La nueva vida de cuatro j¨®venes migrantes extutelados: ¡°Nunca ha parado de trabajar, pero ahora paga impuestos¡±
Unos 16.000 menores extranjeros han conseguido papeles para vivir y trabajar en Espa?a un a?o despu¨¦s de la reforma del reglamento de extranjer¨ªa
Abdetawad Afilal todav¨ªa se pone triste cada vez que ve a una familia pasear por la calle. Sus padres y sus ocho hermanos siguen en T¨¢nger, de donde ¨¦l huy¨® hace siete a?os escondido en la sala de m¨¢quinas de un ferry. El hombre marroqu¨ª, de 24 a?os, vivi¨® seis en Madrid, sin documentaci¨®n, durmiendo en la calle y con trabajos ocasionales que solo pod¨ªa cobrar en negro. Hace un a?o, la reforma de la ley de extranjer¨ªa abri¨® un resquicio para que j¨®venes inmigrantes como ¨¦l, a los que hasta entonces se exig¨ªa un sinf¨ªn de requisitos para legalizar su situaci¨®n, pudieran acceder a la residencia y por tanto a un trabajo. Ahora Abdetawad sirve con soltura la comida y el caf¨¦ en un prestigioso restaurante de Madrid.
Hasta que se aprob¨® esa reforma en octubre de 2021, a los menores extranjeros y j¨®venes extutelados se les demandaban m¨¢s de 2.000 euros de ingresos propios y otros muchos requisitos para renovarles los permisos de residencia y trabajo. El Ministerio de Inclusi¨®n, Seguridad Social y Migraciones reform¨® la ley para rebajar esas condiciones. Se redujeron las exigencias econ¨®micas, se facilit¨® que a partir de los 16 a?os estos j¨®venes pudieran trabajar como cualquier adolescente espa?ol y se aceler¨® el plazo de tramitaci¨®n de los papeles. Mientras, crec¨ªa el discurso de odio contra ellos en un sector de la pol¨ªtica y de la calle. Un a?o despu¨¦s de la entrada en vigor de dicha reforma, alrededor de 16.000 chavales que parec¨ªan destinados a ser invisibles han conseguido los permisos de residencia. En junio del a?o pasado, cerca del 50% estaba trabajando, y la tendencia sigue al alza. Estas son las historias de cuatro de ellos.
De dormir en un callej¨®n a so?ar con ser metre
Abdetawad Afilal lleg¨® con 17 a?os a Tarifa, donde le recibi¨® la polic¨ªa. Cuenta que le condujeron a un centro de menores del que escap¨® asustado. Sin papeles no pod¨ªa apuntarse a ning¨²n curso de formaci¨®n. Ser mayor de edad y no haber estado a cargo de una instituci¨®n de protecci¨®n supon¨ªa estar destinado a la irregularidad. ¡°Hay timadores en la calle que ofrecen documentaci¨®n falsa por cerca de dos mil euros¡±, dice. Pag¨®, pero los papeles nunca llegaron. Vivi¨® en callejones, en casas abandonadas y en una okupada. All¨ª solo pernoctaba, porque no le gustaban ni el ruido ni la fiesta, y porque deb¨ªa trabajar horas de m¨¢s montando unas ferias que nunca disfrut¨®.
Su suerte cambi¨® hace un a?o y tres meses, cuando un colega le habl¨® de la Fundaci¨®n Ra¨ªces, en la que encontr¨® cobijo, formaci¨®n y una manera de cumplir los nuevos requisitos. Consigui¨® los papeles tres d¨ªas antes de la fecha l¨ªmite, su 24? cumplea?os. Con ellos ya puede trabajar. Recibi¨® clases en una antigua nave industrial que ahora hace de restaurante, el Ovillo, que colabora desde hace a?o y medio con la Escuela Cocina Conciencia, parte de la Fundaci¨®n. Entre plantas que trepan hacia las claraboyas del techo, espejos antiguos y mesas que presumen del blanco del mantel, Afilal aprendi¨® a servir. Ahora se ha mudado a uno distinto, el Dspeak de Diego Guerrero. Cobra 1.200 euros y ha alquilado una habitaci¨®n ¡°decente¡± por poco m¨¢s de 200. Por primera vez no duda cuando se le pregunta sobre su futuro:
¡ª ?Cu¨¢l es tu plan?
¡ª Quiero ser el mejor metre de la capital.
Una barra de pan para un viaje de dos d¨ªas
En el parque de Los Lagos de Jerez de la Frontera, unos 20 j¨®venes hacen un corro alrededor de Michel Bustillo, delegado de la ONG Voluntarios Por Otro Mundo. Todos son marroqu¨ªes, han cumplido la mayor¨ªa de edad hace poco y vienen de centros de menores de Ceuta y Melilla. All¨ª escucharon por primera vez el nombre de Michel, y se enteraron de que los pod¨ªa ayudar a conseguir o renovar sus papeles y a buscar trabajo. Algunos llevan ya m¨¢s de un a?o en la ciudad gaditana, otros acaban de llegar. Trabajan o estudian, y viven en los pisos de la ONG hasta que consiguen independizarse.
Todos cuentan que han sufrido situaciones de discriminaci¨®n. En una ocasi¨®n, varios intentaron abrir una cuenta en un banco y los echaron sin darles motivo. Otro d¨ªa, en un supermercado, una se?ora alert¨® a Bustillo de que unos ¡°moros¡± lo estaban siguiendo. ¡°Vienen conmigo, si quieres te los presento¡±, contest¨® ¨¦l. Los que han trabajado en el campo relatan que han recibido insultos y malos tratos por parte de sus superiores. A pesar de todo, sus miradas transmiten ilusi¨®n porque desde que llegaron a Espa?a ¡°ven futuro¡±.
Uno de los chicos es Mohamed Rafik. Lleg¨® en 2019 desde Nador, con 17 a?os. Estuvo internado en el centro de menores la Pur¨ªsima, en Melilla. Cuenta que dorm¨ªa en la misma estancia con otros 83 ni?os, y que, en total, eran unos 700. Ahora vive, con seis compa?eros, en uno de los pisos de la asociaci¨®n. Una de las condiciones para vivir all¨ª es cumplir con las tareas del hogar, y se nota: todo est¨¢ limpio y ordenado. Una gran estanter¨ªa preside el sal¨®n y all¨ª ponen los chicos sus pertenencias: desde unas pesas hasta la novela El ni?o del pijama de rayas.
Cuando cumpli¨® la mayor¨ªa de edad, Rafik abandon¨® el centro sin tener papeles, lo que dificult¨® su b¨²squeda de trabajo y vivienda. Se hosped¨® durante un a?o en un albergue municipal y trabaj¨® en un taller de neum¨¢ticos donde cobraba en negro menos de 300 euros al mes. Al final decidi¨® marcharse de Melilla rumbo a la Pen¨ªnsula. Logr¨® esconderse en el interior de un cami¨®n, entre unos sacos de ropa de segunda mano, junto con su amigo Abdil. ¡°Solo ten¨ªamos una botella de agua y una barra de pan para los dos¡±, recuerda. Desembarcaron en el puerto de Almer¨ªa despu¨¦s de dos d¨ªas y medio de viaje.
Estuvo trabajando un tiempo en los campos recogiendo calabac¨ªn. No guarda buenos recuerdos de aquella ¨¦poca: ¡°Ten¨ªa que hacer el trabajo de dos personas¡±. El 18 de enero le dieron por fin la documentaci¨®n de residencia y trabajo. ¡°El cambio de reglamento le ha facilitado la legalidad. ?l nunca ha parado de trabajar desde que sali¨® del centro, pero ahora lo hace de forma legal, cotizando y pagando impuestos¡±, subraya Bustillo. El joven, que ahora tiene 20 a?os, trabaja como mec¨¢nico en Talleres Racero. ¡°Ten¨ªa que pasar dos meses de prueba, pero me contrataron al tercer d¨ªa¡±, explica orgulloso.
Ahorrar para volver a ver a la familia
Tarik El Fahssi lleg¨® a Espa?a hace ocho a?os, pero por el acento parece que ha vivido en Andaluc¨ªa toda su vida. Al igual que Rafik, viene de Nador y tambi¨¦n estuvo en la Pur¨ªsima y trabaj¨® en el campo. Cumpli¨® los 18 a?os dos meses despu¨¦s del cambio del reglamento. ¡°Ahora le toca renovar sus papeles, y lo har¨¢ por dos a?os con contrato de trabajo y residencia¡±, celebra Bustillo. Antes solo se pod¨ªa renovar por uno. El Fahssi afirma estar muy feliz en el bar Lalomanu, donde trabaja de camarero. ¡°Ir¨¦ a visitar a mi familia cuando tenga algo de dinerito. Hace cuatro a?os que no veo a mis padres¡±.
Seg¨²n los datos de afiliaci¨®n a la Seguridad Social de junio, 2.000 de estos j¨®venes se han empleado en la hosteler¨ªa. Le sigue el campo y el mar, donde son 969. En actividades administrativas hay 776. El n¨²mero de autorizaciones de trabajo crece desde hace un a?o. En junio de 2022, ocho meses despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la reforma, eran 12.083 menores y extutelados con autorizaci¨®n de residencia, frente a los 8.023 de junio del a?o anterior. La afiliaci¨®n tambi¨¦n aumenta. En junio de 2021 eran 2.217. En el verano de este a?o, 6.206.
Un a?o yendo a clases sin saber espa?ol
Mohammed Benamrane lleg¨® a Espa?a para cumplir un sue?o: trabajar entre motores. ¡°Y ahora soy mec¨¢nico¡±, dice orgulloso. Las trabas burocr¨¢ticas le frustraron durante mucho tiempo, pero una semana despu¨¦s de que la reforma entrara en vigor el joven marroqu¨ª ya ten¨ªa trabajo en un taller. Corri¨® a la oficina de extranjer¨ªa para renovar su autorizaci¨®n en cuanto supo que las nuevas condiciones le permit¨ªan hacerlo. ¡°Creo que fui el primero en Valladolid¡±, r¨ªe.
Benamrane sonr¨ªe con complicidad cada vez que su antiguo compa?ero de piso y educador, Alfonso de Nicol¨¢s, le ayuda a expresarse.
¡ª No lo puedo olvidar, si no fuese por ¨¦l yo ahora mismo no estar¨ªa aqu¨ª.
¡ª ?Oye, que me voy a emocionar!
De Nicol¨¢s, el educador social que le ha acompa?ado durante los ¨²ltimos a?os en los pisos de acogida para extutelados de la Fundaci¨®n Adsis en Valladolid, sostiene que ¡°no ten¨ªa sentido mantener a estos chavales y no dejarles trabajar, porque adem¨¢s aportan a la sociedad¡±. El joven, que ahora tiene 23 a?os, iba al mismo tiempo al instituto y aprend¨ªa espa?ol. Luego se sac¨® el grado de formaci¨®n profesional. Lo hizo dos veces: el primer a?o no entend¨ªa espa?ol pero fue a todas las clases ¡°aunque fuera solo a mirar¡±. El segundo a?o lo consigui¨®.
Muchos de estos j¨®venes han tenido un pasado dif¨ªcil y ning¨²n apoyo familiar. El educador explica que cada caso es diferente, pero que ¡°la baja autoestima, el poco nivel educativo y la escasa tolerancia a la frustraci¨®n¡± son habituales. De Nicol¨¢s cuenta, mientras Benamrane se escurre vergonzoso por la silla, que el chico nunca ha querido desechar comida. ¡°Siempre guardaba en su habitaci¨®n una bolsa con pan seco que nadie hab¨ªa querido comer y que ¨¦l no quer¨ªa tirar. Luego paseaba hasta un estanque que hay cerca y se lo daba de comer a los patos¡±, rememora. ¡°Lo sigo haciendo¡±, confiesa ¨¦l, riendo.
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