Hasta lo verde va por bloques
?Ser¨¢n los municipios el espacio para que la derecha encuentre su sitio en la transici¨®n ecol¨®gica?
El cambio clim¨¢tico no es de izquierdas ni de derechas. El cambio clim¨¢tico ¡°es¡±. Lo que s¨ª diferencia a unas familias pol¨ªticas de otras es la manera de afrontar la transici¨®n ecol¨®gica. Semejante transformaci¨®n no puede ser ajena a los marcos ideol¨®gicos de cada cual, y las propuestas para afrontarlo distan enormemente. Estamos ante uno de los principales debates ideol¨®gicos del momento.
Suele pensarse que esta transici¨®n es propiedad exclusiva de la izquierda, pero muchas de las medidas m¨¢s pioneras adoptadas en Europa, en sus Estados miembros y en muchas de sus ciudades, se han producido con la participaci¨®n e incluso el impulso de fuerzas conservadoras. Sin ir m¨¢s lejos, el Pacto Verde Europeo fue presentado por una presidenta conservadora a un Parlamento de la UE dominado por los conservadores (con una importante minor¨ªa populista de derechas) y a un Consejo Europeo cuya mayor¨ªa compart¨ªa id¨¦ntica tendencia.
El cambio clim¨¢tico preocupa a la ciudadan¨ªa de forma notablemente transversal, y no hay formaci¨®n pol¨ªtica que pueda abstraerse de ¨¦l. ?Por qu¨¦ persiste, entonces, esa idea de que las pol¨ªticas ambientales son propias de las fuerzas progresistas? Porque en Espa?a hasta lo verde va por bloques.
La izquierda va entendiendo ¡ªno siempre fue as¨ª¡ª que cualquier propuesta pol¨ªtica ha de hacerse en el marco de un nuevo paradigma de sostenibilidad. Tanto, que la bandera verde es ya objeto de disputa entre los partidos progresistas. La reciente propuesta de Podemos de revisar la joven Ley de Cambio Clim¨¢tico es una muestra de c¨®mo la formaci¨®n morada pugna por situarse un paso por delante del PSOE en esta materia. Ello sucede en el plano te¨®rico, porque en el pr¨¢ctico, bajando al territorio, las contradicciones persisten. Baste recordar la abstenci¨®n del grupo socialista en el Parlamento andaluz que permiti¨® aprobar una ley para amnistiar los regad¨ªos ilegales de Do?ana, o las dificultades que ha tenido Podemos en algunas cuencas mineras para apoyar el cierre del carb¨®n.
En el bloque conservador las cosas son m¨¢s complicadas. El PP va entendiendo los movimientos empresariales y financieros que quieren tener una posici¨®n activa en los cambios por llegar. En los ¨²ltimos a?os, sus l¨ªderes, sobre todo los m¨¢s j¨®venes, intentan distanciarse de aquel primo de Rajoy que negaba el cambio clim¨¢tico. Sin embargo, mantienen su reticencia ante las pol¨ªticas ambientales. El apoyo al fracking o la legalizaci¨®n de pozos ilegales como los mencionados de Do?ana as¨ª lo indican. La ultraderecha, por su parte, se debate entre negar la mayor, quitarle importancia, o virar hacia un repliegue nacionalista, soberanista y excluyente. ¡°Soberan¨ªa alimentaria¡± significa seguir con las mismas pol¨ªticas agr¨ªcolas que han llevado al campo a un callej¨®n sin salida y ¡°soberan¨ªa energ¨¦tica¡± es sin¨®nimo de energ¨ªa nuclear, como si Espa?a fuera rica en uranio.
Las pr¨®ximas elecciones municipales y auton¨®micas ser¨¢n una prueba de fuego. Alejados del foco de la pol¨ªtica nacional, los Ayuntamientos han de asumir obligaciones como la creaci¨®n de zonas de bajas emisiones en ciudades de m¨¢s de 50.000 habitantes y tienen muchos incentivos, como la jugosa financiaci¨®n europea, para transitar por sendas verdes. ?Suficiente como para romper esas identidades de bloque? Podr¨ªa ser. Unos ejemplos: Vitoria, primera ciudad espa?ola en ser Green Capital, present¨® su candidatura y la gan¨® siendo alcalde el socialista Patxi Lazcoz. A?os despu¨¦s, fue el popular Javier Maroto quien la gestion¨® con ¨¦xito. Recientemente, la Uni¨®n Europa ha elegido siete ciudades espa?olas para apoyar proyectos que les permitan ser clim¨¢ticamente neutras: Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia, Valladolid, Vitoria-Gasteiz y Zaragoza, gobernadas por partidos a izquierda y derecha. ?Ser¨¢n los municipios el espacio para que la derecha encuentre su sitio en la transici¨®n ecol¨®gica?
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