Un gigante de cien cabezas para atender la emergencia desde el lodazal
Una gasolinera en Paiporta, la zona cero de la dana, se convierte en el mayor puesto de coordinaci¨®n de las tareas de rescate y desescombro, con miles de polic¨ªas, guardias civiles, militares y bomberos organizados por sectores
La noche en la que una tromba de agua aneg¨® casi 80 municipios valencianos, la potente luz de la gasolinera de Antonio Ben¨ªtez, de 79 a?os, se convirti¨® en el ¨²nico faro entre el lodazal. A esa luz de generador lleg¨® esa misma madrugada la Guardia Civil buscando un lugar seguro y cercano en el que organizarse. Despu¨¦s, los bomberos; luego, Protecci¨®n Civil¡ Hasta que hoy la gasolinera Texako de Paiporta, una estaci¨®n de servicio con los carteles descoloridos que hace descuentos a camioneros, se ha convertido en el mayor centro de coordinaci¨®n de emergencias que se recuerda. Desde aqu¨ª se ordena la jornada de miles de hombres y mujeres dedicados a las labores de log¨ªstica, seguridad, sanidad y rescate para hacer frente a la mayor tragedia natural de la historia reciente de Espa?a. ¡°Este era el ¨²nico sitio donde se pod¨ªa ver la cara a la gente¡±, afirma el empresario, que merodea algo sobrepasado entre el enorme despliegue. La gasolinera de Ben¨ªtez, rodeada por un lodazal, es ahora un puesto de mando avanzado, los ojos y los brazos del Cecopi, el centro de coordinaci¨®n de emergencias de la Generalitat valenciana.
Un hombre pausado dirige y coordina ese despliegue. Manuel Alonso, oficial jefe de los bomberos de Valencia, da directrices a los m¨¢s de 2.000 bomberos de 50 cuerpos distintos que han venido de toda Espa?a. Tambi¨¦n a un par de equipos llegados del extranjero. Y es a la vez el interlocutor de los mandos de todos los cuerpos que se han concentrado con sus carpas en este gigantesco solar: desde la Unidad Militar de Emergencias (UME) a la Guardia Civil, pasando por polic¨ªas locales de toda Espa?a o los servicios sanitarios auton¨®micos. Solo entre bomberos, guardias civiles y militares son m¨¢s de 15.000 personas (la inmensa mayor¨ªa, hombres). Se echa en falta a la Polic¨ªa Nacional que, a pesar de contar con 4.000 efectivos en el terreno, no tiene centro de mando aqu¨ª. ¡°La zona est¨¢ ahora tan controlada que el otro d¨ªa hubo un infarto y aparecimos seis patrullas¡±, ilustra uno de los guardias civiles desplegados. El pillaje sigue ocupando buena parte de los avisos.
El reloj de Alonso marca 78 pulsaciones por minuto. Pocas veces se altera. ¡°Soy tranquilo, pero a veces te enervas porque quieres llegar a cosas que no consigues. Ahora todo est¨¢ m¨¢s controlado, pero sientes frustraci¨®n porque te gustar¨ªa hacerlo mejor y, a veces, es imposible¡±, explica. ¡°Tenemos m¨¢s de 3.000 garajes y me gustar¨ªa saber si quedan por achicar 272 o 273, pero, en la medida que quieres tener el control absoluto, te requiere tanto tiempo que pierdes eficacia¡±, a?ade. Cuestionado sobre posibles problemas de coordinaci¨®n, los minimiza: ¡°Es una gesti¨®n complicada, es normal que los encajes chirr¨ªen. Es una emergencia de unas dimensiones nunca vistas¡±. Los mandos de otros cuerpos consultados coinciden. Nadie aqu¨ª estaba preparado para esto, nadie ha vivido nada parecido. Un puesto de mando avanzado suele ser un cami¨®n con un jefe que, generalmente, solo tiene que coordinar a sus propios hombres. El de Paiporta ha roto costuras.
La intensidad en esta gasolinera ¡ªpor la que, adem¨¢s, siguen pasando de cuando en cuando algunos camiones a repostar¡ª comienza a las ocho de la ma?ana. Se estudian los mapas de una tragedia que se ha dividido en cinco o seis sectores (depende del cuerpo) y se organiza el despliegue. Cada mando dirige a los suyos, mientras el bombero Manuel Alonso toma nota, pide, pregunta, llama, le llaman, organiza, pide calma cuando alguien levanta la voz... Comienza entonces un intenso trasiego de agentes, voluntarios, psic¨®logos, militares, gente que ofrece bombas de agua o todoterrenos. Muchos llevan d¨ªas sin ducharse, otros demasiados d¨ªas sin dormir, otros cojean, a otros tienen que obligarles a librar. Comen bocadillos, brownies y frutas gracias al equipo del chef Jos¨¦ Andr¨¦s.
Desde aqu¨ª se ha gestionado el despliegue de guardias para cortar los accesos de las carreteras a los voluntarios, el traslado de ancianos desde residencias anegadas, los nuevos avisos de infraestructuras con da?os estructurales, los levantamientos de cad¨¢veres, las misiones de b¨²squeda, los achiques, la limpieza, las patrullas nocturnas contra los robos¡ ¡°Tengo a los de Alicante parados ahora, reportadme¡±, ¡°Dadnos posici¨®n de Navarra¡±, ¡°Est¨¢ la casa de la alcaldesa llena de trastos¡±, ¡°?Tenemos un remolque chatarrero?¡±, se canta desde la carpa en la que Manuel Oca?a, jefe de la Polic¨ªa Local de Paiporta, dirige a 180 agentes en tres turnos: los suyos y los de casi 30 cuerpos de polic¨ªas locales m¨¢s.
El capit¨¢n de la Guardia Civil Carlos Soriano fue uno de los primeros en llegar. Con el garaje del cuartel de Paiporta inundado ¡ªall¨ª muri¨® un agente (y amigo) y la esposa de otro¡ª y la tragedia asolando el pueblo, Soriano apareci¨® en la gasolinera con un traje de vereda mojado. No se lo quit¨® en los dos primeros d¨ªas; tampoco durmi¨®. Desde entonces, coordina a m¨¢s de 5.000 guardias. ¡°Nuestra funci¨®n es desde evitar pillajes hasta sacar a una se?ora aislada en su casa, o escoltar la entrega de medicamentos¡±, explica. Parece que nunca se rompe, pero lleva la armadura puesta desde hace nueve d¨ªas y suma, adem¨¢s, 37 a?os actuando en desgracias. Aunque ninguna como esta. ¡°No soy de piedra, pero trabajas por inercia. Est¨¢s centrado, ni te da tiempo a pensar en nada. Supongo que cuando me enfr¨ªe, me vendr¨¢ todo¡±, confiesa. La prioridad ahora es limpiar las calles de veh¨ªculos y los garajes, que han supuesto un problema a?adido. ¡°Ahora ya no queda agua y solo hay lodo que est¨¢ generando gases t¨®xicos. No pueden ser los vecinos los que lo hagan solos¡±, advierte.
Al fondo del campamento improvisado, unas carpas de color verde militar contrastan con el horizonte de caos embarrado. All¨ª se guardan focos, ventilaci¨®n, ordenadores y dos enormes pantallas en las que el capit¨¢n Manuel Jes¨²s Criado, de 31 a?os, controla a los hombres de negro, los agentes de la Agrupaci¨®n de Reserva y Seguridad de la Guardia Civil. Cuenta Criado que fueron ¡°pr¨¢cticamente¡± los primeros en llegar, cuando el agua era a¨²n una trampa mortal. ¡°Nos activaron el mismo martes y viniendo para ac¨¢ uno de mis coches desapareci¨® delante de mis ojos. Se hundi¨® en el agua y cuatro agentes tuvieron que salir por la ventanilla¡±, recuerda. ¡°Eso es lo que nos encontramos en el minuto cero¡±. Todo ha ido poni¨¦ndose poco a poco en su sitio. La labor de este grupo tambi¨¦n ha ido cambiando a lo largo de los d¨ªas: ¡°El primer d¨ªa vinimos en modo ¡®rescatar¡¯, con traje de vadeo y varillas de fondeo para ver d¨®nde est¨¢bamos pisando. Hoy ya vamos evolucionando a la vertiente de seguridad ciudadana¡±, se?ala el capit¨¢n. Las dos pantallas revelan el resultado de ambas misiones: 300 rescates, casi 80 cad¨¢veres recuperados, m¨¢s de 30 detenidos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.