El hombre de las mil batas

El 21 de marzo el coronavirus ya llevaba semanas haciendo estragos en Espa?a. Hab¨ªa superado las mil muertes, ten¨ªa saturadas las unidades de cuidados intensivos y las administraciones hab¨ªan entrado en una carrera desesperada para proveerse de material sanitario a precios hasta entonces desconocidos. Aquel s¨¢bado Abel Ortiz recibi¨® una llamada. Era la madre de un amigo de su hijo, m¨¦dico en el hospital Germans Trias i Pujol de Badalona.

¡ª?Vosotros no nos pod¨¦is hacer batas sanitarias?

Si aquella doctora desesperada busc¨® ayuda en Ortiz fue porque sab¨ªa que es el responsable de una empresa textil. El empresario guarda una imagen de aquel momento: profesionales sanitarios luchando en plena emergencia sanitaria embutidos en cualquier material m¨ªnimamente impermeable. Pero tambi¨¦n fue franco en su respuesta. Su empresa no fabrica prendas, solo confecciona el tejido que despu¨¦s utilizan los grandes de la moda. Pero, por si acaso, pidi¨® algunas unidades de batas para intentar hacer alg¨²n prototipo con el tejido existente en la empresa.

Tras colgar empez¨® a pensar en la situaci¨®n y en sus clientes confeccionadores. El sector textil era un p¨¢ramo. Hab¨ªan cerrado talleres tras la declaraci¨®n del estado de alarma, sumidos bajo una marea de regulaciones temporales de empleo. Hizo una llamada. Y logr¨® que la industria de la confecci¨®n ubicada en el pol¨ªgono de Montigal¨¤, en Badalona, se pusiera a trabajar en unos primeros patrones de equipos de protecci¨®n individuales (EPI). Tras diversas pruebas, una semana despu¨¦s ¡ª¡°en tiempo r¨¦cord¡±, asegura¡ª ten¨ªa una primera versi¨®n de la bata, de la que envi¨® cerca de un millar de unidades al hospital para que la testaran. El Instituto Catal¨¢n de la Salut le remiti¨® el primer albar¨¢n el 30 de marzo.

El lunes siguiente, preparados para repartir, toparon con otro problema. No sab¨ªan d¨®nde encontrar bolsas de pl¨¢stico para ensobrar cada bata. Ni cajas de cart¨®n para transportarlas. Tampoco camiones para distribuirlas. ¡°Aquel lunes fue un drama, ten¨ªamos todo el material y no hab¨ªa manera de moverlo¡±, explica sobre el inicio de la hibernaci¨®n econ¨®mica, que limitaba la actividad a servicios considerados esenciales para luchar contra la pandemia. ¡°Adem¨¢s, se cerr¨® el pa¨ªs y los proveedores desaparecieron¡±, comenta. Ortiz est¨¢ convencido de que, en la que suena a en¨¦sima crisis del textil, ese sector industrial ha logrado levantar la cabeza y demostrar que tiene capacidad para sobrevivir. ¡°Hemos hecho un producto en Espa?a y sostenible, porque estas batas resisten hasta 75 lavados a una temperatura de 60 grados cent¨ªgrados¡±, defiende, cr¨ªtico con materiales de usar y tirar.

Pese a las trabas, la producci¨®n se puso en marcha y la demanda iba superando por etapas la capacidad de producci¨®n habilitada por Ortiz. Al cl¨²ster de Badalona se le sum¨® otro en Sant Adri¨¤ y continuaron los talleres de confecci¨®n de Sabadell, Terrassa y Granollers, todos en Barcelona. Hoy se fabrican sus batas en 13 ciudades, incluidas Valencia, Sevilla y Ja¨¦n. Hay casi 145 empresas y 1.500 trabajadores implicados, de cuyas manos salen cada d¨ªa 23.000 equipos EPI que tienen un coste de unos ocho euros.

¡°Hemos entregado un mill¨®n de batas desde que empezamos y lo hemos hecho solo por ayudar¡±, dice. Afirma que solo espera que los ingresos generados puedan cubrir los gastos. Muchas empresas han pasado de estar en ERTE a no parar de trabajar ni un solo d¨ªa e incluso han tenido que pedir cr¨¦ditos para invertir en maquinaria con la que no contaban para asumir una fabricaci¨®n que cree que ha llegado para quedarse. Las llamadas comienzan a llegar ahora de Francia, Italia y el Reino Unido:?Nos pod¨¦is vender batas?

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