El narco calienta de nuevo la violencia en el Guadalquivir
La agresividad de los narcos, habitual en el Campo de Gibraltar, tensa una zona dominada hasta ahora por traficantes hist¨®ricos y menos conflictivos
Pedro N. M. carg¨® una bala en la rec¨¢mara de su pistola, se subi¨® a un todoterreno BMW y, desde la vivienda prefabricada en la que habitaba en Chipiona, enfil¨® un camino de tierra que lleva al mismo Guadalquivir. All¨ª, a la orilla del r¨ªo, y ayudado por un compinche al que hab¨ªa recogido previamente, carg¨® 20 fardos de hach¨ªs ¡ªunos 600 kilos¡ª envueltos en arpillera, mojados y que apestaban a gasoil. Despu¨¦s, el veh¨ªculo volvi¨® sobre su rodada para salir del Camino de las Marismas, justo cuando el alba del 28 de julio despuntaba sobre los campos de Sanl¨²car de Barrameda. Tan decidido estaba el traficante a sacar el alijo que, cuando los tres polic¨ªas que le segu¨ªan desde la noche anterior le dieron el alto, ¨¦l pis¨® a fondo el acelerador hasta estrellar su coche contra el de los agentes.
¡°Iba con la intenci¨®n de matarnos, quer¨ªa quitarnos de en medio¡±, relata Juan ¡ªnombre ficticio de uno de ellos¡ª una semana despu¨¦s, mientras se?ala los restos del Ford Focus policial, a¨²n tirados en un recodo del sendero. Los dos traficantes huyeron a la carrera. Pedro N. M. fue detenido a primera hora de la tarde cuando se ocultaba con su pareja en hotel de Jerez. Est¨¢ en prisi¨®n imputado por tr¨¢fico de drogas y tentativa de homicidio. El copiloto sigue huido. Un punto ¡ªcolaborador de los narcos para alertarles de los movimientos policiales¡ª tambi¨¦n fue arrestado en las inmediaciones del alijo.
El suceso, que investiga el Juzgado de Instrucci¨®n 1 de Sanl¨²car, ocurri¨® apenas un d¨ªa antes de que decenas de personas se abalanzasen sobre una embarcaci¨®n con 29 sacos de droga que embarranc¨® en la playa de Bonanza, en plena persecuci¨®n con helic¨®ptero de Aduanas. Ni el vuelo bajo de la aeronave disuadi¨® a los ba?istas de apartarse. ¡°Unos miraban, otros protegieron a los perseguidos y otros se subieron a bordo para llevarse uno o dos fardos¡±, resume Javier Bello, jefe de Vigilancia Aduanera en Andaluc¨ªa. La tensi¨®n del momento, grabada por varios testigos, dista de la aparente tranquilidad que se respira en la zona en la ma?ana del viernes 5. El espejismo de calma chicha se rompe tan pronto alguien husmea qu¨¦ paso. ¡°Esos no son de aqu¨ª. Aqu¨ª nada m¨¢s que hay pescadores que se ganan la vida. Son chavales que la l¨ªan¡±, zanja, esquivo, un vecino, antes de cerrar la puerta de su casa.
La respuesta agresiva contra polic¨ªas y aduaneros recuerda a tiempos pret¨¦ritos de la zona, antes de que el plan especial de seguridad pusiera en jaque a los narcos del Campo de Gibraltar y justo cuando el Guadalquivir era conocido como ¡°la autopista del hach¨ªs¡±. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando? ¡°La cosa en Sanl¨²car est¨¢ calentita, bastante fuerte. Hay alijos casi todos los d¨ªas¡±, tercia uno de los jefes de la unidad policial antidroga de C¨¢diz mientras conduce un todoterreno camuflado por Monte Algaida, un diseminado rural donde el narco se hizo fuerte hace a?os. A su lado, Juan le acompa?a, a¨²n dolorido tras haberse tirado a la mediana para evitar el atropello de Pedro N. M. ¡°Se les est¨¢ contagiando la agresividad del Campo de Gibraltar¡±, afirma.
Que la Costa Noroeste de C¨¢diz ¡ªque engloba a Sanl¨²car, Chipiona y Rota¡ª se est¨¢ volviendo m¨¢s violenta es algo de lo que el fiscal antidroga de Jerez, Andr¨¦s ?lvarez, lleva alertando desde hace tres a?os. ¡°Esto se est¨¢ descontrolando y se puede poner salvaje¡±, apunta el fiscal, preocupado. Las advertencias de la Fiscal¨ªa coinciden con el tiempo que Pedro, de 33 a?os, se instal¨® en Chipiona, tras forjar una variada hoja de antecedentes policiales en su Algeciras natal. ?l es un ejemplo de ese narco del Estrecho que, atosigado por la presi¨®n policial, ha forjado alianzas con traficantes de la Costa Noroeste para introducir el hach¨ªs a trav¨¦s del laberinto de marismas, ca?os y salinas que conforman la desembocadura del Guadalquivir. ¡°Lo del Campo de Gibraltar nunca desapareci¨®, solo se ha dispersado. Subcontratan al de aqu¨ª que ahora no tiene solo sus trabajos, sino lo que le encargan¡±, explica ?lvarez.
Sanl¨²car de Barrameda (#C¨¢diz) es nuevamente noticia esta semana por el narcotr¨¢fico.
— JUPOL (@JupolNacional) July 30, 2022
Helic¨®ptero de Aduanas (@aduanassva) tras una persecuci¨®n logra que encalle una narcolancha cargada presumiblemente de Hach¨ªs.
Y qu¨¦ hace la gente? ??#EquiparacionYa pic.twitter.com/w0zcLCTo8O
Las formas del narco campogibraltare?o, m¨¢s joven, agresivo y ostentoso, contrastan con las de los capos del Guadalquivir, m¨¢s mayores, discretos hasta camuflarse con el cl¨¢sico se?orito andaluz y, hasta ahora, algo m¨¢s respetuosos con los agentes. La experiencia de El Tomate, El Candela o El Cagalera, acostumbrados sin aspavientos a que la polic¨ªa les detenga, convive ahora con ¡°gente m¨¢s joven y esa inexperiencia les da un h¨¢lito de adrenalina¡±, asegura Victoriano, portavoz de la Asociaci¨®n Unificada de la Guardia Civil en la zona. A eso el agente suma que ¡°la presi¨®n de las organizaciones criminales europeas es m¨¢s grande para que la droga llegue a buen puerto¡±.
Nerviosos por esa exigencia que colisiona con un cerco policial que ya abarca toda la costa andaluza, el narco del Guadalquivir se ha armado m¨¢s, preocupado tambi¨¦n ¡°porque los vuelcos [robos] entre organizaciones son m¨¢s comunes¡±, apunta el responsable de la Udyco. La consigna de los capos de proteger el alijo a toda costa se materializa en el arsenal de guerra que Pedro ten¨ªa en su vivienda prefabricada de Chipiona o en que los esbirros de estos ya ni duden en ¡°morder¡± a los agentes, seg¨²n el argot de estos ¨²ltimos para referirse a un ataque. El clima es proclive para que los escalones m¨¢s bajos de las organizaciones, esos que viven en zonas desfavorecidas como Bonanza, se lancen tambi¨¦n a hacer lo que haga falta por proteger la droga. ¡°Por mucho que se est¨¦ presionando, no hemos conseguido cambiar la mentalidad de esas personas¡±, reconoce Bello.
El camino de las Marismas parece tranquilo al mediod¨ªa de este pasado viernes. El agente Juan se encuentra con un agricultor que se convirti¨® en testigo accidental de ese amanecer de acelerones, tiros al aire y persecuciones campo a trav¨¦s. ¡°Todav¨ªa se ven las marcas en el cultivo de boniatos, se meti¨® por ah¨ª y tir¨® la valla¡±, rememora el hombre, tras detener su ciclomotor. El vecino de Monte Algaida no quiere problemas, pero lleva a?os viendo c¨®mo a su alrededor el clima social se pudre y est¨¢ cansado: ¡°No queremos nada con ellos. Si yo quiero comprar un campo para cultivar no puedo porque llegan ellos y donde yo doy diez millones [de pesetas, m¨¢s de 60.000 euros], ellos dan 20. Estar en este camino es un compromiso, pasan con sus coches corriendo y qui¨¦n dice que no me pueda pasar algo¡±.
En esas explicaciones anda enfrascado el sanluque?o cuando pasa un coche rojo a baja velocidad. ¡°Este es uno de ellos, de los que informan, no de los que mueven¡ Aqu¨ª nos conocemos todos¡±, tercia. Juan y su jefe se montan en el coche, le siguen unos pocos metros y anotan la matr¨ªcula. Al final del camino, las marcas de rodadura advierten de que, probablemente, despu¨¦s de Pedro alguien m¨¢s ha acercado un todoterreno a la misma orilla del r¨ªo. Un barco tur¨ªstico vuelve de su paseo por el Guadalquivir, las salinas ya viran del rosa al blanco y, al fondo, Do?ana completa el paisaje. Al volver, un hombre con aspecto de trabajador ocioso est¨¢ sentado, inm¨®vil grabando con su m¨®vil al r¨ªo. Juan le mira desde el asiento del copiloto: ¡°Seguramente ser¨¢ un punto [informante de los narcos]. Todo Sanl¨²car ya sabe que estamos aqu¨ª¡±.
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