Caricias y bofetones, dos despedidas de La Merc¨¨
La m¨²sica 'a capella¡¯ de Marala y el rock de 12Twelve certifican el ¨¦xito musical de las fiestas
Entre las muchas caras de la m¨²sica que se ofrec¨ªan en la ¨²ltima jornada musical de fiestas de La Merc¨¨, bien podr¨ªan ser las de Marala y 12Twelve las que resumiesen mejor la amplitud de miras y la variedad de propuestas que han llenado de m¨²sica las calles de la ciudad durante este fin de semana. Por una parte, Marala es un tr¨ªo femenino vocal que hace de la suavidad su mascar¨®n de proa, mientras que 12Twelve, con su rock te?ido de experimentaci¨®n y vanguardia, si es que hoy vanguardia significa algo, muestran la crudeza de un sonido que quiere ser cualquier cosa menos suave. Estos nombres fueron dos de los que protagonizaron un ¨²ltimo d¨ªa de unas fiestas que han sido muy raras, pero que al menos han sido.
El aspecto positivo de unas fiestas bajo la pandemia ha sido descubrir rincones descentralizados para la oferta musical. Por ejemplo, los jardines del Doctor Pla i Armengol, en el Guinard¨®, una enorme amplitud de terreno presidido por la casa se?orial con aires de mas¨ªa en la que vivi¨® quien a los jardines da nombre, y que hizo fortuna descubriendo tratamientos contra la tuberculosis a partir del suero de los caballos que por all¨ª mismo pac¨ªan. Ahora no hay caballos, claro, pero en la mansi¨®n se atesora la colecci¨®n de muebles, casi todo piezas ¨²nicas de los siglos XVI al XVIII, de su hija, seg¨²n los expertos una de las mejores del mundo, y de paso los no expertos pueden descubrir en sus exteriores que el algarrobo tiene por nombre cient¨ªfico Ceratonia Siliqua. Son cosas que se pueden aprender esperando el inicio de un concierto bajo pandemia, actividades imposibles en los emplazamientos habituales de los escenarios. Como volverse a dar cuenta, gracias a las estupendas vistas que desde esos jardines se tienen de la ciudad, que Barcelona es, en realidad, un pa?uelo.
En los jardines hab¨ªa dispuestas 267 sillas que casi se llenaron. El problema de las reservas de plaza es que siempre hay personas que el d¨ªa del concierto no acuden a hacerla efectiva, de manera que, pese a que la afluencia ha sido buena, siempre quedan sillas libres, una l¨¢stima cuando todos los conciertos han agotado t¨¦cnicamente las entradas. Dentro del recinto, mezcla total de p¨²blico, desde se?oras con esos perfumes que penetran las mascarillas m¨¢s tupidas, hasta chavaler¨ªa post adolescente pasando por j¨®venes matrimonios con beb¨¦s a cuestas y jubilados. Esta disparidad de interesados confirm¨® que la m¨²sica Marala, un tr¨ªo femenino con patas en Valencia, Catalu?a y Mallorca, cuna de sus componentes, se est¨¢ haciendo un hueco en el panorama musical local.
Estas tres j¨®venes cantantes y compositoras parten de la tradici¨®n y de los cantos de trabajo para construir un cancionero con piezas propias, tradicionales y de otros compositores en las que descubrir la diferencia entre lo que es antiguo y actual resulta casi imposible. Canciones a capella primorosamente esculpidas en el aire, letras en castellano, catal¨¢n e incluso euskera y posicionamientos feministas se dieron la mano en un recital en el que fueron acompa?adas por Javier Lozano con sus flautas y la percusi¨®n de Roger Mart¨ªnez. Temas como Llenguatge dels cossos, El salt de la bella dona, cantada tambi¨¦n por Maria del Mar Bonet, Can?¨° de nit o Rosa i espina dieron prueba de sus posibilidades, ampliadas por un Lozano que con sus flautas ¡ªalgunas de ellas obra de su ingenio de lutier que construye con objetos cotidianos¡ª puso el contrapunto junto con la delicada percusi¨®n de Mart¨ªnez a las tres voces, por cierto perfectamente armonizadas.
Poco m¨¢s o menos como la catarsis desplegada a partir de las 21 horas en la plaza de Joan Coromines por 12Twelve. Mientras en el exterior la polic¨ªa recriminaba a los skaters la falta de mascarilla, la veterana formaci¨®n, nacida en Barcelona a finales de los noventa y recientemente reaparecida, ofreci¨® un concierto f¨ªsico e intenso, un cruce entre el rock y el jazz menos acomodaticios. Sonidos impredecibles, pero al mismo tiempo ordenados bajo un invisible guion, clavaron en sus sillas al p¨²blico que casi llen¨® el aforo de la plaza. Fue el perfecto remate a una Merc¨¨ extra?a en la que la m¨²sica ha seguido siendo una ayuda, una de las ayudas m¨¢s humanas en estos tiempos de inhumanas distancias.
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