?Dos Andaluc¨ªas?
Hay suficientes testimonios de que esa igualdad entre territorios y provincias de la comunidad no es m¨¢s que una hoja de papel de nuestro Estatuto
Hace treinta a?os se inauguraba una Exposici¨®n en Sevilla que, m¨¢s all¨¢ de su car¨¢cter de universal, ten¨ªa una lectura en clave interna para la ciudadan¨ªa de Andaluc¨ªa. Simbolizaba la integraci¨®n de un pueblo castigado por la indiferencia del viejo poder pol¨ªtico, secularmente tan autoritario como centralizador en el reparto de los bienes y servicios p¨²blicos. Parec¨ªa que se estaba abriendo un camino real para alcanzar al fin una verdadera igualdad territorial con el resto de Espa?a. Daba comienzo una in¨¦dita ¨¦poca, destinada a la modernizaci¨®n de una regi¨®n esquilmada por endemismos insuperables, como el latifundismo o la desertizaci¨®n industrial.
Sin incurrir en catastrofismos ni apreciaciones desfiguradas, la situaci¨®n a estas alturas de siglo XXI es que queda todav¨ªa un gran objetivo por cumplir en el seno de la comunidad. Se encuentra doblemente marcado en la Constituci¨®n y en los dos Estatutos de autonom¨ªa aprobados hasta el momento. Entre los buenos prop¨®sitos que sanciona el texto constitucional, el mismo que algunos pretenden apropiarse de forma exclusiva y excluyente, hay uno que parece pensado especialmente para Andaluc¨ªa. Enunciado con sustantivo y adjetivos di¨¢fanos; sin embargo, su materializaci¨®n efectiva solo puede conseguirse con una elevada dosis de solidaridad y sensibilidad pol¨ªticas. As¨ª, el equilibrio econ¨®mico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio(art¨ªculo 138), representa una f¨®rmula dif¨ªcil de articular cuando se trata de repartir las inversiones p¨²blicas y ordenar los servicios del estado del bienestar.
Las dos Andaluc¨ªas no son parte de un imaginario colectivo, infundado o mediatizado. Porque hay suficientes testimonios de que esa igualdad entre territorios y provincias de la comunidad no es m¨¢s que una hoja de papel de nuestro Estatuto. Bajo el estereotipo, eliminado convenientemente en el lenguaje institucional, se oculta una realidad inc¨®moda para quienes han tenido la responsabilidad de ejercer el autogobierno durante demasiado tiempo; pero tambi¨¦n de aquellos que habr¨ªan podido cambiar el rumbo de las cosas cuando lideraban y dispon¨ªan del poder del Estado.
Si focalizamos la atenci¨®n en las infraestructuras, existen demasiadas evidencias de un abandono sistem¨¢tico, y sin matices ideol¨®gicos, de una parte de Andaluc¨ªa; principalmente, pero no siempre, de una Andaluc¨ªa todav¨ªa rural, que sobrevive dependiente de las ayudas europeas.
La vertebraci¨®n territorial se resume probablemente desde aquel fastuoso 92, en una autov¨ªa cuya ejecuci¨®n cost¨® d¨¦cadas. El otro gran proyecto del momento ¡ªel AVE¨D ha servido para encubrir el desmantelamiento permanente del ferrocarril en la mayor parte de Andaluc¨ªa oriental. Granada se ha tenido que conformar con una alta velocidad relativa y con un trazado incomprensible. En este punto, la comunidad est¨¢ obligada a mirar solo hacia el Norte, sin atender a una transversalidad ferroviaria que sumar¨ªa puntos al equilibrio territorial.
Hay provincias, como Ja¨¦n y Almer¨ªa, donde la desafecci¨®n ciudadana por la Autonom¨ªa reclamada y conquistada en los a?os ochenta, empieza a cundir y a manifestarse en esos nuevos movimientos sociales, generados por los errores de los grandes partidos que han gobernado esta tierra, tanto de forma sucesiva desde el Estado, como de forma monol¨ªtica y casi intemporal desde el Gobierno de la Junta.
La nueva versi¨®n de centralismo auton¨®mico no tiene visos de desaparecer tras la ¡ªimprescindible en t¨¦rminos de democracia parlamentaria¨D alternancia pol¨ªtica que se ha producido en la actual legislatura. No hace falta ejercer de nigromante para adivinar que el fracaso, como gran proyecto constitucional y estatutario, de la igualdad entre territorios y provincias sea el germen de un sistema de partidos demasiado fragmentado como para poder construir gobiernos m¨ªnimamente estables. Con ellos seguramente desaparecer¨¢ la idea de inter¨¦s general del conjunto de la poblaci¨®n; para dar paso a un localismo pol¨ªtico, leg¨ªtimo sin duda, que pone a subasta sus apoyos parlamentarios a cambio de favorecer las necesidades de unas minor¨ªas territorializadas.
En una comunidad tan extensa como Andaluc¨ªa siempre surgir¨¢n motivos suficientes para justificar ese nuevo municipalismo o provincialismo de demandas. Para algunos se tratar¨¢ solo de un localismo ego¨ªsta, como ideolog¨ªa que puede condicionar el liderazgo pol¨ªtico de los grandes partidos en declive. Para otros, ser¨¢ solo el resultado l¨®gico, e inevitable, de una estrategia o pol¨ªticas que no han sabido mirar m¨¢s all¨¢ de la capitalidad, o las capitalidades econ¨®micas de la comunidad.
Gerardo Ruiz-Rico Ruiz y Nicol¨¢s P¨¦rez Sola son catedr¨¢ticos de Derecho Constitucional de la Universidad de Ja¨¦n
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