Ley del silencio en la Legi¨®n para encubrir un crimen
Un tribunal militar juzga a un sargento por matar a un legionario, y a tres oficiales y cuatro soldados por intentar taparlo
Lavar los trapos sucios en casa y acudir en auxilio del compa?ero ¡°con raz¨®n o sin ella¡± han sido dos de las m¨¢ximas de la Legi¨®n desde que la fund¨® el teniente coronel Jos¨¦ Mill¨¢n-Astray, hace 103 a?os. En el pasado, este supuesto c¨®digo de honor sirvi¨® de excusa para tapar irregularidades y garantizar la impunidad de presuntos criminales. En democracia ya no es as¨ª. Ninguna corporaci¨®n est¨¢ al margen de la ley.
Si no se produce ning¨²n retraso, un capit¨¢n, dos tenientes, un sargento, un cabo y tres soldados de la Legi¨®n se sentar¨¢n a partir del martes en el banquillo del Tribunal Militar Territorial de Sevilla por la muerte de Alejandro Jim¨¦nez Cruz, de 21 a?os. Solo uno de ellos hizo el disparo que lo mat¨®, pero todos mintieron para frustrar la investigaci¨®n. Tanto el presunto agresor como la v¨ªctima eran legionarios, pero un falso corporativismo llev¨® a intentar proteger al primero mientras se negaba a la familia del segundo el derecho a conocer la verdad y obtener reparaci¨®n.
El 25 de marzo de 2019, la 6? Compa?¨ªa de la VII Bandera del Tercio don Juan de Austria, con base en Viator (Almer¨ªa), realiz¨® unos ejercicios con fuego real en el campo de maniobras de Agost (Alicante). El capit¨¢n Antonio Cabello, director del ejercicio, orden¨® a los jefes de secci¨®n, los tenientes Pablo Fern¨¢ndez y Ricardo Gasc¨®n, que los dos pelotones que deb¨ªan disparar, en sectores enfrentados, no lo hicieran simult¨¢neamente por ¡°el grave riesgo que esto supon¨ªa para el personal participante¡±, pero los dos oficiales ¡°hicieron caso omiso de la orden¡±, seg¨²n el relato del fiscal.
El ejercicio consist¨ªa en el asalto a una loma disparando en movimiento contra unos blancos. Los soldados llevaban chalecos antifragmentos ¡ªsin placas antibala¡ª, casco y fusil HK G-36. El pelot¨®n de Alejandro Jim¨¦nez avanz¨® unos 50 metros en formaci¨®n en hilera de combate y, cuando avist¨® los blancos, abri¨® fuego. El teniente Fern¨¢ndez se incorpor¨® sobre la marcha y dispar¨® tambi¨¦n, salt¨¢ndose su papel de supervisor y sin avisar al jefe de pelot¨®n, el sargento Sa¨²l Antonio Guil, ¡°lo que supon¨ªa un riesgo a?adido¡±, en opini¨®n del fiscal.
El jefe de pelot¨®n orden¨® parar el fuego cuando estaban a unos 50 metros de los blancos y dos legionarios se acercaron a comprobar los impactos. Fue en ese momento cuando sorpresivamente el sargento grit¨®: ¡°?Enemigo al frente! ?Al fald¨®n de la monta?a!¡±; improvisando un supuesto ataque que no estaba previsto en el ejercicio ¡°con el objetivo de aumentar el consumo de munici¨®n¡±, seg¨²n el fiscal. Los legionarios se echaron cuerpo a tierra y abrieron fuego, mientras el sargento Guil, de pie, hizo siete disparos en oblicuo, sobre las posiciones que ocupaban sus subordinados, sin aviso previo. El teniente Fern¨¢ndez, testigo mudo, le dej¨® hacer, pese a que deb¨ªa ser consciente de ¡°la peligrosidad de su conducta¡±, seg¨²n el fiscal.
Uno de los disparos del sargento Guil impact¨® en el culat¨ªn del fusil de Alejandro Jim¨¦nez, que estaba rodilla en tierra revisando su arma, y le alcanz¨® en el pecho, perforando el chaleco antifragmentos. Instantes despu¨¦s, grit¨®: ¡°?Me han dado!¡±. Y se desplom¨® hacia atr¨¢s. Fue evacuado en una ambulancia militar pero, antes de llegar al hospital de Alicante, falleci¨®.
A partir de ese momento se inici¨® la operaci¨®n para ocultar lo sucedido. El capit¨¢n Cabello, prosigue el relato de la Fiscal¨ªa, orden¨® que se limpiara de vainas el campo de tiro, lo que supon¨ªa ¡°una clara alteraci¨®n del escenario donde se produjo el incidente¡±. Adem¨¢s, ¡°con el ¨¢nimo de ocultar la verdadera munici¨®n suministrada y empleada¡±, se sac¨® la munici¨®n sobrante de los cargadores y se deposit¨® en una caja, lo que impedir¨ªa saber cu¨¢ntos disparos hab¨ªa hecho cada uno.
Esa misma noche, la Guardia Civil precint¨® la zona con una cinta con la indicaci¨®n ¡°no pasar¡± y un agente advirti¨® al capit¨¢n Cabello de que no accediera nadie porque a la ma?ana siguiente se har¨ªa una inspecci¨®n ocular. El capit¨¢n reuni¨® a los legionarios, les inform¨® de la muerte de su compa?ero y les insisti¨®, ¡°sin tener ning¨²n dato que lo avalara¡±, advierte el fiscal, ¡°en que hab¨ªa sido un rebote y no iba a permitir que le pasara nada malo al personal a sus ¨®rdenes¡±, supuestamente en referencia al sargento Guil.
A continuaci¨®n, Cabello dijo a los mandos de la compa?¨ªa ¡°que se hab¨ªa tratado de un accidente causado por un rebote y que asum¨ªa en exclusiva la responsabilidad¡±, orden¨¢ndoles que declarasen a la Guardia Civil que ¨¦l estaba presente durante el ejercicio, lo que no era cierto. El capit¨¢n, explica el fiscal, intentaba que se asumiera la teor¨ªa de que la muerte la caus¨® una bala rebotada desde el otro sector del campo de tiro, convencido de que nunca se podr¨ªa determinar el origen real del disparo.
A la ma?ana siguiente, dio instrucciones a sus subordinados para que dijesen a la polic¨ªa judicial que, en el momento del disparo mortal, estaban en una posici¨®n m¨¢s atrasada de la real. Poco despu¨¦s lleg¨® la Guardia Civil, que pidi¨® a los legionarios que se situaran sobre el terreno para reconstruir los hechos, pero estos hicieron una falsa representaci¨®n, como les hab¨ªa ordenado el capit¨¢n. ¡°Estos picoletos son unos zoquetes, no saben captar las ideas a la primera¡±, dijo el sargento Guil a sus hombres. El capit¨¢n insisti¨® ante los agentes en que lo ocurrido ¡°lo hab¨ªa visto miles de veces y estaba claro que era un rebote¡±; mientras les urg¨ªa a entregar ya el cad¨¢ver de Jim¨¦nez porque al d¨ªa siguiente estaba previsto el funeral.
Cabello present¨® a su teniente coronel un informe en el que ¡°silenciaba y distorsionaba aspectos fundamentales de la ejecuci¨®n del ejercicio¡±, omitiendo que el sargento Guil improvis¨® un supuesto ataque cuando ya hab¨ªa terminado; y tambi¨¦n falsearon datos los dos tenientes, lo que hizo que la familia del fallecido recibiera una versi¨®n manipulada de los hechos. Fue el testimonio de un legionario amigo de la v¨ªctima, Francisco Jordi P¨¢ez, lo que quebr¨® la ley de silencio impuesta en la compa?¨ªa.
Seg¨²n el fiscal, el 24 de abril, durante una reconstrucci¨®n judicial de los hechos, en presencia de la Guardia Civil, el legionario advirti¨® al sargento de que ¨¦l no estaba cuando muri¨® su compa?ero en el punto donde este pretend¨ªa que se colocara, lo que llev¨® a su jefe a insultarle y amenazarle: ¡°?M¨ªrame a los ojos! Te vas a enterar. ?Te he dicho que te calles la puta boca, cojones!¡±. Y ya en voz baja: ¡°Eres un subnormal¡±. Jordi empez¨® a sufrir la hostilidad y el acoso de superiores y compa?eros (que le hicieron el vac¨ªo y presentaron una denuncia falsa contra ¨¦l) cuando sospecharon que hab¨ªa contado la verdad.
La prueba definitiva fue el informe del Departamento de Bal¨ªstica del instituto armado que determin¨®, en contra de lo que esperaba el capit¨¢n, el origen del disparo: la muerte de Jim¨¦nez no fue el resultado de un rebote, sino de un tiro directo del fusil del sargento. Aunque se hab¨ªa limpiado el campo de maniobras, los restos del proyectil quedaron alojados en el cad¨¢ver.
En sus conclusiones provisionales, el fiscal pide que el sargento Guil sea condenado por los delitos de homicidio imprudente, abuso de autoridad y obstrucci¨®n a la justicia; mientras al capit¨¢n Cabello lo acusa de deslealtad, encubrimiento y desobediencia. Tambi¨¦n imputa a los tenientes Fern¨¢ndez y Gasc¨®n los delitos de deslealtad y desobediencia, aunque al primero lo considera coautor del homicidio imprudente por no haber frenado al sargento. Los padres de Jim¨¦nez creen que la muerte de su hijo no fue un homicidio sino un asesinato y piden tambi¨¦n la condena de un cabo y tres soldados de la compa?¨ªa por encubrimiento.
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