El futuro pasa por la universidad
La velocidad con la que los cient¨ªficos han podido identificar y secuenciar el virus, han compartido la informaci¨®n, han intercambiado experiencias sobre posibles tratamientos y vacunas no tiene precedentes
Durante estas ¨²ltimas semanas, se ha recordado en algunos textos y medios de comunicaci¨®n que, con motivo de la ¨²ltima gran plaga de peste bub¨®nica, la Universidad de Cambridge cerr¨® sus puertas; y que eso permiti¨® a Sir Isaac Newton encontrar en su casa el tiempo y la tranquilidad necesarios para desarrollar buena parte de la teor¨ªa del c¨¢lculo diferencial, as¨ª como la teor¨ªa de la gravitaci¨®n. Esta an¨¦cdota nos recuerda el papel fundamental de la universidad en la creaci¨®n de ciencia y la construcci¨®n de pensamiento, una tarea que no puede ser reemplazada por ninguna otra instituci¨®n y que no se detiene ni aun cuando las universidades cierran sus campus. Volver¨¦ a este aspecto m¨¢s adelante.
Desde tiempos inmemoriales hasta la ¨²ltima epidemia del SARS-CoV-2, la humanidad ha sufrido muchas plagas e infecciones, por citar algunas, las sucesivas plagas de la peste negra, las diversas oleadas de c¨®lera en los siglos XIX y XX o la epidemia de gripe de 1918. Todas ellas han provocado el p¨¢nico entre la poblaci¨®n, tambi¨¦n entre los gobernantes, que se han preguntado c¨®mo salvar vidas y qu¨¦ hacer ante la irracionalidad, el bulo o el ataque a colectivos que no tienen ninguna culpa. La reacci¨®n a la covid-19, en forma de confinamiento y distanciamiento social, no ha sido tan diferente a la de otros tiempos. As¨ª, por ejemplo, desde el inicio de la plaga de 1665 se estableci¨® en Inglaterra una estricta cuarentena de las personas infectadas, cerraron los comercios y muchas personas abandonaron sus ciudades y pueblos. Y tambi¨¦n aparecieron toda clase de mentiras y patra?as, lo que ahora llamamos fake news.
No obstante, hay una clara diferencia con respecto a episodios pasados. La velocidad con la que los cient¨ªficos han podido identificar y secuenciar el virus, han compartido la informaci¨®n y han intercambiado experiencias sobre posibles tratamientos y vacunas en apenas tres o cuatro meses no tiene precedentes. Podemos decir que la universidad est¨¢ liderando esta lucha. Sirvan dos ejemplos entre muchos otros que se podr¨ªan citar: en el Instituto Jenner de virolog¨ªa de la Universidad de Oxford, y despu¨¦s de haber superado los ensayos con primates, ya se est¨¢ realizando una prueba a 6.000 personas de la que muchos cient¨ªficos creen que es la apuesta m¨¢s prometedora para desarrollar una vacuna contra la covid-19. Y, en el orden epidemiol¨®gico, la Universidad Johns Hopkins es ahora la fuente de referencia m¨¢s citada.
En relaci¨®n con las universidades espa?olas, y con la Universidad de Barcelona en particular, ha sido impresionante la movilizaci¨®n de nuestro profesorado, estudiantes y personal de administraci¨®n y servicios. Y no me refiero solo a la solidaridad que hemos demostrado donando material sanitario, produciendo miles de litros de soluci¨®n desinfectante, dise?ando respiradores o produciendo EPI, sino a uno de los pilares fundamentales de la universidad: la investigaci¨®n. Ciertamente, es un orgullo contar con excelentes facultades de diversos ¨¢mbitos de conocimiento, con vir¨®logos y expertos en zoonosis de referencia internacional, reconocidos investigadores en modelos de la epidemia, meteor¨®logos de calidad contrastada que nos advierten de la relaci¨®n entre clima y propagaci¨®n del coronavirus, y fil¨®sofos y humanistas de profundidad de pensamiento que nos presentan las posibles realidades que nos esperan. En ning¨²n lugar que no sea la universidad pueden coexistir, intercambiar opiniones o colaborar expertos en campos tan diversos y diferentes.
Las ideas sobre las maneras de combatir los efectos y las causas de la pandemia que muchos investigadores me han transmitido estas ultimas semanas, representan una alt¨ªsima competencia intelectual unida a una ¨¦tica de la responsabilidad y del civismo alejada de intereses particulares. De mil ideas que hayan podido surgir, acaso solo diez acaben fructificando, quiz¨¢ solo una pueda resolver el problema. Sin embargo, seguro que muchas de ellas contribuir¨¢n a alejar una futura epidemia o nos preparar¨¢n para combatir futuras amenazas. S¨ª, el futuro est¨¢ en la ciencia y la ¨¦tica que esta lleva inscrita, solo la ciencia responsable y comprometida puede ayudarnos a plantear las preguntas correctas para encontrar las soluciones adecuadas. La nueva era postcovid-19 necesitar¨¢ nuevos referentes y la universidad, como siempre, estar¨¢ a la altura.
Joan Elias es rector de la Universidad de Barcelona.
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