Habremos de reabrir
Cuando la pandemia haya pasado constataremos que no habremos vuelto a la normalidad. Como denuncia la oposici¨®n chilena: la normalidad misma era el problema. Cambiar¨¢n nuestros h¨¢bitos
A?oso y cr¨®nico, deber¨ªa estar muy asustado por la pandemia, pero no lo consigo. Y como la vida me ha pasado trabajando en casa bastantes horas cada a?o durante casi medio siglo, tener que hacerlo ahora confinado por obligaci¨®n no me altera; es solo m¨¢s de lo mismo.
Pero el oficio del profesor pide el contacto humano. Lo m¨¢s valioso del trabajo de un universitario es su f¨¢ustico entorno, que no envejece jam¨¢s. ?nicamente lo hago yo, nunca mis estudiantes, heraldos de una madurez que solo alcanzo a ver fuera de la universidad, cuando como asesor legal, alguna de mis interlocutoras me recuerda amable que fue alumna m¨ªa ante mi estupor siempre renacido, aunque originado no porque, como ella cree, yo no esperara el recuerdo, sino porque, al mirarla, constato que tambi¨¦n la ha ido cargando con el peso de los a?os.
Cuando la pandemia ¡ªo su primera ola¡ª haya pasado, y si puedo cont¨¢rselo, constataremos que no habremos vuelto a la normalidad, pues, como reza el lema de protesta de la oposici¨®n chilena, la normalidad misma era el problema. Cambiar¨¢n nuestros h¨¢bitos.
As¨ª, todos viaj¨¢bamos demasiado: en nuestro oficio acad¨¦mico ha rozado el esc¨¢ndalo la organizaci¨®n de un congreso tras otro con el objeto inconfesado de usar la ciudad de Barcelona como im¨¢n para atraer a mis colegas, quienes luego correspond¨ªan invit¨¢ndonos a un encuentro gemelo en su ciudad. Mandaban las universidades ubicadas en ciudades hermosas: si estaba en Venecia era mucho mejor que si hab¨ªas de buscarla en un mapa y encontrarla en medio de ninguna parte. Lo mismo ocurr¨ªa con un porcentaje elevado de viajes de empresa, de negocios, o de comidas y cenas. Esto no volver¨¢ a ser como antes. Tampoco dejar¨¢n de sufrir las artes, como el cine de siempre ¡ªh¨¢ganse en su nombre imborrable con una copia de ¡°Maravilloso Boccaccio¡± de Paolo y Vittorio Taviani, una pel¨ªcula de 2015 apropiada al desastre de estas semanas¡ª.
Cuando esto acabe, todos seremos m¨¢s cautos. El consumo de ocio y entretenimiento sufrir¨¢, pues todo ser¨¢ m¨¢s b¨¢sico, al menos durante un tiempo: no nos iremos muy lejos, haremos m¨¢s excursiones que viajes, incurriremos en gastos prudentes, pero quien pueda permitirse invertir lo tendr¨¢ muy bien a medio y largo plazo.
M¨¢s me preocupa el crecimiento de los ganadores absolutos, de los grandes distribuidores, a costa de los peque?os: a estos, a los que sobrevivan a la pandemia, les quedar¨¢ el refugio de ofrecer cercan¨ªa, calidad, calidez. Y nos har¨¢n mucha falta.
Si los remedios a la pandemia no pasan pronto por una vacuna eficaz, cuando vuelvan las personas dedicadas al cuidado de los dem¨¢s, al de casi todos nosotros, pedir¨¢n m¨¢s por su trabajo y, a poco que los gobiernos se apliquen, la posici¨®n de estas personas mejorar¨¢, su trabajo ir¨¢ a m¨¢s.
Las calles de Barcelona, las de Par¨ªs, hasta los canales de la abusada Venecia est¨¢n limpios como nunca anteriormente: todas las actividades que respeten el medio ambiente van a subir y los combustibles f¨®siles a bajar.
Pero la cuesti¨®n de la cual todav¨ªa no se habla acaso lo suficiente es cu¨¢nto puede aguantar el pa¨ªs sin sufrir una quiebra econ¨®mica que cause m¨¢s desgracias que la pandemia misma. Podemos y debemos parar un mes, acaso dos, pero no seis. Ahora, eso s¨ª, el confinamiento ha de ser estricto y aplicado con rigor. Avanzado abril, dentro de un mes, habr¨¢ que empezar a debatir lo que hoy es inefable: cu¨¢ndo y c¨®mo reabrir. Ya estamos en medicina de guerra ¡ªa quien no tiene una probabilidad razonable de dos a?os adicionales de vida ya no lo entuban¡ª. Y pronto pasaremos a una econom¨ªa de guerra: habremos de endeudarnos m¨¢s, pero tambi¨¦n habremos de asumir abiertamente el reto de ir reabriendo el pa¨ªs y su econom¨ªa, aunque sea poco a poco, y empezando por las personas que pertenecen a los grupos de menor riesgo o a las que ya hayan superado la enfermedad. Como alguien con doble riesgo, por edad y por afecciones cr¨®nicas, s¨¦ que esto que escribo ahora implica que yo vaya a seguir confinado cuando se abran las puertas de la econom¨ªa y del trabajo a personas m¨¢s j¨®venes y m¨¢s sanas, pero no puedo pedir mi libertad de movimientos a cambio de la de quienes pueden ayudarnos a todos. Hay que empezar a plantear alternativas a un confinamiento universal y largo. La pandemia nos est¨¢ causando mucho da?o. Pero una gran recesi¨®n podr¨ªa hacernos m¨¢s.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico em¨¦rito de Derecho civil en la Universitat Pompeu Fabra.
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