Los sonidos del silencio en el Primavera Sound alternativo
Las noches de concierto en el F¨°rum arrancan con Ferran Palau en un escenario ins¨®lito por su aforo, sosiego y comodidad
Acostumbrados al r¨ªo lleno de sedimentos, verlo transparente, apreciar la vegetaci¨®n de su fondo e incluso sus peces, era una imagen ins¨®lita. La parada de metro del F¨°rum no vomitaba multitudes en pantal¨®n corto y las calles, solo pobladas por sus habitantes en chancletas, cervecita en mano, ojo avizor de las criaturas, reclamando su atenci¨®n mediante un grito con su nombre, acentuaban a¨²n m¨¢s el contraste entre el lujo de la nueva Diagonal Mar, con sus torres de pisos de lujo creciendo como champi?ones en un criadero, y el barrio popular de ladrillo, colada y chicharrones de la emigraci¨®n. S¨ª, hab¨ªa un concierto en el F¨°rum, pero nada era igual. Era la primera sesi¨®n de Les Nits del F¨°rum del Primavera Sound, la forma en la que el festival que ha sobrevivido porque en diez d¨ªas agot¨® las entradas de la cita del a?o que viene, Dios mediante, dir¨ªan las abuelas, se mantiene con pulso. Todo era nuevo en un viejo entorno.
Antes de llegar al escenario, el anfiteatro encarado al mar, una zona de descanso ofrec¨ªa barras, c¨¦sped artificial que la memoria siempre vincular¨¢ al primer Village del S¨®nar y colas, una muestra m¨¢s del gregarismo humano. Ah, y unos dispensadores de gel industriales que te pod¨ªan hacer sentir est¨²pido hasta que no descubr¨ªas que se accionaban con el pie. Asomados al anfiteatro la imagen era de un anticapitalismo feroz: donde caben m¨¢s de 10.000 personas se acomodaban 800: parte en las gradas, en grupitos de como m¨¢ximo cuatro personas que hab¨ªan ido juntas al concierto, y otras pocas en la platea, en unas sillas emparejadas que en aquella enormidad de espacio parec¨ªan aceitunas olvidadas en la meseta manchega. En conjunto era como si un cuadro de infanter¨ªa no cerrase filas tras los efectos de una cerrada descarga de fusiler¨ªa. Frente a la mesa de sonido un amplio y despejado pasillo llegaba a los pies de Ferran Palau, ocupante del centro del escenario y estrella de la noche, de manera que detenerse all¨ª reclamaba la mirada de los m¨²sicos. Dadas las distancias, brillaban las mascarillas por su ausencia, aunque no llevarla puesta deparaba un secreto placer: pasar de olerse a uno mismo a dejarse acunar por los aromas a mar y vegetaci¨®n que t¨ªmidamente se dilu¨ªan una vez acostumbrada la nariz a los mismos. Y los altos hierbajos que crec¨ªan en los intersticios de las placas de cemento recordaban que cuando nos vayamos la vida seguir¨¢. La pandemia, tema de conversaci¨®n recurrente antes del concierto, nos ha recordado que somos poco m¨¢s que anecd¨®ticos.
Y como remate, la elecci¨®n de Ferran Palau como primer artista de la serie de conciertos de Les Nits del F¨°rum fue todo un acierto. En aquel ambiente en el que ya antes del concierto hablar demasiado parec¨ªa de mal gusto, la quietud de la m¨²sica del de Esparraguera fue el lazo que remat¨® el regalo en un ambiente de extremo sosiego y calma. El silencio, literalmente, se o¨ªa, un silencio que como los hierbajos brotaba, en este caso entre las notas pausadas de sus canciones, delicadas construcciones en las que nada sobra y todo es sustancial. El sonido, excelente, no hab¨ªa de apagar ruido de conversaciones, sino que era s¨¢bana que acurrucaba a las parejas bes¨¢ndose bajo la luna, una imagen no por cursi irreal. Porque hab¨ªa luna, y se ve¨ªa el mar, que a medida que la luz descend¨ªa iba oscureci¨¦ndose desde un tono gris azulado hasta convertirse en un espejo negro y opaco ya con la noche. S¨®lo falt¨® que Ferran llamase la atenci¨®n del p¨²blico sobre una tormenta que se desataba a sus espaldas para que la asistencia, una vez girada la cabeza para asistir a aquel gratuito espect¨¢culo, se sintiese a¨²n m¨¢s afortunada de estar all¨ª, un lugar vinculado a multitudes que la pandemia ha despejado para su solaz durante lo que resta de verano. Fue f¨¢cil acordarse de la canci¨®n de Simon & Garfunkel.
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