Sin vacaciones
Creada la angustia adecuada para que fu¨¦ramos obedientes y disciplinados, nuestros representantes descubren ahora que seguimos exigiendo lo que ya no nos pueden dar porque esto no hay quien lo pague
Lejos, muy lejos quedan aquellos veranos en los que la informaci¨®n entraba en letargo. M¨¢s por falta de ¨¢nimo que de noticias. Lo demostraron los canales tem¨¢ticos internacionales, primeros s¨ªntomas de la globalizaci¨®n posterior que nacieron para advertirnos de que la actualidad nunca descansa. Las cat¨¢strofes y el terrorismo se encargaron de darles dram¨¢ticas razones. Lo supimos y sufrimos en primer plano hace tres a?os.
M¨¢s lejos quedan aquellas im¨¢genes t¨ªpicas de nuestra can¨ªcula particular mostrando hu¨¦rfanas de tr¨¢fico las largas avenidas de las grandes ciudades. Se importaba el ferragosto italiano para explicar el ¨¦xodo masivo de los urbanitas a las playas que en el caso de Barcelona no eran las propias porque, por entonces, la capital viv¨ªa de espaldas al mar.
El ampl¨ªsimo sector tur¨ªstico va a sufrir y un tercio de comercios va a cerrar. Pintan bastos en un pa¨ªs de servicios
Todo esto es pasado. Aquel tiempo de los deseos y las esperanzas sobre los que construimos las ilusiones hoy secuestradas. La primavera ya nos dej¨® im¨¢genes m¨¢s impactantes que curiosas fuera de ¨¦poca y escala. Y de ella ha emanado un periodo tradicionalmente vacacional que ser¨¢ lo que cada uno pueda o quiera hacer con ¨¦l a expensas de las extra?as circunstancias. De momento, las encuestas advierten de que la mitad de los ciudadanos se queda en casa. Bien porque ahora no puede permitirse otra alternativa, bien porque recela de su futuro inmediato. El ampl¨ªsimo sector tur¨ªstico va a sufrir y un tercio de comercios, bares y restaurantes va a cerrar. Pintan bastos en un pa¨ªs de servicios.
Entrados ya en recesi¨®n, acabamos de saber que en un trimestre hemos perdido lo acumulado en veinte a?os. Otro vaticinio de lo que nos espera en el oto?o de la verdad descarnada que todav¨ªa no nos han contado y que aleja una recuperaci¨®n que tampoco sabemos de qui¨¦n depende. El mundo metido en su espiral ha sucumbido ante un virus para el que exigimos vacuna inmediata como si la ciencia funcionara con la celeridad de la cadena de comida r¨¢pida de la esquina. Mientras, perdemos la ocasi¨®n de interesarnos por las investigaciones m¨¢s prudentes y eficaces que encuentren la medicaci¨®n que pal¨ªe los efectos de la pandemia en quienes la sufren. Otra dificultad a?adida que evidencia que muchas de las preguntas m¨¦dicas de hace cinco meses siguen sin respuesta.
No es extra?a la tensi¨®n en el ambiente. Hay tanta incertidumbre en la atm¨®sfera como miedo en la calle. El que hemos tenido y el que disimulamos. Creada la angustia adecuada para que fu¨¦ramos obedientes y disciplinados, nuestros representantes descubren ahora que seguimos exigiendo lo que ya no nos pueden dar porque esto no hay quien lo pague. La respuesta ciudadana, en cambio, la recibir¨¢n con t¨ªtulo de bolero: t¨² me acostumbraste. Y de aquel falso debate provocado sobre el falaz dilema salud o econom¨ªa, se anuncia ahora la segunda parte. La que descubre que sin dinero no hay posibilidad de estado del bienestar. Y que por mucho que se espere el man¨¢ europeo, nunca ser¨¢ suficiente para atender las demandas que septiembre multiplicar¨¢ exponencialmente.
Sobran ejemplos que demuestran la sa?a pol¨ªtica del coronavirus en todo el mundo
Puestos a orillar posibilidades, ni el milagro de los panes y los peces acudir¨¢ a salvar a los catalanes, enojado como tenemos al cardenal de Barcelona, y con raz¨®n, por las cr¨ªticas del president Torra a su archidi¨®cesis a causa del funeral en recuerdo de las v¨ªctimas mortales que esperaron en vano que Dios hiciera m¨¢s que los impotentes sanitarios o abandonados geriatras. Un par de centenares de personas congregadas en un recinto pensado para miles merece el repudio p¨²blico de la m¨¢xima autoridad pol¨ªtica, cat¨®lico practicante, por sanitariamente peligroso. Cr¨ªtica que no se ha escuchado a los concentrados acompa?antes a la c¨¢rcel de los pol¨ªticos condenados y leg¨ªtimamente beneficiados por el tercer grado que han encontrado en la Fiscal¨ªa al colaborador imprescindible para reactivar su discurso.
No es el ¨²nico ejemplo reciente en el que se ha visto claramente que no se ha mantenido la distancia de seguridad sin que las autoridades hayan pasado del recordatorio de la responsabilidad individual de la que ni hablaron antes ni aprovecharon para fomentarla. Pero el caso de la Sagrada Familia es especialmente sintom¨¢tico. Han encontrado la excusa para se?alar p¨²blicamente a uno de los mediadores que no consigui¨® lo que Puigdemont persegu¨ªa durante las semanas que vivimos peligrosamente. Fracaso compartido con todos aquellos que lo intentaron y toparon con un doble muro de intolerancia. El de las dos partes entonces en litigio y de las que el lendakari Urkullu ha empezado a dar cuenta.
Este es solo un eslab¨®n en nuestra cadena de preocupaciones. Y ya no el principal. Sobran ejemplos que demuestran la sa?a pol¨ªtica del virus en todo el mundo. ¡°Estamos dando un espect¨¢culo de mediocridad nunca visto¡±, exclam¨® el reelegido presidente de la Xunta. No hablaba solo de ¨¦l ni de Galicia. Todos le entendieron y nadie se lo ha rebatido. Luego, este debe ser el problema.
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