Catalu?a afronta desconcertada un Sant Jordi irreal
La pandemia confina la celebración y la circunscribe mayoritariamente a las iniciativas virtuales
Nunca hemos vivido un Sant Jordi así y esperemos no volver a pasarlo. Con las calles desiertas a causa de la crisis del coronavirus, la estampa habitual de las multitudes agolpadas en la alegre fiesta del libro y de la rosa no se va a producir este a?o. Va a ser raro, muy raro y doloroso contemplar ese paisaje desnudado de vida y de color, tan parecido a un escenario de ciencia ficción apocalíptica. La covid-19 ha robado el mes de abril y ahora roba el Sant Jordi.
Se echarán en falta casetas, tenderetes, escritores, libros y firmas, la animación que llenaba los espacios públicos, las rosas a pu?ados, omnipresentes, voceadas en cada esquina en una pinturera cascada de ofertas y precios. Como en todo en estos días de desasosiego y —sobre todo para los catalanes— llenos de instrucciones contradictorias, llegamos al 23 de abril sin directrices claras, sin saber cómo diablos vivirlo, y ni siquiera si hemos de vivirlo. Acostumbrados a que las incertidumbres de Sant Jordi sean tradicionalmente la meteorología (al menos esta vez no hará falta mirar al cielo), los libros más vendidos y el número de rosas (7 millones el a?o pasado, esta vez se espera vender 300.000, un 5 %, según la Generalitat que apoya la campa?a del gremio de floristas), en esta ocasión cada cual habrá de improvisar y hacerse el día a su medida. La repera ya ha de ser llamarse Jordi. Una imagen de iniciativa verdaderamente popular la da estos días la depredación que sufre la impresionante rosaleda que ha florecido este a?o como nunca, justo ahora, en la plaza de Lesseps junto a la Biblioteca Jaume Fuster y de la que paseantes solitarios van arrancando rosas.
Numerosas iniciativas están tratando de paliar en lo posible el drama de este Sant Jordi. La idea de atrasarlo al 23 de julio ya veremos entonces cómo funciona (hay muchas dudas de que se pueda hacer de manera masiva), pero lo cierto es que a la ciudadanía no le mueves así como así una fiesta del calendario, y menos a un pueblo tan tradicional como el catalán, y se palpa en el aire que aunque sea interiormente se va a celebrar. De hecho se está ya celebrando con los numerosos encargos de libros y rosas a domicilio, con pedidos on line.
Consciente de ello, y de que estamos hablando de una de las fiestas más arraigadas en el sentir popular, tradicionalmente vinculada a una reivindicación de país, el Govern de la Generalitat la afronta con el corazón dividido. Hay que confinarse, se insiste en ello, pero, como sucedió con la mona, se anima a celebrar una cosa tan nostrada; cuesta no fer país, y dejar pasar la oportunidad para el agit prop nacionalista, un sello que ha marcado las últimas convocatorias de la jornada desde el 1 de octubre de 2017. Y así encontramos que el propio Quim Torra se pone a la cabeza de una de las iniciativas oficiales, Lletres Lliures (sic), la invitación a registrar lecturas en vídeos de 2 minutos y compartirlas en las redes. El president leerá textos de Josep Carner -el poema sobre el exilio Bèlgica- y de la poetisa del Rosellón Simona Gay (L’espera) desde el Palau de la Generalitat, al que también se podrá acceder de manera virtual para una visita guiada. El Govern, junto con entidades y organizaciones, anima también a decorar los balcones con símbolos de Sant Jordi para dar color a la jornada.
Por su parte, el sector del libro llegaba dividido a Sant Jordi pero en el último momento todos, incluso los que firmaban manifiestos en contra, se han lanzado de cabeza al suministro vía mensajero. “Empezaron Amazon, Fnac, Casa del Libro y luego, al ver que todo el mundo lo hacía, aunque dijera lo contrario, nos hemos apuntado los demás, La central, Laie…”, explica un librero de confianza. Incluso librerías peque?itas te aseguran que te envían el libro adonde quieras. Se está vendiendo bastante, se calcula que será un 2 % de un Sant Jordi habitual. Libros que son claramente ventas de Sant Jordi, por los géneros y los títulos. Así que este Sant Jordi puede haber pese a todo libro más vendido...
Mientras, los característicos tenderetes de las mil y una causas, se han trasladado al mundo virtual, como también muchas rosas que no saldrán de la pantalla. Habrá que darse una vuelta por ahí, a ver cómo se vive este Sant Jordi desmaterializado y definitivamente irreal.
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