peque?o local con otras seis personas, durmiendo en el suelo. ¡°Era un poco como estar en la c¨¢rcel¡±, rememora Yomputu. ¡°Pero nosotros est¨¢bamos contentos, nada nerviosos¡±. Se hicieron con provisiones b¨¢sicas e, incluso, dos chalecos salvavidas.
Varios d¨ªas despu¨¦s lleg¨® el momento de ponerse en marcha. ¡°De noche, siempre de noche¡±. Otro coche los recogi¨® para llevarlos a un hangar. All¨ª, el panorama dio un giro: ¡°Hab¨ªa como 120 personas, y muchas mujeres y beb¨¦s¡±. Al rato llegaron dos camionetas pick-up, cargaron a 61 personas y se pusieron en marcha por una ruta que con frecuencia se desviaba hacia el desierto para evitar los controles. Hasta que llegaron a las faldas de una monta?a, donde hombres, mujeres y ni?os pasar¨ªan su ¨²ltimo d¨ªa en el continente, bajo el sol sahariano.
La salida
¡°El mar estaba calmo cuando llegamos a la playa la noche siguiente, a eso de las dos de la ma?ana¡±, recuerda Yomputu. ¡°Pero a los pocos minutos comenzaron a romper olas fuertes, y parte del grupo se puso nervioso¡±. Fue entonces cuando los cabecillas marroqu¨ªes de la mafia les advirtieron de que a bordo no se pod¨ªan subir amuletos, relojes o cadenas. ¡°Cualquier cosa met¨¢lica hab¨ªa que dejarla en tierra porque a los esp¨ªritus del agua, los mami watas, no les gustan las joyas¡±. Cinco o seis migrantes no soportaron el miedo y huyeron poco antes de embarcar. Una vez embarcados, la suerte estaba echada: se hab¨ªa pasado ¡°el punto de no retorno¡±, se?ala Yomputu, que incide en este hecho: ¡°A quienes nos trajeron no les gusta que se sepan sus rutas¡±. Ya a bordo, la violencia del mar hizo que a la barca le costase remontar las tres o cuatro primeras olas. Y, una vez las superaron, el marroqu¨ª que la conduc¨ªa salt¨® al agua y volvi¨® a la orilla. ¡°Un negro tom¨® el tim¨®n y partimos hacia la oscuridad¡±.
Las condiciones en una patera son extremadamente dif¨ªciles, explica Yomputu. ¡°Apenas dorm¨ª en cuatro d¨ªas. Est¨¢bamos muy, muy api?ados. Me toc¨® cerca del borde de la barca y, como hay poco sitio, si te descuidas te caes al agua. Puedes pasarte todo el trayecto f¨¢cilmente en la misma postura¡±. Y su viaje no fue precisamente pl¨¢cido. ¡°Estuve todo el tiempo vomitando, y, encima, parte de mis v¨®mitos le ca¨ªan a un ni?o muy peque?o¡±. La barca avanzaba, pero la traves¨ªa ya empezaba a torcerse. La br¨²jula hab¨ªa dejado de funcionar en los primeros kil¨®metros.
¡°La cosa empez¨® a ponerse tensa el segundo d¨ªa¡±, prosigue. ¡°El capit¨¢n hab¨ªa parado el motor para ahorrar combustible, y todos empezaron a opinar sobre la direcci¨®n que hab¨ªa que tomar. Algunos lloraban y suplicaban que volvi¨¦semos atr¨¢s. El capit¨¢n nos gritaba que hab¨ªa que mantener la calma, que no quer¨ªa morir en el mar. Y, al final, s¨ª que acab¨® ahogado¡±.
Al tercer d¨ªa, presos de la desesperaci¨®n, los tres patrones se dirigieron al pasaje. Estaban seguros de que algunos estaban viajando con amuletos, y que era por eso por lo que todo estaba saliendo mal. ¡°Nos pusimos a cachear a todos, y encontramos a tres mujeres que llevaban tres cadenas de oro en su pelo¡±. Tiraron las cadenas al mar. Y entonces, sostiene Yomputu, las cosas comenzaron a ir mejor. ¡°La br¨²jula volvi¨® a la vida, e, incluso, conseguimos cobertura en el GPS y se?al telef¨®nica. Fue as¨ª, de verdad¡±, asegura. La recobrada se?al telef¨®nica les permiti¨® contactar con Helena Maleno, la responsable de la ONG Caminando Fronteras, quien les facilit¨® coordenadas para avanzar. ¡°De repente todos nos sentimos muy motivados y contentos, animados¡±.
Sin embargo, todav¨ªa quedaba un d¨ªa. Y lo peor estaba por llegar.
La tragedia
¡°A la una de la ma?ana, un helic¨®ptero nos sobrevol¨®¡±, cuenta el m¨²sico. Una hora m¨¢s tarde lleg¨® a la zona la nave Guardamar Cal¨ªope, que ya transportaba en cubierta a otras 80 personas de dos rescates anteriores. ¡°Todo el mundo estaba muy contento. Yo, sin embargo, ten¨ªa un mal presentimiento. Me ajust¨¦ el chaleco y me quit¨¦ todo lo que llevaba debajo para que estuviese pegado al cuerpo. Sent¨ª el peligro acercarse¡±.
La Cal¨ªope comenz¨® las maniobras de aproximaci¨®n, lanz¨® el cabo... Y el caos se desat¨®. ¡°Todo el mundo quiso saltar. Olvidaron que a bordo hab¨ªa embarazadas y bebes. El barco se movi¨® violentamente para un lado, luego hacia el otro¡¡±. Las embestidas hicieron que los 57 pasajeros cayeran al mar. Muchos de ellos, como el propio Yomputu, no sab¨ªan nadar.
Despertamos con una terrible tragedia : veintisiete personas, entre ellas trece mujeres y seis beb¨¦s, mueren tras volcar la patera en la que viajaban. Los supervivientes est¨¢n siendo trasladados por Salvamento a Gran Canaria. #DEP
— Helena Maleno Garz¨®n (@HelenaMaleno) April 26, 2022
¡°De repente, me encontr¨¦ en el agua y todo se convirti¨® en un combate entre la vida y la muerte¡±. Recuerda verse arrastrado por una ola a una distancia que al ¨¦l le parecieron unos 30 metros. ¡°Ah¨ª me sent¨ª morir yo. A mi alrededor pasaban flotadores, pasaban cuerpos de ni?os que chocaban contra m¨ª. Y pod¨ªa o¨ªrlos gritar... A¨²n, por las noches, cuando trato de dormir, me parece escuchar sus gritos¡±.
El ¨²ltimo esfuerzo
¡°Me tengo que dominar, se trata solo de m¨ª¡±, dice que pens¨®. Ech¨® mano de un par de flotadores y trat¨® de avanzar hacia el barco. Tres semanas despu¨¦s, acogido en un centro gestionado por Cruz Roja y sentado en una silla en tierra firme, explica que fue su ¡°hermano¡± Lukombo Palmusie, el pen¨²ltimo en subir a la nave de Salvamento, quien gir¨® la cabeza, lo distingui¨® entre los cuerpos sin vida en el agua y dio la voz de alarma que permiti¨® su rescate in extremis. A ¨¦l se abraz¨® ¡°como un ni?o¡± una vez a bordo. Aun as¨ª, Yomputu tiene otra teor¨ªa: ¡°Fue Dios quien me salv¨®¡±.
Aquella noche desaparecieron en el oc¨¦ano 26 de las 57 personas que, seg¨²n este relato, viajaban en la patera. Salvamento Mar¨ªtimo solo pudo recuperar un cad¨¢ver, el de una mujer. Ahora, Dino Yomputu pretende acabar su ruta en Madrid. Pero antes de explicar sus planes expresa su petici¨®n: ¡°Me gustar¨ªa decirle a todos que no intenten viajar as¨ª, no vale la pena. Y a la Interpol y a la Polic¨ªa: pongan fin a las mafias que enga?an y ponen en peligro a la gente¡±. De nuevo, su propio llanto le impide seguir hablando.
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