La patria de los muertos
La Uni¨®n Europea se percibe como club comercial supraestatal, que dicta normas que la gente de a pie no comprende. La crisis del coronavirus lo muestra de manera descarnada
En cualquier viaje por Francia es f¨¢cil toparse con uno de los innumerables monumentos erigidos tras la Primera Guerra Mundial. Entre 1918 y 1925 se construyeron alrededor de 30.000 en un Estado que contaba con 36.000 comunas. Estos memoriales, con los nombres de los fallecidos esculpidos, sellaron la construcci¨®n de la memoria del Estado-naci¨®n. Si antes de la conflagraci¨®n subsist¨ªa alguna veleidad nacional occitana, bretona, catalana, tras la Gran Guerra desapareci¨® casi por completo. Todos los combatientes hab¨ªan muerto pour la patrie.
El uso de conmemoraciones para forjar una ¨²nica memoria colectiva no fue exclusivo del pa¨ªs galo. En el Reino Unido todav¨ªa hoy, cada 11 de noviembre, se aparcan las tareas unos minutos para recordar a los combatientes. Espa?a no particip¨® en la contienda, por lo que apenas hay memoriales de la Gran Guerra.
A la Segunda Guerra Mundial la mayor¨ªa de estados-naci¨®n europeos llegaron ya forjados. A su fin, se erigieron nuevos monumentos que consolidaron las memorias respectivas. Incluso, m¨¢s adelante, se conmemor¨® su fin reuniendo peri¨®dicamente a los mandatarios respectivos en Normand¨ªa. Espa?a, tangencial en el conflicto, vivi¨® alejada de la celebraci¨®n del 75? aniversario el a?o pasado.
Cada pa¨ªs europeo tiene su propia narrativa de las guerras mundiales. La Uni¨®n Europea surgi¨® de las cenizas de ambas con la idea que compartir intereses, sobre todo econ¨®micos, minimizar¨ªa el conflicto interterritorial. M¨¢s de medio siglo largo despu¨¦s, la uni¨®n monetaria y de mercado ha alejado la sombra de un conflicto interno, pero no ha logrado una memoria com¨²n. La Uni¨®n se percibe como club comercial supraestatal, que dicta normas que la gente de a pie no comprende. La crisis del coronavirus lo muestra de manera descarnada.
La primera reacci¨®n ante la llegada de la pandemia a Lombard¨ªa fue mofarse de la respuesta del Estado italiano. La negativa de Francia y Alemania a contribuir con equipos sanitarios ¡ªaprovechada por China para aumentar su esfera de influencia¡ª fue bochornosa. En vez de coordinar una actuaci¨®n global ¡ªlo mismo que se ejemplifica con un Wuhan ayudado por sus provincias contiguas¡ª, se cerraron fronteras.
Con escasas excepciones, los jefes de gobierno y de Estado de los 27, Espa?a incluida, han olvidado Europa en sus discursos. Cada uno ha apelado a una memoria particular: la Constituci¨®n, la Segunda Guerra Mundial, la grandeur. En general, y salvo para establecer algunas comparativas, la cobertura medi¨¢tica omite la visi¨®n de conjunto.
Las ¨¦lites de las respectivas capitales son reacias a ceder m¨¢s poder a Bruselas. Es l¨®gico. Cualquier proyecto nacional se articula entorno a un centro. Desplazarlo significa resignarse a quedar alejado o tener que ir a su encuentro. Esa resistencia menoscaba de manera paulatina el cr¨¦dito de la Uni¨®n y ¡ªno es ninguna paradoja¡ª el de los propios Estados y sus ¨¦lites, pues la din¨¢mica econ¨®mica y migratoria mundial actual reh¨²ye el modelo de Westfalia.
Los Estados de la Uni¨®n solo salvar¨¢n sus disfunciones diluy¨¦ndose con un gobierno federal y una presidencia ejecutiva, con poder real sobre todo el territorio, sus fronteras y su pol¨ªtica exterior; con la apuesta por una pol¨ªtica regional que desarrolle la econom¨ªa en funci¨®n de la geograf¨ªa y no de los l¨ªmites estatales; situando la sociedad del conocimiento en el centro de las pol¨ªticas, contribuyendo a equilibrar al alza la inversi¨®n en investigaci¨®n e innovaci¨®n; y, entre otros, con la creaci¨®n de un ej¨¦rcito com¨²n, preparado tambi¨¦n para emergencias civiles.
Europa se parece cada vez menos a la que imagin¨® Steiner. No es, ni simb¨®licamente, un caf¨¦ repleto de gentes y palabras donde se practica la tertulia civilizada. Pero aunque esa manera, idealizada, de hacer desaparezca la vida de sus ciudades, grandes y medianas, tiene m¨¢s en com¨²n de lo que creemos. Incluso m¨¢s entre estas que con los quehaceres diarios de los interiores de sus respectivos pa¨ªses.
A partir de la crisis actual, del sustrato cultural y de sus urbes Europa puede crear una aut¨¦ntica memoria com¨²n. Cuando las clases medias regresen a las calles, primero tratar¨¢n de restablecer la normalidad y sus empleos. La crisis sociopol¨ªtica sobrevenida que incubamos ahora no llegar¨¢ de inmediato, sino en unos meses, incluso alg¨²n a?o. Hasta entonces la forma en que se honre ¡ªsi pour la patrie o pour l¡¯Europe¡ª a unas muertes que nunca debieron ocurrir, marcar¨¢ el futuro de la Uni¨®n.
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