La vida tras la muralla
D¨ªas de confinamiento viajando con un mapa y mucha imaginaci¨®n a lo largo del Muro de Adriano
Me asom¨¦ por encima del muro a ver qu¨¦ hab¨ªa m¨¢s all¨¢, las manos apoyadas sobre el musgo que crec¨ªa h¨²medo y fr¨ªo sobre la piedra. Soplaba el viento lanzando ara?azos g¨¦lidos a la cara, ca¨ªa una lluvia fina y una neblina turbia difuminaba el amplio paisaje convirti¨¦ndolo en un cuadro sobre el que una mano gigante hubiera emborronado la pintura. No hab¨ªa nada definible, nada en qu¨¦ fijar la vista, solo un vac¨ªo inmenso y apagado que se extend¨ªa hasta el infinito. Muchos d¨ªas despu¨¦s, esa imagen salvaje sigue llenando mis ojos, obsesivamente. Fue el ¨²ltimo viaje antes del confinamiento.
Desde ni?o, desde que por primera vez supe del Muro de Adriano, la larga muralla que construyeron los romanos en el siglo II en el norte de Inglaterra y que la cruza de costa a costa (119,5 kil¨®metros), desde la desembocadura del Tyne en el este, en el Mar del Norte, hasta Bowness, en el fiordo de Solway, al oeste, en el Mar de Irlanda, hab¨ªa so?ado con verlo. Mil veces, con la ayuda de mi fort¨ªn en miniatura de Airfix, r¨¦plica de uno de los 80 milecastles del muro, y sus peque?os legionarios de pl¨¢stico, me hab¨ªa imaginado ser un soldado romano en esa frontera, oteando estremecido desde los confines de la civilizaci¨®n los misterios que se abr¨ªan m¨¢s all¨¢, en las anchas, desconocidas y temibles tierras de los b¨¢rbaros, los Hombres Pintados, los pictos, donde desaparecen las legiones y se pierden las ¨¢guilas.
Las circunstancias han hecho que visitara antes la Gran Muralla China que el Muro de Adriano, que est¨¢, desde luego, mucho m¨¢s cerca. Pero el encuentro, tan deseado, tantas veces aplazado, ha sido muy intenso. Llegu¨¦ de la mano de mi febril imaginaci¨®n, nutrida con libros (los relatos del Puck de Kipling Un centuri¨®n de la Treinta, En la gran muralla y Los sombreros Aludos; las novelas El ¨¢guila de la Novena legi¨®n, de Rosemary Sutcliff, y Hadrian¡¯s Wall de William Dietrich), comics (Olac el gladiador) y pel¨ªculas (La legi¨®n del ¨¢guila, Centuri¨®n, el King Arthur de ambiente romano de Antoine Fuqua). Y lo hice, llegar hasta all¨ª, bajo la ense?a de Santiago Posteguillo, el popular autor de novelas de romanos, que presentaba in situ su ¨²ltima obra, en la que aparece el muro, desde el que Septimio Severo lanza su campa?a contra los caledonios.
Arribados a Northumbria, partimos hacia el muro de buena y heladora ma?ana tras pernoctar en Matfen Hall, una mansi¨®n rural estilo Brideshead. Siguiendo la carretera A69 que a veces discurre sobre el propio trazado del muro o de su Vallum, el terrapl¨¦n que complementaba el sistema defensivo al sur, yo gritaba de entusiasmo cada vez que ve¨ªa una secci¨®n de muralla o un fais¨¢n, muy abundantes, al igual que las gaviotas, las ovejas y los busardos, que suger¨ªan con sus siluetas de presa las ¨¢guilas de los estandartes de las legiones. Pasamos el fuerte de Housesteads (Vercovicium) y bajamos del autocar en Steel Rigg, desde donde arranca uno de los paseos m¨¢s espectaculares por el muro, pues sube por el impresionante pe?¨®n del Peel Crag, que se alza sobre el terreno y por cuyo lomo la muralla discurre como una serpiente de piedra.
El sicamoro de Kevin Costner
Con el Muro de Adriano me pas¨® como con la Gran Muralla, que pensaba que ser¨ªa plano y sufr¨ª un v¨¦rtigo del cop¨®n. En el sector que visitamos, donde est¨¢ la torretas 39 A, el muro asciende abruptamente y para seguirlo tienes que negociar un empinado y resbaladizo sendero que descorazonar¨ªa a una cabra. La excursi¨®n fue dura, m¨¢s a¨²n porque resbal¨¦ en el terreno empapado -afortunadamente no en los irregulares escalones de piedra de la subida a los riscos- y me cubr¨ª de tal manera de barro que parec¨ªa un druida particularmente desaseado de la tribu de los velicones. Las condiciones eran tan duras que incluso los caledonios habr¨ªan cancelado una incursi¨®n y no conseguimos llegar hasta nuestro objetivo, el famoso Sycamore Gap, con su viejo sicomoro, que sale en la peli de Robin Hood de Kevin Costner y es uno de los sitios m¨¢s fotografiados de Gran Breta?a. Pero la experiencia vali¨® la pena. Y cuando all¨¢ arriba saqu¨¦ la cabeza por encima del muro y mir¨¦ al norte, sent¨ª que cumpl¨ªa uno de mis grandes sue?os.
En el confinamiento he decidido seguir mi marcha por el Muro de Adriano. Caminarlo todo, recorrerlo entero como si pudiera seguir andando por ¨¦l (es curioso pensar que ahora est¨¢ completamente desierto, sin visitantes). El otro d¨ªa colgu¨¦ en la pared el enorme mapa 1:25.000 que compr¨¦ en la tienda del museo de Vindolanda, el gran fuerte que fue uno de los principales acuartelamientos de apoyo a la l¨ªnea defensiva. Y poco a poco, jornada a jornada, con gu¨ªas y libros (Hadrian¡¯s Wall, operations manual, de Simon Forty, Haynes, 2018; el indispensable Hadrian¡¯s Wall de Breeze y Dobson, Penguin, 1978), voy haciendo la ruta, desde el sector central que conozco personalmente hacia el oeste. Birdoswald, Bewcastle, Carlisle¡ He pensado que cuando llegue al mar, dar¨¦ la vuelta y regresar¨¦ -tiempo por lo visto no ha de faltar- para volver a pasar por Peel Crag (espero conjurar esta vez el v¨¦rtigo), Steel Rigg, Vindolanda, visitar, por fin Housesteads, seguir hacia Chesters, llegar a Newcastle, Wallsend (Segedunum) y as¨ª hasta Arbeia y el mar. Voy poniendo banderitas. He colocado en el sal¨®n unas piedras que me traje del muro (alguna bastante grande, aunque no creo que peligre la estabilidad de la muralla), para darle autenticidad material al viaje. Y para redondear la experiencia, me he creado una identidad de soldado romano (v¨¦se Everyday life of a soldier on Hadrian¡¯s Wall, de Paul Elliot, Fonthill, 2019). No un joven centuri¨®n enfrascado en recuperar el honor de su padre y el ¨¢guila de la Novena como me ped¨ªa el cuerpo, sino algo m¨¢s de estar por casa (y valga la expresi¨®n): un humilde miembro de las cohortes auxiliares, las esforzadas unidades de apoyo formadas por extranjeros que fueron las que m¨¢s servicio cotidiano prestaron en el muro.
Un auxiliar de servicio
Soy, pues, Hyacinthus (no confundir con el eunuco del mismo nombre enviado por Honoria ante Atila, ni con el legionario martirizado por ser cristiano en tiempos de Trajano mencionado por Walter Pater), un miles, soldado raso de la Cohors Vardullorum Milliaria, unidad de infanter¨ªa (peditata) integrada por hispanos de la Tarraconensis y con cuartel en el fuerte de Cilurnum (Chesters). Mi vida en el muro es bastante asc¨¦tica y mon¨®tona. Con dieta a base de buccellatum (grasa de cerdo) y posca (vino agrio), media paga y letrinas comunales. Patrullo so?ando con un ascenso a optio, vexillarius o al menos a bucinator, trompeta, con que me invite Sulpicia Lepidina a una fiesta y con acabar mis veinte a?os de servicio.
Y as¨ª cada d¨ªa, cumplidos mis deberes y mis guardias, andado mi trecho, me asomo al muro. Recito los versos de Auden (Roman Wall Blues) ¡°Over the heather the wet wind blows,/ I¡¯ve lice in my tunic and a cold in my nose. / The rain comes pattering out of the sky,/ I¡¯am a Wall soldier, I don¡¯t know why¡± (¡°sobre el brezo el viento h¨²medo sopla,/ tengo piojos en la t¨²nica y un resfriado en la nariz./ La lluvia llega golpeando desde el cielo,/ soy un soldado del Muro, y no s¨¦ por qu¨¦¡±). Escudri?o desde mi mundo cerrado tratando de ver qu¨¦ puede haber tras la barrera. E imagino qu¨¦ har¨¦ cuando llegue el momento en que pueda cruzar la larga valla de piedra y adentrarme en el amplio y excitante paisaje que aguarda all¨ª afuera.
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