Convenio de confinamiento
El estado de alerta ha dejado a muchos padres divorciados lejos de sus hijos durante m¨¢s tiempo que nunca
Van pasando los d¨ªas y uno se va haciendo a la idea de que esto del estado de alarma te toca donde te toca. Y ah¨ª, donde estaba uno hace dos semanas, sigue. Con quien le pill¨®: la se?ora, la hija de la se?ora y la hija de los se?ores, que es Concha, la cl¨¢sica perra-salvoconducto que permite salir a tomar el fresco legalmente de vez en cuando. Pero en esta formaci¨®n familiar (se?or-se?ora-chica-perra) falta un elemento, que no es otro que el hijo del se?or, un chaval de 17 a?os que el d¨ªa del confinamiento se encontraba, como manda el convenio de divorcio, en casa de su madre. Y ah¨ª se ha quedado, claro. Y, sin ser consciente de ello, ha dejado un hueco en su otra casa, la que visita fin de semana s¨ª, fin de semana no. (El mismo hueco de esos encuentros intersemanales: comidas, cenas, quedadas...) Y, conforme van pasando los d¨ªas, se hace duro, la verdad.
El hijo, en realidad, se ha pasado muchas veces m¨¢s de dos y m¨¢s de tres d¨ªas encerrado en casa, tan campante. Pero eran otros tiempos y otras circunstancias: aquel fin de semana tonto, sin ganas de hacer nada m¨¢s que no sea aburrirse hasta la extenuidad; esas gripes (las de antes, las de toda la vida, digo) que te dejan en cama una semana entera... Pero... ?esto? Esto es inaudito. Al principio es llevadero, aunque uno lo sufre m¨¢s que el otro: ¡°Como tengo que ir al trabajo ¨Ceran otros tiempos... a¨²n pod¨ªamos ir al trabajo¨C paso por tu casa, bajas un momento y nos damos el codo y tal...¡± (este es el padre, al tel¨¦fono). ¡°Uf... es que estoy en pijama¡± (este es el hijo, insensible, que echa m¨¢s de menos a los amigos que a su padre). La cosa queda en nada y el confinamiento se estrecha: prohibido salir de casa; mossos controlando por la calle, cajeras del D¨ªa que te dan el t¨ªquet de la compra ¡°porque te lo puede pedir la poli¡±, vecinos que te miran mal... Todo sea por derrotar a la covid-19.
Pero poco a poco, el sentimentalismo padre-hijo se equipara. Al menos eso quiere creer el padre (?est¨¢ seguro de ello!). En la Era Precov¨ªdica las llamadas de un hijo, no nos enga?emos, eran interesadas, pragm¨¢ticas, materialistas. Pronto, sin embargo, la relaci¨®n a distancia, normalmente a base de infinitos mensajes por WhatsApp, empieza a ser de viva voz y, en nada, entra en juego la imagen, el v¨ªdeo. ¡°Mira, pap¨¢, me estoy rapando la cabeza¡±, y el chaval se enfoca, cort¨¢ndose el c¨¦sped de la troposfera al uno o al dos. ¡°Como esto va para largo, si no me queda bien, antes de que me vea nadie ya me habr¨¢ crecido el pelo¡±. Tambi¨¦n es verdad, y es una suerte... Bien pensado, estas conexiones, como las inacabables partidas al Apalabrados, pueden ser m¨¢s fruto del aburrimiento que del sentimentalismo.
Como fruto del aburrimiento es la decisi¨®n voluntaria, casi entusiasta, de hacer deberes. El curso que viene el hijo ir¨¢ a la universidad. No es un a?o f¨¢cil a nivel de estudios. Encima, se pas¨® los primeros diez d¨ªas lectivos de enero con la escuela cerrada (s¨ª, aquella escuela italiana); despu¨¦s disfrut¨® de una semana blanca, tal como estaba en cartel y tal como sigui¨® programada; y ahora el tiempo sin clases es indefinido. En junio (?julio? ??agosto?! ?septiembre...?), ex¨¢menes finales, selectividad italiana, selectividad espa?ola... ¡°Estudiaremos juntos, telem¨¢ticamente¡± (este, de nuevo, es el iluso del padre). ¡°De momento tenemos muchos deberes¡±, tiende la mano el hijo. El padre no desfallece: ¡°Te ayudo...¡± Todo sea por que el chico no acabe abducido por la dichosa Play o se quede alelado con tanta serie.
Van pasando los d¨ªas y las videoconferencias, las llamadas de buenas noches, las de buenos d¨ªas, los juegos por el m¨®vil, los iconitos que lanzan besos con corazones son cada vez m¨¢s frecuentes y m¨¢s sinceros. De algo sirve el confinamiento: siempre hay un objetivo maravilloso al final del camino: ¡°Pap¨¢, cuando esto se acabe, te voy a dar un abrazo que te voy a dislocar la espalda¡±, le ha dicho por tel¨¦fono el hijo a su pap¨¢, que ha colgado con una sonrisa en los labios. Y en el coraz¨®n.
ECHARSE DE MENOS
Lugar de cuarentena: dos pisos a cinco kil¨®metros de distancia.
N¨²mero de personas y edades: un padre de 50 y un hijo de 17.
Carencias del confinamiento: todas.
Libro y serie: El padre se ha tragado las 800 p¨¢ginas de la novela de Mussolini, ha recuperado a Carvalho y libros no le faltan. El hijo va a tempordada serial diaria.
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