La Nochebuena de los que la trabajaban: ¡°Es el momento de sentir que le importas a alguien¡±
Una noche en tres puntos diferentes de Espa?a con sanitarios, personas sin hogar y controladores mar¨ªtimos para los que la celebraci¨®n no es tan id¨ªlica
No todas las Nochebuenas son iguales. Ni tan familiares. Ni tan id¨ªlicas. EL PA?S ha estado en tres puntos de Espa?a para pasar la velada m¨¢s familiar del a?o con aquellos a los que les tocaba trabajar o con aquellos que sufren por lo que no tienen. En un centro de salud de Madrid, donde falta un m¨¦dico que atienda las urgencias de la madrugada; en una cena organizada por la Fundaci¨®n Arrels, en Barcelona, donde el objetivo principal consiste en dar calor de hogar a las personas sin techo, y con aquellos coordinadores mar¨ªtimos de C¨¢diz que gu¨ªan todos los d¨ªas del a?o a los buques y evitan accidentes en el mar. En todos, una mesa m¨¢s o menos puesta y, a falta de familia, compa?eros con los que charlar. ¡°Es un momento para sentirse amados y sentir que le importas a alguien¡±, dice Francina Alsina, voluntaria en una de estas cenas.
MADRID
En mitad del caos sanitario
ELENA REINA
Si no fuera por su atuendo, extra?o para una cena de Nochebuena, los que se han sentado alrededor de esta mesa podr¨ªan ser una familia cualquiera. Hay una cocina, un microondas, luces navide?as, gorros de Pap¨¢ Noel, una televisi¨®n. El Rey en la pantalla, no faltan los decepcionados por el discurso. Y en la mesa, langostinos, jam¨®n ib¨¦rico, queso, aceitunas rellenas. De primero, caldo de pescado. Y algunos no pueden evitar quejarse de su trabajo. Uno es director de cine, pero ejerce de enfermero; el celador es tambi¨¦n director de orquesta. Y una chica nueva en la mesa, que ya se siente como en familia. Pero este sal¨®n, que podr¨ªa ser el de su casa, es el de un centro de salud de urgencias del distrito de Arganzuela (Madrid), la noche del 24 de diciembre. Un lugar que resiste como puede el cierre de a?o m¨¢s dif¨ªcil para los sanitarios, que han vivido meses de convulsi¨®n por los cambios de organizaci¨®n y el deterioro de la sanidad madrile?a. En la entrada, un cartel avisa: ¡°No hay m¨¦dico¡±.
El turno comenz¨® con un gesto inesperado. Una vecina lleg¨® a la hora de la comida del s¨¢bado con una bandeja. Toc¨® el timbre y ?ngel, el celador, estaba dispuesto a repetir la cantinela de hace casi dos meses: ¡°No hay m¨¦dico, se?ora. No es que est¨¦ de huelga ni que no quiera venir. Es que la Comunidad no nos ha mandado a ninguno¡±. Pero la vecina ya lo sab¨ªa. Quer¨ªa dejarles unos pasteles precisamente por eso. ¡°Yo s¨¦ que no lo est¨¢is pasando bien y para alegraros el d¨ªa un poquito¡±, le explic¨®.
El centro comparte base con una UVI m¨®vil del Summa 112, que cuenta con m¨¦dico, enfermero y dos t¨¦cnicos de emergencias. El equipo m¨¢s completo y codiciado por los vecinos de Madrid en estos d¨ªas de escasez sanitaria. Tambi¨¦n, con otro equipo de UAD (Unidad de Asistencia Domiciliaria), formado por una m¨¦dica y un enfermero para avisos menos graves. Y el resto, los que forman parte del personal del centro de urgencias, ahora llamado Punto de Atenci¨®n Continuada, dos enfermeras y un celador sin m¨¦dico.
A las 20.45 toc¨® el timbre el que parec¨ªa ser un paciente. ¡°O sea, que segu¨ªs as¨ª. Ayer os mandaron a Galapagar y hoy de urgencias sin m¨¦dico¡±, discut¨ªa con ?ngel en la entrada. Se llamaba Ramiro Ca?as, jubilado de 66 a?os, y hab¨ªa decidido que poco antes de cenar, se iba a dar una vuelta por el centro de su barrio para comprobar que la cosa segu¨ªa igual de mal que hac¨ªa una semana. Forma parte de la Plataforma de Arganzuela por la Atenci¨®n Primaria, y se dedica a comprobar cada d¨ªa la situaci¨®n del centro desde hace un a?o. La exigencia entonces era que abriera el centro, cerrado durante la pandemia, ahora es que tenga alg¨²n sentido. ¡°?De qu¨¦ sirve abrir esto sin un m¨¦dico?¡±, se pregunta Ca?as.
A los cinco minutos lleg¨® otra paciente con su hijo. Una mujer que tem¨ªa tomar un antibi¨®tico que le hab¨ªan recetado, porque en el prospecto hab¨ªa le¨ªdo que no era bueno para una patolog¨ªa que padece. Tendr¨¢ que ir al hospital. A los 30 minutos, en plena hora de la cena, acudi¨® otro hombre con media cara inflamada. ¡°Ya veo, no hay m¨¦dico, ?me voy al hospital, no?¡±, pregunt¨® ya resignado.
Pasadas las 10 de la noche, los sanitarios que parec¨ªan una familia comenzaban a calentar la sopa y a sacar los platos de entrantes. Comentaban con sorna que la gente el d¨ªa de Nochebuena hab¨ªa empezado a beber antes de lo previsto y les hab¨ªa tocado alguno que ¡°estaba inconsciente, pero respiraba¡±. Ni siquiera hab¨ªan empezado con el caldo, y ya sonaban los tel¨¦fonos y el walkie.
¡°?Ves? Os dije que ten¨ªamos que haber empezado a cenar antes. Ahora empieza la marcha¡±, se quejaba una del grupo. Y los equipos de unidades m¨®viles se dividieron en dos y se subieron al coche y a la ambulancia. Los cuatro del Summa volvieron a los minutos. Falsa alarma. Y continuaron con la sopa. Pero nunca tuvieron tiempo de terminarla caliente. M¨¢s avisos. Un incendio en Alcorc¨®n. Un hombre mareado.
El celador segu¨ªa impasible su misi¨®n, perfilando los detalles con los que meticulosamente hab¨ªa dise?ado la decoraci¨®n de la mesa navide?a. Servilletas con ¨¢rboles de Navidad que enrollaban cubiertos de bamb¨² ¡ª ¡°Todo muy ecofriendly¡±, bromeaba¡ª, sombrillas en miniatura que adornaban vasos amarillos de pl¨¢stico, y unos candelabros vestidos con flores. Les quedaba el emperador en salsa y el redondo de ternera. Pero sab¨ªan bien que era muy poco probable que llegaran a sentarse todos juntos m¨¢s de 10 minutos.
No ha sido un cierre de a?o f¨¢cil para ellos. El agotamiento despu¨¦s de la pandemia, que a muchos les ha costado la salud mental, se agudiz¨® con una vuelta m¨¢s de tuerca a un sistema ya al borde del colapso: la reapertura de los centros de urgencias sin sanitarios suficientes. Y mientras en las ¨²ltimas semanas los tira y afloja entre autoridades y sindicatos continuaban con poco ¨¦xito, en los pasillos de centros de salud como este, los que resisten, tratan de salvar los muebles.
¡ªLes queda ¨¢nimo para organizar una cena de Navidad en mitad del caos.
¡ªHombre, si no hacemos esto, ?qu¨¦ nos queda?
BARCELONA
La lucha de las personas sin hogar por sentirse en casa
IVANNA VALLESP?N
Jose, de 65 a?os, conoce bien lo que es dormir en la calle. Acab¨® all¨ª con 16 a?os, tras la muerte de sus padres, pero la suerte le cambi¨® hace unos cuatro a?os. ¡°Una mujer que me ve¨ªa cada d¨ªa dormir en la calle, al final me ofreci¨® una habitaci¨®n¡±, explica. Con un techo que lo cobija, diariamente recibe ayuda ¨Dy tambi¨¦n colabora all¨ª¨D de la Fundaci¨®n Arrels, entidad que desde hace 35 a?os asiste a personas sin hogar. Su rutina es acercarse al centro que la entidad tiene en el barrio del Raval de Barcelona para echar una mano poniendo lavadoras y recogiendo ropa para otros compa?eros. Esta Nochebuena la ha pasado en este mismo lugar, participando en la cena que la fundaci¨®n ha preparado para 120 personas. ¡°Vengo porque ellos son mi familia, y de paso me distraigo y no pienso en otras cosas¡±, afirma.
Para el ¨¢gape de este s¨¢bado, el austero espacio de la fundaci¨®n se ha vestido de gala: una gran pancarta que desea Feliz Navidad se combina con unas luces y unas estrellas doradas y rojas colgadas del techo y presiden las diferentes mesas vestidas con un mantel, tambi¨¦n de estrellas doradas. El men¨² de esta noche: crema de cigala, pollo rustido y pastel de Navidad. Unos platos que se cruzan con todo tipo de conversaciones: el f¨²tbol, un poco de pol¨ªtica, alguna que otra broma y, c¨®mo no, los compa?eros que ya no est¨¢n. Cada cinco d¨ªas fallece en Barcelona un sin techo, seg¨²n datos de la fundaci¨®n.
Esta organizaci¨®n ha logrado montar la cena gracias a los fondos recaudados a trav¨¦s de una cuestaci¨®n, en un a?o que est¨¢ siendo complejo econ¨®micamente para la entidad, que hace poco m¨¢s de un mes lanzaba un grito de alerta, ante la imposibilidad de atender a m¨¢s personas por el incremento de los gastos debido a la inflaci¨®n. Los precios han subido de media un 6,4% en Catalu?a y un 6,8% en Espa?a ¨Daunque en los alimentos de primera necesidad se disparan hasta el 30%¨D, seg¨²n datos del Instituto Nacional de Estad¨ªstica correspondientes al mes de noviembre, en comparaci¨®n con el a?o anterior.
Ferran Busquets, director de Arrels, alerta de que la crisis actual es diferente. ¡°La de hace una d¨¦cada o la de la pandemia afect¨® a una parte de la sociedad, a los que se quedaban sin trabajo, pero muchos no la notaron. La actual [la de la inflaci¨®n] afecta a todos, ricos y pobres. Todos estamos en riesgo¡±, abunda. Este a?o la entidad ha atendido a 2.940 personas y ha detectado, en un recuento que realizan anualmente, 1.231 personas durmiendo en la calle en Barcelona, una cifra similar a la de antes de la pandemia. ¡°Estamos recibiendo muchas consultas de personas que han perdido o est¨¢n a punto de perder la vivienda. El efecto se nota con retraso, pero seguro que el a?o que viene las cifras aumentar¨¢n¡±, advierte.
La cena de Nochebuena es un momento especial en que comparten mesa voluntarios y beneficiarios. Pedro, de 69 a?os, tambi¨¦n carga con una larga experiencia en la calle. Fue arrojado a ella con tan solo ocho a?os. ¡°Mis padres eran alcoh¨®licos y yo tambi¨¦n lo soy, aunque me he rehabilitado gracias a Arrels¡±, cuenta. Su rostro, poblado por las arrugas, muestra el precio de estos largos a?os sin un hogar. Su suerte cambi¨® y hace ocho que vive en un piso de la fundaci¨®n y colabora en el taller ocupacional de la misma entidad, donde ayuda a los sin techo a recuperar su oficio y sus habilidades. A Pedro, que trabaj¨® de cocinero y camarero, lo que m¨¢s le gusta es la encuadernaci¨®n. Este s¨¢bado tambi¨¦n ha acudido a la cena para ayudar a los preparativos. ¡°Yo hago lo que me manden¡±, dice sonriendo. Es una forma de agradecer, a?ade, todo lo que Arrels ha hecho por ¨¦l. Y como muestra, un bot¨®n: ¡°Antes me ve¨ªan por la calle y era peor que el demonio, ahora dicen: ¡®All¨ª va el se?or Pere¡±, explica con orgullo.
Una de las asistentes es una cara conocida en el ¨¢mbito social catal¨¢n. Se trata de Francina Alsina, presidenta de la Mesa de entidades del Tercer Sector de Catalu?a y voluntaria de la fundaci¨®n desde 1989. ¡°A m¨ª me hace m¨¢s humana, creas un nexo fraternal y descubres grandes personas, y eso a m¨ª me enriquece¡±, asevera. Sus hijos son mayores y en casa se celebra la Navidad y Sant Esteve (el 26), pero no la Nochebuena, as¨ª que aprovecha para asistir a la cena de Arrels. ¡°Intentamos llenar un vac¨ªo. Para ellos estos d¨ªas son como un duelo, con mucha tristeza, porque recuerdan las Navidades con la familia. Adem¨¢s, est¨¢n en la calle y ven la alegr¨ªa del resto de la gente, cuando ellos solo quieren llorar¡±, tercia la voluntaria, quien lamenta que los sin techo sean todav¨ªa invisibles para la sociedad, algo que quieren remediar bajo este techo de guirnaldas. ¡°La sensaci¨®n de que no le importas a nadie es muy dura. Pero esta noche est¨¢n en familia, es un momento para sentirse amados y sentir que le importas a alguien¡±.
C?DIZ
Tranquilidad entre t¨¢peres para los controladores mar¨ªtimos
JES?S A. CA?AS
¡°Merry Christmas!¡±. Jos¨¦ Antonio P¨¦rez rompe el formalismo que rige en las comunicaciones mar¨ªtimas para despedirse de un buque que acaba de contactar con el Centro de Coordinaci¨®n de Salvamento de C¨¢diz para comunicarle sus movimientos. Es la primera Nochebuena que P¨¦rez, de 31 a?os, pasa sin sus padres y su abuela, pero se siente agraciado: ¡°Entr¨¦ a trabajar aqu¨ª en septiembre, as¨ª que lo vivo un poco mal porque estoy sin ellos, pero contento por estar trabajando¡±. El controlador no est¨¢ solo en su experiencia, C¨¦sar Fern¨¢ndez, de 49 a?os, ya tiene callo en eso de dejar en casa a su mujer e hija en noches se?aladas por estar en un trabajo que no entiende de festivos. ¡°En verdad, a m¨ª me tocaba el turno de la tarde, pero en mi familia celebramos m¨¢s la tardebuena, as¨ª que prefer¨ª cambiarlo y entrar a las 10 de la noche para estar con ellos¡±, relata Fern¨¢ndez.
La mar ha estado como un plato y pese a las altas temperaturas del d¨ªa, apenas se ha visto niebla. Tampoco viento. La noche pintaba tan tranquila como acab¨® siendo. Pero hab¨ªa que estar. ¡°El servicio es 24 horas al d¨ªa, siete d¨ªas a la semana. Siempre tiene que haber personal de guardia¡±, explicaba Francisco Modet, jefe del Centro de Salvamento Mar¨ªtimo de C¨¢diz. Y eso incluye fechas se?aladas como Nochebuena o fin de a?o. P¨¦rez y Fern¨¢ndez han estado en sus puestos; la tripulaci¨®n del buque Mar¨ªa Zambrano, a bordo, y los de las salvamares m¨¢s peque?as de retenes, en sus casas, con la obligaci¨®n de no tardar m¨¢s de media hora en estar embarcados si reciben un aviso. La torre de control de C¨¢diz controla habitualmente el tr¨¢fico de buques en su ¨¢rea de influencia ¡ªque abarca la zona inmediata al puerto en la Bah¨ªa de C¨¢diz¡ª y la operativa de entrada y salida de mercantes, embarcaciones de recreo, pesqueros y la posible llegada de pateras de inmigrantes, ¡°ya muy disminuida¡±, como explica Modet.
Aunque, en un turno como el de este s¨¢bado, Fern¨¢ndez reconoce que existe una suerte de calma pactada: ¡°La noche es tranquila porque, aunque hay tambi¨¦n un pr¨¢ctico de guardia, la operativa de mercanc¨ªas es muy poca¡±. Apenas hab¨ªa unos pocos barcos fondeados en la bah¨ªa y en Chipiona que reluc¨ªan como puntos aislados en unas pantallas que normalmente est¨¢n llenas de colores e indicaciones. Ni siquiera hay muchas embarcaciones recreativas en el mar, pero el personal est¨¢ mentalizado de la importancia de su trabajo, vital para guiar a los buques y evitar accidentes. ¡°El que trabaja aqu¨ª sabe qu¨¦ es lo que toca¡±, apuntaba Fern¨¢ndez. Tambi¨¦n porque, incluso noches como estas no est¨¢n exentas de sobresaltos. ¡°Hay mucha gente que tira bengalas para celebrar, una de nuestras se?ales de emergencias son las bengalas rojas y eso nos ha hecho m¨¢s de una vez ponernos en prealerta. Ya estamos acostumbrados, pero es una perturbaci¨®n que a veces nos tiene un tiempo intranquilos¡±, a?ade Modet.
P¨¦rez y Fern¨¢ndez han echado su pausado turno hasta las ocho de la ma?ana del d¨ªa de Navidad armados con los t¨¢peres de comida de todo lo que no han podido probar en la mesa, como bromeaba P¨¦rez. Abandonaban la torre de control con el deseo de poder descansar algo. ¡°A dormir unas horas y a almorzar con los m¨ªos¡±, resum¨ªa el controlador novel. Tanto ¨¦l como Fern¨¢ndez tienen la garant¨ªa de que el a?o que viene ya no les caer¨¢ la loter¨ªa de trabajar en fechas se?aladas de Navidad. ¡°Son 16 controladores. Se procura que el que hace este a?o algo, el que viene, no. Si te toca una vez, es probable que no te toque en unos cinco a?os¡±, remachaba Mollet. As¨ª que Jos¨¦ Antonio y C¨¦sar tienen seguro que las pr¨®ximas Navidades las tendr¨¢n libres. Por ahora, estas han terminado sin sustos, seg¨²n confirmaban ambos, horas despu¨¦s en un escueto mensaje de texto al alba: ¡°Buenos d¨ªas. La noche ha sido tranquila. Tan solo un par de movimientos de buques¡±.