Los menores extranjeros no acompa?ados se independizan
La flexibilizaci¨®n de los requisitos en 2021 elimin¨® trabas para que miles de j¨®venes que emigraron sin familia a Espa?a lograsen sus papeles. Casi tres a?os despu¨¦s, el 60% trabaja, el doble de la tasa de ocupaci¨®n juvenil
Sus compa?eras de trabajo pensaron de ella que era una ni?a bien, mantenida por sus padres, sin ninguna necesidad de trabajar. ¡°?Pero t¨² por qu¨¦ est¨¢s aqu¨ª?¡±, le preguntaron alguna vez. ¡°Cuando les cuento que llegu¨¦ a Espa?a nadando con solo 16 a?os no me creen¡±, afirma Hafsa Zkirim, una joven marroqu¨ª de 19 a?os, inteligente y de sonrisa f¨¢cil. ¡°Me ven bien vestida, me ven sonriente y nadie se imagina lo que pas¨¦. Pero me gusta que piensen eso de m¨ª¡±, se r¨ªe la Hafsa de ahora, la joven feliz, la centrada, la independiente. La Hafsa de hace unos a?os, herida y perdida, est¨¢ guardada bajo llave, aunque se asome de vez en cuando.
Hafsa Zkirim, que perdi¨® a su madre al nacer y a su padre solo cuatro a?os despu¨¦s, lleg¨® desfallecida a una playa de Ceuta a finales de abril de 2021 despu¨¦s de casi tres horas en el agua. Dejaba atr¨¢s su casa en Tetu¨¢n, donde sus hermanos ya hab¨ªan dise?ado un futuro para ella sin ella: abandonar el colegio, trabajar m¨¢s y un matrimonio concertado. ¡°Me maltrataban f¨ªsica y psicol¨®gicamente¡±, recuerda. Se meti¨® en el agua convencida: ¡°O muero o llego¡±.
Zkirim se recuerda en la arena llorando y c¨®mo la valent¨ªa se convirti¨® en miedo durante las noches que tuvo que dormir en la playa. O en las temporadas que pas¨® en el puerto, intentando colarse en un ferry para llegar a la Pen¨ªnsula, con el resto de ni?os de la calle. O en los centros de menores de los que se escapaba colgada de una s¨¢bana por temor a que la devolviesen a su casa. ¡°Era otra Hafsa muy distinta a la de ahora, viv¨ªa con mucha ansiedad¡±, cuenta.
Su paso por la ciudad aut¨®noma coincidi¨® con la entrada masiva de m¨¢s de 10.000 personas en mayo de 2021 y todo se complic¨® algo m¨¢s. Ella misma, sin techo, acab¨® pidiendo ayuda en una de esas naves donde almacenaron a los cientos de ni?os que se colaron en la ciudad aut¨®noma en aquel episodio. ¡°Fue lo peor que me ha pasado en la vida. Dec¨ªan que era mayor de edad y me pusieron con los mayores para mandarme a Marruecos. Y yo llorando todo el rato porque mis hermanos me iban a matar si volv¨ªa. Todos los d¨ªas hab¨ªa peleas y solo nos daban de comer leche y galletas¡±, recuerda. Pero sus pruebas certificaron que era menor y gracias a una f¨®rmula que se explora poco en Espa?a, Ceuta mantuvo su tutela, aunque cedi¨® la guardia a una organizaci¨®n que la acogi¨® en Madrid. Zkirim hizo cursos de cocina, de camarera de pisos, de inform¨¢tica y de camarera de restaurante, el mismo periplo formativo de tantos chavales que al cumplir los 18 a?os se quedaban sin papeles y en la calle.
La suerte de Zkirim fue que, en noviembre de 2021, el Ministerio de Migraciones cambi¨® el reglamento de Extranjer¨ªa para facilitar las autorizaciones de residencia y trabajo a los menores migrantes tutelados y a los j¨®venes extutelados. Dice que su primer empleo en un restaurante, ya mayor de edad, le cambi¨® la vida. Los primeros d¨ªas, sal¨ªa del trabajo y se aseaba en unas duchas para personas sin hogar, para luego ir a dormir a un parque, pero pronto encontr¨® donde vivir y, desde entonces, no ha parado de trabajar. ¡°Yo no tengo otra opci¨®n¡±, advierte. Ahora es encargada del personal que hace de extras en un espect¨¢culo musical de Madrid. ¡°A veces me siento muy orgullosa de m¨ª. Otras, me pregunto por qu¨¦ me ha tocado vivir todo esto, poca gente de mi edad ha pasado lo que he pasado yo... Vivir sin el apoyo de mi familia, de mis amigos, sentirse sola de verdad es muy duro. Pero ahora veo que puedo conseguir lo que me proponga¡±, se felicita mientras se acaricia el cuello, donde acaba de tatuarse un emoticono sonriente.
Con la reforma del reglamento, las entidades a cargo de los menores pasaron a tener un plazo de tres meses ¡ªy no de nueve¡ª para solicitar las autorizaciones de residencia. Al contrario de lo que ocurr¨ªa antes, ese permiso iba a permitir trabajar de forma autom¨¢tica. Tambi¨¦n facilit¨® la obtenci¨®n y la renovaci¨®n de permisos de los que cumpl¨ªan los 18 a?os, un alivio a los requisitos leoninos, entre ellos la independencia econ¨®mica, que se les exig¨ªa.
Las ONG, varias comunidades aut¨®nomas y los expertos consideran un ¨¦xito la iniciativa porque parte del problema del sinhogarismo y la exclusi¨®n en Espa?a se estaba viendo agravada por la precariedad de chavales que no lograban regularizar su vida despu¨¦s de a?os en el pa¨ªs. A 31 de diciembre (los ¨²ltimos datos disponibles), hab¨ªa 15.045 j¨®venes de entre 16 y 23 a?os, tutelados o extutelados, con una autorizaci¨®n de residencia que les permite trabajar. Casi el 70% son marroqu¨ªes, seguidos por los gambianos, argelinos y senegaleses. El cambio supuso dar la vuelta a la l¨®gica de un sistema que invert¨ªa durante a?os en la acogida y educaci¨®n de miles de j¨®venes para despu¨¦s expulsarlos a la marginalidad.
Los tutelados y extutelados trabajan, por sus circunstancias, mucho m¨¢s que el resto de chicos de su edad. Entre los que han logrado sus autorizaciones de residencia y trabajo, el 60% est¨¢ dado de alta en la Seguridad Social, mientras que la tasa de actividad en Espa?a entre los j¨®venes de 16 a 24 a?os es del 36%, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa. Esta diferencia tambi¨¦n se ve entre j¨®venes espa?oles y extranjeros en general, independientemente de las circunstancias en las que emigraron. La tasa de actividad entre la poblaci¨®n joven espa?ola es del 34%, mientras que la de los j¨®venes extranjeros se sit¨²a en el 48,6%.
Michel Bustillo, un referente para este colectivo, celebra que se haya dejado de ¡°relegar a estos chicos al campo¡± (se recurri¨® a ellos facilitando papeles durante la pandemia). ¡°Ahora los vemos en restaurantes, en empresas de construcci¨®n, pero tambi¨¦n en los grados medios y superiores¡±, mantiene Bustillo, delegado de la ONG Voluntarios Por Otro Mundo. ¡°Ahora pueden alquilarse una casa, sacarse el carn¨¦ de conducir, visitar a sus familias¡ su proyecto de vida avanza y est¨¢n casi en igualdad de condiciones que el resto¡±, reflexiona. Aunque a¨²n hay algunos desaf¨ªos que no dependen de cambios legislativos. ¡°La sociedad civil a¨²n tiene unos prejuicios alimentados por algunos partidos pol¨ªticos que siguen criminalizando a los chicos¡±, lamenta Bustillo.
En los m¨¢rgenes, sin embargo, todav¨ªa quedan cientos de j¨®venes. Lourdes Reyz¨¢bal, presidenta de Fundaci¨®n Ra¨ªces, se?ala alguno de los problemas que a¨²n persisten para que los chicos consigan su documentaci¨®n en el pa¨ªs de origen, y reclama m¨¢s ayuda por parte de las entidades que los tutelan. ¡°Otros j¨®venes, que alcanzan la mayor¨ªa de edad con pasaporte y permiso de residencia y trabajo, se quedan en la calle, porque no tienen ning¨²n apoyo a la transici¨®n a la vida adulta por parte de las comunidades aut¨®nomas y la polic¨ªa les para una y otra vez¡±, explica Reyz¨¢bal. ¡°Esto les genera antecedentes policiales, que no penales, y solo por ello y en contra de lo previsto en el reglamento, les deniegan la renovaci¨®n de su tarjeta, dej¨¢ndoles en situaci¨®n irregular¡±.
Volver a casa siete a?os despu¨¦s
Mamadou Moussa Sow fue uno de esos miles de j¨®venes que lograron regularizarse con el cambio del reglamento y, en seguida, empez¨® a trabajar. Las oportunidades est¨¢n contadas para chicos como ¨¦l. Este joven guineano, que ahora tiene 23 a?os, lleg¨® a Almer¨ªa con solo 15 y pas¨® su adolescencia pleiteando para que reconociesen su minor¨ªa de edad. Cuando lograba que le acogiesen en un centro de menores, una resoluci¨®n de la Fiscal¨ªa insist¨ªa en que era mayor de edad. El Supremo acab¨® d¨¢ndole la raz¨®n cuando ya hab¨ªa cumplido 18 a?os y estaba sin papeles. ¡°Fue una ¨¦poca muy complicada. Pas¨¦ m¨¢s de cuatro a?os en los que ni siquiera pod¨ªa comprar un pantal¨®n, mi familia se enfermaba y yo no pod¨ªa ayudarles¡ Es una historia que nunca se borra, aunque yo ahora est¨¦ bien¡±, cuenta en la terraza de un bar de Madrid.
En el camino de Sow, como en el de Zkirim, se cruz¨® la Fundaci¨®n Ra¨ªces, que lleva m¨¢s de 20 a?os apoyando a los ni?os que emigran solos. Por su programa de formaci¨®n Empleo Conciencia han pasado ya decenas de j¨®venes que ahora trabajan en restaurantes de post¨ªn, una iniciativa que les ayuda en su transici¨®n a la vida adulta y que ha sido premiada por el Ministerio de Derechos Sociales. Tras sus pr¨¢cticas en dos restaurantes, Sow comenz¨® a trabajar en diciembre del a?o pasado en DSTAge, el restaurante del chef Diego Guerrero, con dos estrellas Michel¨ªn. ¡°Yo ten¨ªa experiencia, pero nunca hab¨ªa trabajado en un restaurante de tanta exigencia. Al principio me re¨ªa al ver las porciones tan peque?as, ahora explico perfectamente cada men¨² de hasta 22 platos¡±, cuenta. Y se recrea con sus favoritos: el flan sin huevo que ning¨²n cliente es capaz de adivinar que est¨¢ elaborado con el col¨¢geno de los tendones de la ternera o el falso queso, que en realidad es un boniato inoculado con un hongo. Su sue?o es, alg¨²n d¨ªa, abrir un restaurante.
Mohamed Bouyajghal, de 24 a?os, atiende la videollamada en plena mudanza desde J¨¦rez de la Frontera. Est¨¢ exultante, se ha comprado una casa con su novio. La van a llenar de plantas. Bouyajghal emigr¨® a Espa?a en 2016, cuando ten¨ªa 17 a?os. Su peaje hasta conseguir un contrato gracias a la reforma fue el de la explotaci¨®n. ¡°En hosteler¨ªa he trabajado tantas horas gratis¡ Me despertaba a las seis de la ma?ana y trabajaba todo el d¨ªa y luego me iba a otro trabajo hasta las ocho de la ma?ana. Todo sin contrato¡±, relata. ¡°Lloraba en silencio, estaba tan agotado y no ten¨ªa a qui¨¦n contarle mis problemas¡¡±, cuenta al otro lado de la c¨¢mara. ¡°Mi primer contrato llega solo despu¨¦s del cambio de reglamento¡±, se?ala.
Bouyajghal es una celebridad local por sus logros en el boxeo (ha sido campe¨®n de Catalu?a y de Andaluc¨ªa de s¨²per ligeros). Su trabajo, en la cocina de un restaurante de un club de golf, no le deja mucho tiempo para practicar su pasi¨®n, pero no tiene prisa. ¡°Estoy mejor de lo que he estado nunca¡±, asegura. ¡°Tengo muchos sue?os¡±.
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