Pasi¨®n y sensualidad tangueras en el Grec
El bandoneonista bonaerense Marcelo Mercadante y Miguel Poveda lo dan todo en un concierto que emocion¨®
Un Grec at¨ªpico, sin duda pero solo en las formas. En las mascarillas, en los accesos controlados, en los asientos separados por hiedra artificial y poco m¨¢s. El ambiente segu¨ªa siendo el mismo de nuestros recuerdos, las sonrisas se intu¨ªan tras la variopinta exhibici¨®n de formas y colores de las mascarillas y las miradas, lo ¨²nico en lo que puedes fijarte ahora, parec¨ªan haber dejado atr¨¢s la congoja de semanas anteriores. Era un momento Grec y hab¨ªa que aprovecharlo.
A pesar de lo que se intu¨ªa por las informaciones oficiales previas, los accesos fueron r¨¢pidos y tranquilos. No era necesario hacer cola. El p¨²blico siempre llega al Grec con mucha antelaci¨®n, me explicaron y debe de ser cierto. Ning¨²n control sanitario a la entrada, ni siquiera ese amenazador aparatito que te mide la temperatura.
Una vez en los jardines, las charlas copa en mano eran animadas. El restaurante permanece cerrado pero dos extensas barras a ambos extremos sacian sin problemas la sed de los asistentes.
La entrada al anfiteatro ya fue otra cosa y se asemej¨® m¨¢s el embarque por filas y sectores de un vuelo transoce¨¢nico. A m¨¢s de uno el embarque de su fila le cogi¨® con la copa reci¨¦n estrenada y tuvo que apurarla a toda prisa. La primera visi¨®n del anfiteatro era sorprendente, como si la flora salvaje se hubiera apoderado del recinto durante el confinamiento. Un tercio de asientos separados por brotes de hiedra que, de lejos, quedaba muy bonito pero al acercarse, oh decepci¨®n, eran plantas de pl¨¢stico.
Una vez embarcados la espera fue un poco m¨¢s larga para las primeras filas, las que entraron antes, pero se llev¨® con resignaci¨®n, todo el mundo pendiente de las ¨²ltimas noticias de su m¨®vil. Y, de repente, con solo diez minutos de retraso, emprendimos el vuelo, el comandante de la nave se llamaba Marcelo Mercadante y el destino era Buenos Aires.
Que Mercadante es el gran representante del tango por estos pagos ya lo sab¨ªamos, y que su grupo suena siempre exquisito, tambi¨¦n. Pero en la noche del jueves todo cobr¨® otra dimensi¨®n, como si al ser el primer concierto de tango de la temporada hubiera que volver a demostrarlo todo. El bandoneonista bonaerense abri¨® bajo la sombra de Piazzolla, una buena sombra a la que arrimarse, y sigui¨® ya por terrenos m¨¢s ortodoxos. Magn¨ªficos Cambalache y Uno cantados por Anal¨ªa Carril. Y un tanto espectacular pero efectivos los bailes de Claudio Hoffmann y Cinzia Lombardi.
Y sali¨® Miguel Poveda, se emocion¨® al reencontrarse con su p¨²blico, y todo se vino abajo, en el buen sentido. La sensualidad anterior se convirti¨® el pura pasi¨®n, la tensi¨®n creada era de las que se pod¨ªan cortar con una hoja de afeitar. A solas con Mercadante, Poveda se raj¨® de arriba a abajo en Sus ojos se cerraron. Y sigui¨® ese derroche de energ¨ªa en otros tres temas, un Cuesta abajo compartido con Carril y un estremecedor final con letra de Joan Brossa dedicado a las muertes de todos los dictadores.
Tras la salida de Poveda se recuper¨® la normalidad, el fuego y la pasi¨®n volvieron a ceder ante la sensualidad, er¨®tica por momentos, de Mercadante y su grupo demostrando que un tango sin roce -el nuestro, pues los bailarines en el escenario s¨ª que se rozaban- puede ser altamente reconfortante. Y te puede llevar a salir del Grec flotando en una nube.
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