La discreta vida de los narcos se?oritos
La presi¨®n policial en el Estrecho crea nuevas alianzas entre los traficantes de Sanl¨²car y el Guadalquivir


Resulta tan f¨¢cil camuflarse en las grandes fiestas que acaban siendo las m¨¢s ¨ªntimas... Ya lo dec¨ªa Francis Scott Fitzgerald, por boca de un personaje en El Gran Gatsby. Y la bella, aunque empobrecida, Sanl¨²car de Barrameda no deja de ser esa gran gala de villas de veraneo y gente pudiente. Un buen lugar para los discretos narcos del Guadalquivir y sus gustos de se?oritos: un c¨®ctel de buena vida, romer¨ªas del Roc¨ªo, caballos y peleas de gallos. Hasta ahora, llevaban a?os alijando a la sombra, pasando desapercibidos como hombres de negocios y lejos del estrellato de sus compa?eros de oficio en el Estrecho, pero algo ha cambiado en los ¨²ltimos meses.
El ejercicio de mimetismo que tan bien les ha funcionado en los ¨²ltimos a?os ya no sirve para ocultar el nuevo acuerdo alcanzado con los traficantes del Campo de Gibraltar, atosigados por el cerco policial en el Estrecho. Investigadores de la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil han descubierto c¨®mo los narcos campogibraltare?os han optado por aliarse con los delincuentes sanluque?os para lograr un ¨¦xito en sus alijos que parecen haber perdido ya en su zona de influencia. ¡°Aqu¨ª se les est¨¢ dando apoyo log¨ªstico y han trasladado su infraestructura¡±, reconoce un agente de la zona.
La geograf¨ªa es tozuda y se empecina en ponerlo f¨¢cil para bajarse al moro
Eclipsados por la fama exc¨¦ntrica del narco del Estrecho en estos ¨²ltimos cuatro a?os, podr¨ªa parecer que sus hom¨®logos del Guadalquivir hab¨ªan abandonado el ping¨¹e negocio del hach¨ªs. Pero nunca dejaron de alijar en Sanl¨²car, una ciudad que parece abocada a repetir un bucle espacio-temporal demasiado parecido al de La L¨ªnea de la Concepci¨®n. En ambas localidades, la geograf¨ªa es tozuda y se empecina en ponerlo f¨¢cil para bajarse al moro; si en la primera es por el r¨ªo, en la segunda es por la cercan¨ªa f¨ªsica. En las dos, el paro azota con despiadadas tasas por encima del 30% de desempleo.
El parecido se hizo a¨²n m¨¢s acusado este pasado 4 de agosto, cuando en la playa de Bajo de Gu¨ªa un ba?ista grab¨® a una fore?a ¡ªuna embarcaci¨®n habitual de pesca¡ª cargada con 1.000 kilos de hach¨ªs y custodiada por dos guardias civiles tras una incautaci¨®n. ¡°?Dadnos algo!¡±, ¡°?Han venido los Reyes [Magos]!¡±, gritaban unos y otros, ante la incr¨¦dula mirada de otros adultos y bastantes ni?os. De golpe, record¨® a esos veranos de chocolate y sombrillas en las playas del Estrecho. Coincidi¨®, adem¨¢s, con la advertencia de la fiscal Antidroga de Andaluc¨ªa, Ana Villag¨®mez. ¡°Estamos viendo como vuelven al Guadalquivir y otras zonas de la provincia de C¨¢diz o Almer¨ªa, Huelva, y Portugal¡±, asegur¨® a EL PA?S.
La mayor¨ªa de los narcos sanluque?os juegan al despiste mientras viven en una barriada rural conocida como La Colonia
A bordo de la patrullera R¨ªo Ulla, mientras navega r¨ªo arriba, un agente de la Guardia Civil confirma la impresi¨®n de Villag¨®mez, aunque con matices: ¡°Las gomas [narcolanchas] se pasan ahora d¨ªas en altamar esperando para alijar. Desde aqu¨ª se les abastece de gasolina o lo que necesiten¡±. Esa nueva alianza con los narcos campogibraltare?os se suma a la actividad habitual que los traficantes de Sanl¨²car, Sevilla o Huelva mantienen en la infinidad de marismas del Guadalquivir, con la ayuda de parte de la poblaci¨®n local. ¡°En esos callejones ya alguien habr¨¢ avisado que estamos aqu¨ª¡±, tercia el piloto al llegar a la altura de Bonanza, una barriada humilde de pescadores que linda con el Guadalquivir.
Poco despu¨¦s en tierra, tres polic¨ªas se mueven por la zona en un todoterreno entre calles destartaladas llenas de pintadas. El ambiente est¨¢ tranquilo. ¡°No son tan agresivos. Aqu¨ª no se ha perdido el principio de autoridad, como ocurri¨® en La L¨ªnea, pero aqu¨ª se alija igual. Adem¨¢s, cuanta m¨¢s gente hay en la playa, m¨¢s desapercibido se pasa¡±, sentencia I. M., jefe de la brigada de polic¨ªa judicial de la comisar¨ªa de Sanl¨²car. Se refieren a la discreta actividad de los puntos, los escalafones m¨¢s bajos de los clanes familiares del hach¨ªs de la zona que pasan horas vigilando en la costa para alertar del momento id¨®neo para mover la mercanc¨ªa. Pero los polic¨ªas podr¨ªan referirse tambi¨¦n a sus silenciosos capos.
Porque en una ciudad con m¨¢s v¨ªas de hacer suerte en los negocios ¡ªen este caso, legales¡ª, es f¨¢cil camuflarse como un hombre de ¨¦xito m¨¢s. ¡°A ellos lo que les va son los caballos, los gallos de pelea y su Virgen del Roc¨ªo, no les saques de ah¨ª. Parece que se dedican a cualquier otra cosa, pero cualquiera que sea de aqu¨ª sabe lo que realmente hacen¡±, sentencia un guardia civil.
¡°?Dadnos algo!¡±, dec¨ªan a dos guardias civiles tras decomisar una embarcaci¨®n con 1.000 kilos de hach¨ªs que estaban custodiando
La mayor¨ªa de los narcos sanluque?os juega a ese despiste mientras vive en una barriada rural conocida como La Colonia, una zona de campos y huertas salpicada de buenos chal¨¦s. Ocultos en aficiones de gente de posibles, los narcos tampoco son amantes de grandes apariencias. ¡°No van con los oros [las cadenas], como los de La L¨ªnea¡±, a?ade con sorna uno de los polic¨ªas justo en la puerta de la sencilla casa donde vive uno de los hist¨®ricos delincuentes de la zona.
Con todo, investigadores de uno y otro cuerpo conocen bien los nombres o, m¨¢s bien, los motes de los ¡°cuatro o cinco cabecillas que manejan el negocio¡±, como explica el guardia civil. El Cagalera, El Acu¨¢tico, El Coquina de Oro son los primeros espadas del negocio en Sanl¨²car. Aunque de ellos, resalta un apodo por encima del resto, Antonio El Tomate, un capo de unos 45 a?os. ¡°En la calle se dice que est¨¢ fuerte¡±, asegura el polic¨ªa. Aunque no es nada f¨¢cil cogerle. Su sigilo y prudencia es mayor que su fama. ¡°De ¨¦l bromean que hasta tiene guardado el dinero de la comuni¨®n del ni?o¡±, apunta otro investigador de la zona.
En una de sus idas y venidas con la justicia, El Tomate fue detenido en un evento privado dedicado al mundo del caballo en septiembre de 2011. Entonces le segu¨ªan la pista desde hac¨ªa m¨¢s de un a?o, cuando huy¨® en el transcurso de otra redada de la que consigui¨® zafarse. Pero ese concurso de doma al final no result¨® tan ¨ªntimo como ¨¦l esperaba. Habr¨¢ que ver si ahora, con los narcos campogibraltare?os invitados a la gran fiesta del Guadalquivir, consiguen tambi¨¦n mantener su discreta vida a salvo de investigaciones ¡ªy miradas¡ª indiscretas.
La marihuana de Chipiona o Sanl¨²car, m¨¢s segura y menos penada
Alijar hach¨ªs con Marruecos no es nada f¨¢cil. Hay que ganarse el favor del productor marroqu¨ª, y trasladar la mercanc¨ªa sin sobresaltos de redadas policiales o robos de otras mafias. Por eso, muchos narcos del Guadalquivir est¨¢n optando por diversificar el negocio con plantaciones de marihuana en Jerez, Sanl¨²car o Chipiona en las que ellos son sus propios jefes en una empresa m¨¢s segura y menos penada legalmente. ¡°Ponen a un desgraciado a que les cuide le plantaci¨®n y ellos ganan 30.000 euros cada mes y medio¡±, explica un guardia civil en referencia a cada cosecha. Y mientras la actividad del narco evoluciona y crece en la costa noroeste, el alcalde de Sanl¨²car V¨ªctor Mora pide m¨¢s medios para las fuerzas de seguridad de la zona: ¡°Es una lucha contra la que no se pueden bajar los brazos y en la que toda la sociedad debe estar atenta para atajar esta lacra¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
