El incendio de la sierra de la Culebra se cobra una segunda v¨ªctima mortal
Las brigadas de extinci¨®n localizan el cad¨¢ver de un pastor cerca de la localidad de T¨¢bara. El fuego ha obligado ya a evacuar 25 pueblos
El incendio que golpea la sierra de la Culebra, en la provincia de Zamora, ha sumado este lunes una segunda v¨ªctima mortal. Se trata de un pastor, cuyo cad¨¢ver ha sido hallado en las cercan¨ªas de la localidad de T¨¢bara (900 habitantes), seg¨²n confirman fuentes de los bomberos que trabajan en la zona. Supuestamente, la v¨ªctima sali¨® de su domicilio por la ma?ana desoyendo las advertencias de las autoridades, que ped¨ªan a la poblaci¨®n que no abandonaran sus casas e, incluso, que se trasladaran a localidades menos amenazadas por el fuego. Se trata del segundo fallecimiento registrado en esta cat¨¢strofe natural tras la muerte, el domingo, de un brigadista que se vio atrapado por las llamas. El incendio tambi¨¦n ha provocado heridas a otros dos bomberos, que han sido hospitalizados, seg¨²n las mismas fuentes.
La cortina de fuego que ha provocado ambas muertes avanzaba de madrugada por la zona sur de esta reserva natural tras el incendio que devor¨® 25.000 hect¨¢reas del norte hace un mes. El frente tiene una longitud de 12 kil¨®metros y supone una lengua de destrucci¨®n que cambia de color seg¨²n arrasa pinares. El naranja del suelo se funde con el gris de la humareda que despide el incendio que quema el entorno de T¨¢bara, cuyos vecinos han sido desalojados preventivamente, aunque los focos est¨¢n a una distancia aparentemente lejana. Pero todo puede cambiar, sobre todo el viento, como saben los ganaderos que esquivan a las autoridades y observan desde los caminos c¨®mo arde su forma de vida. Durante la noche, el humo hace escocer los ojos y provoca tos ¨¢spera. Estas ¨¢reas se libraron del incendio anterior, pero el domingo se sumieron en la pesadilla de las llamas. Huele a humo y miedo. Manuel Garc¨ªa, un ganadero local, mira al horizonte y musita: ¡°Es un desastre para Zamora, es la puntilla¡±.
La historia se repite. Calor extremo, tormentas el¨¦ctricas y terrenos secos. El fuego engulle la vegetaci¨®n y crece gracias a las intensas rachas de viento oscilantes. Los bomberos se fajan con las llamas desde que un rayo desat¨® el infierno el domingo por la tarde. A las 13 horas de este lunes, ya eran 14 las localidades desalojadas por la cercan¨ªa de las llamas. Se trata de Olmillos de Castro, T¨¢bara, Abejera, Riofr¨ªo de Aliste, San Mart¨ªn de T¨¢bara, Ferreruela de T¨¢bara, Escober de T¨¢bara, Sesn¨¢ndez de T¨¢bara, Villanueva de las Peras, Bercianos de Valverde, Santa Mar¨ªa de Valverde, Morales de Valverde, Pueblica de Valverde y Litos, seg¨²n la Consejer¨ªa de Medio Ambiente del Gobierno de Castilla y Le¨®n. En total, hay m¨¢s de 1.800 personas desplazadas. En Ferreruela es donde se produjo la muerte del bombero forestal Daniel Gull¨®n, de 62 a?os, a quien el incendio envolvi¨® mientras interven¨ªa con su patrulla. Sus compa?eros, que siguen trabajando, hablan con dolor y rabia sobre lo sucedido a este veterano zamorano, respetado por los suyos y valorado en el gremio por su experiencia de manguerista. Por la noche, la cifra de municipios evacuados ascend¨ªa a 25.
Garc¨ªa, de 50 a?os, explica que conoc¨ªa al fallecido, procedente del cercano Ferreras de Abajo, y que de joven migr¨® a Suiza. ¡°Yo hoy he visto la muerte de cerca¡±, repite el ganadero sobrecogido al recordar la s¨²bita irrupci¨®n del fuego cuando acudi¨® con su viejo coche a San Mart¨ªn para ayudar a desalojar a tres mujeres de 90 a?os de sus domicilios. A¨²n nadie sabe qu¨¦ ser¨¢ de sus hogares. Garc¨ªa asiste a la tragedia con su hijo Unai, de 18 a?os, absortos ambos ante el triste espect¨¢culo. Imposible dormir. Pasan las horas de la madrugada y la tensi¨®n sigue intacta. ¡°Estudio un m¨®dulo agrario y quiero quedarme aqu¨ª, tenemos cabras, ovejas y vacas. En un incendio las peores profesiones son bombero, ganadero y agricultor¡±, sostiene el joven mientras, al fondo, las llamas cambian de intensidad, color y altura si devoran grandes masas de pinos.
El panorama se complica recorriendo la carretera hacia Ferreruela, donde varias brigadas act¨²an con cortafuegos para intentar contener el incendio hacia las tres de la ma?ana. El crepitar y el chisporreteo de este infierno suenan como un soplete cuando apenas unos metros separan a las personas de los focos, mientras que al subir a partes elevadas y m¨¢s distantes, parecen el rumor del mar, una hipn¨®tica melod¨ªa de devastaci¨®n all¨ª donde se vive del campo, sus casta?os, su caza, sus pastos o sus abejas. Padre e hijo debaten sobre la fuerza del viento, que amaina y refresca m¨¢s que las noches anteriores, y se consuelan con que ¡°al menos no ha sido provocado¡±. El chaval refresca con una manguera los terrenos que han arado con el tractor pocas horas antes para proteger su nave con animales, mientras el hombre ense?a la orograf¨ªa y paisajes afectados gracias a una aplicaci¨®n del tel¨¦fono. ¡°Antes no hab¨ªa estos incendios¡±, sostiene Garc¨ªa, exigiendo m¨¢s prevenci¨®n en los montes y m¨¢s recursos para los bomberos, m¨¢s a¨²n tras el episodio mortal que han sufrido.
Las estimaciones de quienes conocen T¨¢bara y sus proximidades apuntan a una extensi¨®n quemada superior a las 25.000 hect¨¢reas de hace unas semanas. Los brigadistas y los guardias civiles tambi¨¦n ponen cara de pesar al calcular el impacto del incendio y admitir que, a falta de cifras oficiales, el inmenso per¨ªmetro invita a ponerse en lo peor. Varios autobuses y comitivas de coches salen de estas localidades hacia Zamora capital o localidades a salvo del fuego, que se ha vuelto a cebar sobre una provincia escasa de industria, muy envejecida y cuyos parajes naturales son una importante fuente de ingresos para muchas familias. La intensidad del incendio impide que la incipiente llegada del amanecer traiga consigo buenas noticias. Padre e hijo corren a llevar sus vacas a un lugar seguro. All¨¢ por donde se mire se ve una marea roja vomitar nubes de humo, chispas y ceniza. Posar la vista en el retrovisor muestra que ah¨ª atr¨¢s, a una velocidad lenta pero constante, sigue aumentando la desgracia.
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