El Raval: jeringuillas, yonquis y delitos
La especulaci¨®n inmobiliaria expuls¨® a muchos vecinos y ahora la inseguridad jur¨ªdica marca la vida de este barrio de Barcelona
Manuela N¨²?ez tiene 74 a?os y naci¨® en lo que entonces se llamaba Barrio Chino ¡ªya hace varias d¨¦cadas que se rebautiz¨® como El Raval¡ª de Barcelona. Ejerci¨® la prostituci¨®n durante d¨¦cadas ¨D¡°siempre para dar de comer a mis hijos¡±¨D, sobrevivi¨® como pudo y malvivi¨® en una infravivienda de 25 metros junto a su familia en el barrio del G¨°tic, a tres pasos de El Raval. Manuela se convirti¨® en un s¨ªmbolo de la resistencia contra la especulaci¨®n inmobiliaria en octubre de 2019. Quer¨ªan expulsarla a ella y a su marido, Juan Solano, de su piso que ya hac¨ªa meses que no ten¨ªa agua, lavabo ni cocina. Por no tener, no ten¨ªa ni puerta de entrada. La presi¨®n vecinal evit¨® el desalojo en cinco ocasiones, pero los Mossos acabaron echando a Manuela de su casa. El Ayuntamiento la reubic¨® en unos pisos sociales en la calle Nou de la Rambla, en el coraz¨®n de El Raval. Manuela regresaba al Chino y en un piso grande con agua, luz, cocina, lavabo y puerta blindada.
El jueves, Juan empujaba la silla de ruedas en la que ahora transporta a Manuela. Se iban de manifestaci¨®n. ¡°El barrio est¨¢ peor que nunca. Es una verg¨¹enza. En el nuevo piso, los okupas quemaron un apartamento y tuvieron que realojarnos. Est¨¢n las calles llenas de yonquis. Nunca hab¨ªa visto el Chino como est¨¢ ahora¡±, renegaba Juan mientras Manuela asent¨ªa con la cabeza. El matrimonio particip¨® en una protesta que concentr¨® un centenar de vecinos cansados de convivir con jeringuillas, consumidores de hero¨ªna, indigencia, pisos vac¨ªos, narcopisos y turistas. Rodeados de comercios de souvenirs y peque?os supermercados car¨ªsimos y de p¨¦sima calidad, abiertos las 24 horas del d¨ªa. Un conjunto de variables que ha hecho imposible vivir en el coraz¨®n de la capital catalana. La manifestaci¨®n, encabezada por un ata¨²d que simbolizaba la muerte del barrio, fue convocada en la puerta de la sala de venopunci¨®n Baluard (en el barrio todos la llaman narcosala), a la que todos, incluso Manuela, acusan de ser el origen de todos los problemas del que fue el Barrio Chino.
¡°En El Raval tenemos un problema real de seguridad¡±. Esta afirmaci¨®n la suscribir¨ªa cualquier vecino, pero la pronunci¨® la semana pasada el teniente de alcalde de seguridad de Barcelona, Albert Batlle (PSC). El edil denunciaba que tras luchar durante a?os policialmente contra los narcopisos, los consumidores de hero¨ªna se hab¨ªan trasladado a pie de calle. ¡°Necesitamos m¨¢s mossos, m¨¢s implicaci¨®n de la Polic¨ªa Nacional, de la Fiscal¨ªa y de la judicatura. Las actuaciones policiales no son suficientes, es como vaciar el mar a cucharadas¡±, lamentaba Batlle. El equipo de gobierno en el Ayuntamiento asum¨ªa la situaci¨®n, pero reclamaba m¨¢s implicaci¨®n del resto de las administraciones. La concejala de salud, Gemma Tarafa, reclamaba a la Generalitat: ¡°En Barcelona tenemos 10 salas de consumo supervisado [las famosas narcosalas]. Fuera de Barcelona hay dos en el ¨¢rea metropolitana, otra en Lleida y otra en Constant¨ª [Tarragona]¡±. El hecho de que la administraci¨®n catalana no haga los deberes lamentaban que cargaba de presi¨®n ¡ªy de heroin¨®manos¡ª a El Raval. Para el equipo de gobierno de Colau hay otro culpable de la situaci¨®n. El concejal de Ciutat Vella, Jordi Rabassa, aseguraba que hay 900 pisos vac¨ªos ¡ªpropiedad de bancos y fondos de inversi¨®n¡ª en su distrito, de los que 400 est¨¢n en El Raval. Son precisamente estos inmuebles los que ocupan las mafias y utilizan o como narcopiso o para vender droga.
Hoy en El Raval viven m¨¢s de 47.000 vecinos, el 60% de los cuales han nacido fuera de Espa?a. En pisos peque?¨ªsimos se hacinan familias enteras, la mayor¨ªa de ellas en situaci¨®n de pobreza o de exclusi¨®n social. El barrio tampoco es muy tentador para el que busca r¨¦ditos electorales. En los ¨²ltimos comicios municipales estaban llamados a votar 20.314 vecinos, de los que solo acudieron a las urnas 9.889. Los que votaron lo hicieron para que Colau (2.770 votos) repitiera. Como todo se cuenta, otro dato interesante es que el Consistorio recoge en estas calles m¨¢s de 47.000 jeringuillas abandonadas a?o tras a?o.
El que los pol¨ªticos admitieran ¡°el grave problema de seguridad de El Raval¡± carg¨® de m¨¢s frustraci¨®n a los vecinos. El Ayuntamiento ha aumentado un 20% el n¨²mero de agentes de la Guardia Urbana patrullando por las calles, pero la situaci¨®n no ha cambiado. Maite [que evita dar su apellido] y Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa son vicepresidenta y presidente de la asociaci¨®n de vecinos Arc del Teatre. Apuntan a quien consideran el origen de los problemas. ¡°Esta situaci¨®n la arrastramos hace 19 a?os, cuando nos colocaron la narcosala en el barrio. Luego la trasladaron todav¨ªa m¨¢s en el centro de El Raval. Aqu¨ª siempre hemos tenido putas, robos, drogas¡ pero los delincuentes respetaban a los vecinos. Ahora no. Esta narcosala es el punto final para el drogadicto, es una barra libre de jeringuillas y acaban pinch¨¢ndose en la calle¡±, lamenta Maite. ¡°El otro d¨ªa, entro en casa y hab¨ªa un tipo pinch¨¢ndose en el pene [utiliza otra palabra] en mi rellano. Este barrio es peligroso. No llevo ni pendientes porque te rajan las orejas para quit¨¢rtelos. Ahora mismo te quitan los calcetines sin tener que quitarte los zapatos¡±, denuncia. Cristina Gilabert vive en la misma calle y colecciona fotograf¨ªas de consumidores de hero¨ªna en su m¨®vil. ¡°Las hago desde la ventana de mi casa. S¨¦ las horas en las que vienen, los que venden, los que se pelean¡ es horrible¡±, mantiene.
Solo un centenar de personas protest¨® por las calles de El Raval. Eso s¨ª, acudieron vecinos de diferentes entidades. ¡°Aunque no est¨¦s de acuerdo al 100% en todo lo que se denuncia hay que apoyar a los vecinos¡±, mantiene Montse [tampoco da el apellido], de la entidad Acci¨® Raval. ¡°He vivido aqu¨ª toda la vida y nunca hab¨ªa visto El Raval como ahora. El barrio est¨¢ abandonado por la droga, los pisos vac¨ªos, los turistas¡ Hay mucha gente que podr¨ªa vivir en estos pisos y no lo hace. En cambio, los propietarios, que son los bancos y los fondos buitre, prefieren que los ocupen las mafias para vender droga¡±.
En Acci¨® Raval se han vuelto especialistas en ver c¨®mo act¨²an las mafias ocupando pisos. En 2017 se lleg¨® a contar un centenar de narcopisos, convirtiendo la escalera del edificio en un infierno para los vecinos. Poco antes del confinamiento se lleg¨® a clausurar el 90% de estas viviendas. ?ngel Cordero, de Acci¨® Raval, mantiene que ahora hay 60 pisos ocupados De ellos, en 15 solo se vende, ya no se consume en el interior. Cuando la polic¨ªa precinta uno de estos inmuebles, las mafias tienen otros preparados para que ¡°el negocio no acabe nunca¡±. ¡°La soluci¨®n no es convertir el barrio en un gran cuartel de polic¨ªa. No hay nada peor que un polic¨ªa aburrido para amargar a vecinos procedentes de otros pa¨ªses. Aqu¨ª necesitamos m¨¢s implicaci¨®n social, m¨¢s educadores de calle, m¨¢s protecci¨®n para estos enfermos que se pinchan en las calles¡±, lamenta Cordero.
Uno de los vecinos que no acudi¨® a la concentraci¨®n fue el comerciante y activista Santi Gonz¨¢lez, de Acci¨® Riera Baixa. El d¨ªa de antes particip¨® en un acto de protesta contra la feria internacional de gestores inmobiliarios que se celebra en Barcelona. Gonz¨¢lez es claro: ¡°Hay 35.000 viviendas vac¨ªas de grandes tenedores en Catalu?a. Aqu¨ª la gente es pobre y encima no se han hecho pol¨ªticas sociales. La ¨²nica soluci¨®n que aportan es polic¨ªa y polic¨ªa. No se dan cuenta de que mientras la gente sea pobre y no tenga casas en las que vivir no solucionaremos nada¡±.
Junto al ata¨²d que representa la muerte de El Raval y que encabeza la protesta hay un joven vestido de cura. Es Carlos Mart¨ªnez, vocal de la asociaci¨®n de vecinos: ¡°Este grado de degradaci¨®n es insostenible. Se ha normalizado la violencia, el consumo de drogas. Bajar al parque se ha convertido en un deporte de riesgo¡±.
Manuela y Juan no acaban la manifestaci¨®n. Se hace tarde y el marido tiene que empujar la silla de ruedas hasta casa. Por el camino hacia su portal se topa con muchos bajos tapiados, algunos por los propios vecinos para que no entren las mafias. En varios portales hay carteles que alertan a los consumidores de hero¨ªna que ya no existe lo que buscan: ¡°Aqu¨ª ya no se vende droga¡±. Muchos saben que las mafias ya tienen un plan b y que las molestias que los vecinos tuvieron durante meses acaban de comenzar en otra escalera del barrio.
Este reportaje forma parte de un juego de espejos sobre dos enclaves los centros históricos de Madrid y Barcelona que han vivido un paralelismo desde la degradación de sus calles al turismo masivo y un posterior aumento del precio de la vivienda. Lea aquí el artículo sobre Lavapiés.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.