El refugio de las m¨¢quinas arcade
La asociaci¨®n catalana de restauraci¨®n de juegos recreativos conserva en su nueva sede piezas ¨²nicas como el primer videojuego espa?ol o una pel¨ªcula interactiva de ?lex de la Iglesia
En una nave industrial de Cornell¨¤ de Llobregat se guardan con mimo m¨¢s de 130 m¨¢quinas de juegos arcade, testimonios de un pasado reciente que se extingui¨® con la irrupci¨®n de las videoconsolas. Los cerca de setenta socios de ARCADE (Asociaci¨®n para la Restauraci¨®n y Conservaci¨®n de Arcade y otros Dispositivos de Entretenimiento) rinden tributo a los antiguos juegos de salones recreativos y de bares que durante casi medio siglo, y hasta la llegada de Play Station y consolas similares, entretuvieron a legiones de j¨®venes de todo el mundo. En ARCADE, el principal colectivo especializado en Catalu?a, hay joyas que incluso se exponen en museos y que, de no ser por ellos, habr¨ªan desaparecido.
El Centro de Cultura Contempor¨¢nea de Barcelona (CCCB) ha mostrado algunas m¨¢quinas de la asociaci¨®n en la exposici¨®n Cultura del videojuego, entre ellas, los cl¨¢sicos Pac-Man [nuestro ¡°Come Cocos¡±], Donkey Kong y el primer videojuego desarrollado en Espa?a, en 1980, Destroyer, de la empresa Cidelsa. Adem¨¢s del Destroyer, en ARCADE cuentan con joyas ¨²nicas: en un rinc¨®n de la nueva sede de la entidad ¨Cestrenada el pasado febrero¨C pasa desapercibido Marbella Vice, un juego en laserdisc que ?lex de la Iglesia dirigi¨® en 1994, entre las pel¨ªculas Acci¨®n Mutante y El d¨ªa de la bestia.
Marbella Vice es una parodia de la serie de televisi¨®n Miami Vice. Los jugadores, armados con un rev¨®lver, son agentes bajo las ¨®rdenes del actor ?lex Angulo, que en la pel¨ªcula/videojuego asume el papel de un comisario de polic¨ªa con evidente semejanza a Torrente, el personaje que cuatro a?os m¨¢s tarde har¨ªa c¨¦lebre el actor y director Santiago Segura. De hecho, Segura es coprotagonista del juego, y con ¨¦l nombres tan conocidos como la actriz venezolana Catherine Fulop o el arist¨®crata Jaime de Mora. ?scar N¨¢jera, presidente de ARCADE, asegura que su unidad es la ¨²nica m¨¢quina de Marbella Vice que est¨¢ activa.
Para probar punter¨ªa con ?ngulo y Segura hay que ser socio de ARCADE ¨C25 euros al mes. A diferencia de otra entidad de referencia en Espa?a, Arcadeplanet, en Sevilla, que est¨¢ abierta al p¨²blico con un modelo de negocio, la catalana es un colectivo sin ¨¢nimo de lucro, y sin intenci¨®n en el futuro de comercializar sus activos. Para los mayores de 40 a?os, la sede de ARCADE es un viaje a un mundo de monedas de 25 y 50 pesetas en bares al lado del colegio, o de salones recreativos en el pueblo de veraneo. Se puede golpear de nuevo en Street Fighter, conducir con el descapotable del Outrun de Sega y su inconfundible habit¨¢culo rojo dise?ado por Unidesa, o disparar r¨¢fagas de metralleta en el Thunderbolt, de Taito.
¡°Yo crec¨ª con estas m¨¢quinas. Aportan sensaciones diferentes que las consolas porque permiten interactuar¡±, dice una madrile?a que frecuenta la sede de Arcade
Oriol Mart¨ªn, socio fundador de ARCADE, asegura que de los setenta socios, solo dos son menores de treinta a?os. Mujeres tambi¨¦n hay solo dos. ¡°Los juegos arcade eran aqu¨ª una afici¨®n de chicos; en Estados Unidos s¨ª se ve¨ªan chicas jugando¡±, dice Mart¨ªn. Una de las dos socias de ARCADE es Gwen Garc¨ªa, una madrile?a de 37 a?os que reside en Les Franqueses del Vall¨¨s. Cuando tiene tiempo libre, se acerca a la sede de ARCADE para echar unas partidas de pinball o de su juego favorito, el Bubble Bobble (1986). ¡°Yo crec¨ª con estas m¨¢quinas. Aportan sensaciones diferentes que las consolas porque permiten interactuar con otras personas de una forma m¨¢s cercana¡±, explica Garc¨ªa.
Los aparatos m¨¢s bellos est¨¦ticamente son quiz¨¢ los pinball cl¨¢sicos de la compa?¨ªa de Chicago Gottlieb & Co, el Swing Along, de 1963, o el hawaiano Paradise, de 1965. Tambi¨¦n hay m¨¢quinas del mill¨®n antiguas y fabricadas en Espa?a, de las marcas Sportmatic, Centromatic o Petaco. ¡°Las empresas espa?olas eran muy potentes con los pinball y exportaban a todo el mundo¡±, recuerda Mart¨ªn.
Hay joyas que se exponen en museos y que habr¨ªan desaparecido sin la asociaci¨®n
La moda retro de los ochenta, alimentada por series de televisi¨®n como Stranger things, ha elevado la demanda y encarecido el precio de las m¨¢quinas de arcade existentes, lamenta el socio de ARCADE Jonathan Mu?oz. Edgar Sol¨¦, miembro de la asociaci¨®n, defiende la necesidad de comercializar estos juegos porque es la manera de que no acaben en el chatarrero. Sol¨¦ acaba de adquirir en Jap¨®n setenta m¨¢quinas para revender en Espa?a. Apunta que hay m¨¢quinas gen¨¦ricas ¨Clas que no est¨¢n dedicadas a un solo juego¨C que se venden en internet por 600 euros, y hay pinballs que llegan a los 6.000 euros. Los compradores pueden ser locales de ocio o particulares.
Sol¨¦ corrobora que Jap¨®n y Estados Unidos son la referencia del mercado, pa¨ªses en los que, a diferencia de Espa?a, no se pirateaban los juegos para instalarlos en m¨¢quinas gen¨¦ricas. Una diferencia importante con Jap¨®n, visible en algunas de los aparatos preservados en ARCADE, es que all¨ª es costumbre que los jugadores est¨¦n sentados. ¡°En Espa?a, como en Estados Unidos, se jugaba de pie para que hubiera mayor rotaci¨®n de personas, para que no se apalancara la gente¡±, comenta Mart¨ªn.
En ARCADE lamentan que no haya m¨¢s ayudas p¨²blicas para preservar una tecnolog¨ªa y unos dise?os que tambi¨¦n son cultura. Hablan con admiraci¨®n del Museo del videojuego arcade vintage de Ibi, un referente que ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de este municipio de Alicante. El equipo de ARCADE tambi¨¦n realiza un esfuerzo de documentaci¨®n a trav¨¦s de la web recreativas.org y aportando los software, para ser preservados, en la base de datos internacional de programas inform¨¢ticos hist¨®ricos MAME. ¡°Si todav¨ªa hoy se leen libros escritos hace trescientos a?os, quiz¨¢ de aqu¨ª a un siglo se jugar¨¢ con estas m¨¢quinas¡±, sugiere, optimista, Mu?oz.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.