Comer gracias a Santa Anna
M¨¢s de 200 personas sin hogar acuden a diario ala parroquia en busca de una bolsa de alimentos
La declaraci¨®n del estado de alarma cogi¨® a m¨¢s de 1.000 sin techo que malviven en las calles de Barcelona sin un lugar donde protegerse de la pandemia. Unos claudicaron y se guarecieron en albergues, otros (cerca de 400) acabaron en uno de los pabellones de la Fira de Barcelona gestionados por la Cruz Roja y con desayuno, comida y cena a cargo del Ej¨¦rcito espa?ol. Otros, unos 300, siguen malviviendo en las calles de la ciudad. Ahora, con las avenidas des¨¦rticas, su presencia es mucho m¨¢s evidente. La mayor¨ªa de comedores sociales han cerrado y la ¨²nica opci¨®n que les queda a muchos es dirigirse a diario a la c¨¦ntrica parroquia de Santa Anna. Entre las rejas de su puerta se entregan a diario m¨¢s de 200 desayunos, comidas y cenas. Comida fr¨ªa para unos vecinos que, tal y como asegura el p¨¢rroco, Peio S¨¢nchez, ¡°llevan desde el 16 de marzo sin comer un plato caliente¡±.
Son las 9.00 en la calle Santa Anna y algunos ya llevan minutos haciendo cola. Respetan, m¨¢s o menos, el metro y medio de distancia entre uno y otro. Alguno, pocos, lleva mascarilla. La cola llega al Banco de Espa?a. La calle ha hecho mella en unas personas que vienen puntuales y con miedo en busca de caridad. Entre ellos, conversaciones triviales. Algunos guardan un peque?o transistor e informan al resto. Otros advierten a sus compa?eros que en las ¨²ltimas semanas han asesinado a tres sin techo en la ciudad.
¡°Hay personas que no han querido ir a los albergues por varios motivos. Algunos tienen miedo a concentrarse en equipamientos grandes y acabar contagiados, a otros les pueden las dependencias y no quieren estar controlados. Muchos tienen problemas de salud mental, los hay que tiene perros y no quiere estar sin sus mascotas. Por ¨²ltimo, las parejas que no quieren que les separen en pabellones de hombres y mujeres¡±, destaca S¨¢nchez.
Doce j¨®venes voluntarios comienzan a preparar las entregas. En una mesa est¨¢n las bolsas de las comidas y en la otra las de las cenas. ¡°Hay siete voluntarios que nos hemos confinado en la parroquia para as¨ª poder seguir prestando servicio sin tener contacto con la enfermedad¡±, asegura Manuel, de unos 50 a?os. Algunos del resto de voluntarios tambi¨¦n malviv¨ªan hace meses en las calles. El p¨¢rroco abre unas bolsas para mostrar el contenido. Una vez a la semana entregan una bolsa extra con productos de higiene. Hay una mascarilla, jabones, pasta de dientes¡ Para las mujeres hay compresas. En la bolsa de la comida, una pera, garbanzos y un plato de pasta. En la de la cena: un bocadillo y cereales. ¡°Siempre se lo comen fr¨ªo¡±, denuncia el p¨¢rroco. El religioso ya piensa en c¨®mo mejorar el servicio. ¡°Aqu¨ª en el claustro de la iglesia estamos preparando un comedor al aire libre para cuando las instituciones nos permitan servir comidas¡±, se?ala.
Varios voluntarios repasan la cola con unas carpetas. ¡°La mitad de nuestros usuarios son habituales pero hay muchos nuevos. Han desaparecido los j¨®venes extutelados, la mayor¨ªa se han ido a la Fira. Pero ahora vienen familias que se dedicaban a la econom¨ªa sumergida y se han quedado sin un c¨¦ntimo¡±, denuncia S¨¢nchez.
Seg¨²n los voluntarios, el 80% de las personas de la cola viven en la calle. El resto estaba al l¨ªmite y el confinamiento y la falta de empleo les ha llevado a la indigencia en cuesti¨®n de semanas. ¡°Tenemos un grupo de familias que se encarga de llevar comida a otras familias que malviven en habitaciones¡±, destaca S¨¢nchez.
En la cola se desata una acalorada discusi¨®n. Pronto aparece un coche de los Mossos d'Esquadra que conoce las horas de entrega de las comidas. ¡°Las peleas son habituales¡±, reconoce un voluntario que, en ¨¢rabe, intenta mediar en el enfrentamiento.
Tras los Mossos d'Esquadra aparece un taxi. ¡°Traigo una donaci¨®n de un restaurante¡±, se?ala el taxista mientras descarga batidos de chocolate y latas de conserva. Los voluntarios cargan todo en carretillas y lo introducen en el interior del templo impactante por su aspecto de gran almac¨¦n.
¡°En la cola solo hay un 20% de mujeres. Tienen mucho miedo de vivir en la calle. Son m¨¢s vulnerables. A veces se prostituyen a cambio de un techo donde dormir¡±, lamenta el p¨¢rroco, que alerta que la crisis social puede convertirse pronto en humanitaria.
El a?o pasado se instal¨® frente a la puerta de la iglesia una r¨¦plica de la escultura Jes¨²s Homeless, donde la figura de Jesucristo est¨¢ envuelta en una manta estirado en un banco como denuncia a la situaci¨®n de los sin techo. Hoy los sin techo son los m¨¢s desprotegidos sin un lugar donde guarecerse de una pandemia que obliga a quedarse en casa.
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