El mundo que asoma con el coronavirus
La crisis sanitaria muestra las vulnerabilidades de la globalizaci¨®n y la dificultad de tomar decisiones en condiciones de incertidumbre. La emergencia refuerza el papel del Estado frente a la teor¨ªas neoliberales

Hay momentos que tienen efectos disruptivos. Son fen¨®menos capaces de hacer emerger realidades latentes y cambiar el paradigma de las cosas. La crisis del coronavirus va a hacer aflorar las grandes vulnerabilidades del mundo globalizado. En menos de dos meses podemos pasar de una emergencia sanitaria a una emergencia econ¨®mica que nos lleve a una nueva recesi¨®n. Para salvar la vida de miles de personas hay que parar la econom¨ªa, lo que a su vez, si acaba en recesi¨®n, generar¨¢ nuevas v¨ªctimas. De otro orden, pero v¨ªctimas tambi¨¦n. La crisis del coronavirus re¨²ne tres ingredientes que complican su gesti¨®n: cambio brusco de paradigma, situaci¨®n de incertidumbre extrema y alta complejidad. Se puede llegar a paralizar la econom¨ªa por una amenaza cuyo alcance ni siquiera podemos cuantificar. Sabemos que hemos de tomar medidas pero no sabemos en qu¨¦ punto y en qu¨¦ momento los efectos de las medidas para frenar el coronavirus pueden ser peores que el da?o que se trata de evitar.
No es f¨¢cil gestionar la incertidumbre en una realidad compleja y variable que obliga a decidir en base a hip¨®tesis y c¨¢lculos de probabilidad. La socializaci¨®n del miedo nos lleva a situarnos en el peor escenario posible, a lo que hay que a?adir otro gran vector de nuestro tiempo: la imperiosa necesidad de anticiparnos. Todo ello se traduce en una presi¨®n enorme sobre quienes han de tomar las decisiones. Los pol¨ªticos se sienten sometidos a un duro escrutinio p¨²blico. El riesgo es que la lucha partidista conduzca a una espiral en la que las decisiones se tomen no en funci¨®n de las necesidades objetivas, sino para protegerse ante posibles acusaciones futuras. Pablo Casado hizo ya un amago de usar la crisis para desgastar al Gobierno, acus¨¢ndole de llegar tarde. Ha tenido que rectificar, pero la tentaci¨®n sigue ah¨ª.
La crisis del coronavirus pone en cuesti¨®n algunos aspectos de la globalizaci¨®n que se consideraban irreversibles. Fen¨®menos que se hab¨ªan presentado como inevitables y ventajosos, como la deslocalizaci¨®n de la producci¨®n, se convierten de repente en un factor de debilidad. En las ¨²ltimas semanas hemos visto que la ruptura de un punto de la cadena de suministros puede parar la producci¨®n en lugares remotos. La interdependencia econ¨®mica se ha revelado como un factor de vulnerabilidad.
Hasta ahora se consideraba necesario tener reservas estrat¨¦gicas de determinados productos, por ejemplo gas o petr¨®leo. Hace tiempo que forma tambi¨¦n parte de la preocupaci¨®n de los gobernantes la necesidad de producir en el propio pa¨ªs determinados componentes estrat¨¦gicos, especialmente algunos relacionados con las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n. Pero en ese c¨¢lculo nadie habr¨ªa puesto hace unos meses la producci¨®n de mascarillas o de aparatos de ventilaci¨®n asistida. La libertad de circulaci¨®n y comercio se tambalea incluso en un espacio sin fronteras como es la UE.
En la abrumadora sucesi¨®n de noticias de estos d¨ªas ha pasado desapercibido un incidente diplom¨¢tico entre Alemania y sus vecinas Austria y Suiza que lo demuestra. Despu¨¦s de que se agotaran las mascarillas y el personal sanitario alem¨¢n recibiera instrucciones para utilizar la misma durante ocho horas en lugar de cambiarla cada dos, el gobierno de Angela Merkel prohibi¨® la exportaci¨®n de equipamiento sanitario de protecci¨®n. Un cargamento de 240.000 mascarillas con destino a Suiza fue interceptado antes de llegar a la frontera. Otro tanto ocurri¨® con aparatos de respiraci¨®n asistida que se dirig¨ªan a Austria. Ambos pa¨ªses protestaron ante el Gobierno de Merkel. El ministro de Sanidad alem¨¢n prometi¨® revisar las restricciones, pero record¨® que las leyes del mercado no garantizan que las mascarillas lleguen a quienes m¨¢s las necesitan. Interesante.
Los defensores del neoliberalismo sufrir¨¢n estos d¨ªas al ver c¨®mo la realidad refuta su teor¨ªa de que cuanto menos Estado mejor. Situaciones complejas como esta ponen de manifiesto que el Estado es m¨¢s necesario que nunca. De hecho, es la ¨²nica garant¨ªa de que se imponga el inter¨¦s colectivo. Incluso cuando los gobernantes no creen en el Estado. Lo ha demostrado el ins¨®lito caso de Reino Unido. En una decisi¨®n de alt¨ªsimo riesgo, el primer ministro Boris Johnson decidi¨® ignorar las recomendaciones de la OMS y no hacer nada por evitar los contagios. Sus expertos consideraban que la expansi¨®n del virus era inevitable y decidi¨® que era mejor dejar que la epidemia siguiera su curso para que la poblaci¨®n se inmunizara aun sabiendo que ¡°muchas familias perder¨¢n a sus seres queridos antes de tiempo¡±. El utilitarismo en su expresi¨®n m¨¢s descarnada. Para Johnson, proteger la econom¨ªa era m¨¢s importante que proteger a sus ciudadanos. Tuvo que rectificar cuando se dio cuenta de que la sociedad brit¨¢nica, comenzando por la Casa Real y siguiendo por las federaciones deportivas, ignoraba la posici¨®n del gobierno y se autoimpon¨ªan medidas de restricci¨®n y confinamiento. Ejercer la autoridad es hoy mucho m¨¢s complejo.
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