El Estado y nosotros
Por duro que haya sido, el apoyo y la fortaleza de nuestros Estados europeos, de sus estructuras y de la colaboraci¨®n entre ellos son la mejor garant¨ªa para recuperar la cotidianeidad ahora limitada
En el ¨²ltimo a?o, los ciudadanos europeos han experimentado una nueva relaci¨®n con sus respectivos Estados. La irrupci¨®n de la pandemia ha devuelto al primer plano el protagonismo del Estado en toda su amplitud. Para muchos, la situaci¨®n era totalmente desconocida; para otros, sobre todo aquellos que han vivido bajo reg¨ªmenes dictatoriales, algo menos. En condiciones econ¨®micas, sociales y pol¨ªticas razonables para la mayor¨ªa, el Estado parece recular. En momentos de crisis su presencia aumenta al galope, como la marea.
Cuando no vivimos en un per¨ªodo de excepcionalidad continuada, cada uno de nosotros act¨²a de acuerdo con sus posibilidades y condici¨®n. Llevamos los ni?os al parque, planeamos salidas de fin de semana con los amigos, cenamos en un restaurante y regresamos a casa tranquilamente, preparamos las vacaciones y comparamos destinos o acudimos al trabajo por trayectos de los que conocemos los atascos de antemano.
En el momento de desarrollar cada uno de estos actos no le damos importancia alguna, pero cuando de un modo u otro vemos limitada nuestra capacidad para llevarlos a cabo, en su ausencia por tanto y desde la mirada retrospectiva, los entendemos en su conjunto como la Libertad. Aunque la libertad no tenga el mismo significado para cada ciudadano, ni tan siquiera se entienda igual a lo largo de una vida. El destacado escritor de literatura de viajes, Patrick Leigh Fermor, por ejemplo, en una de sus obras m¨¢s sobrecogedoras, Un tiempo para callar, sali¨® perplejo, trastornado, tras compartir una temporada la quietud de la abad¨ªa benedictina de Saint Wandrille, en Normand¨ªa.
Para un monje los cambios de los ¨²ltimos meses pueden ser casi imperceptibles. El aliento del aparato estatal a trav¨¦s de nuevas leyes, decretos, ¨®rdenes de confinamiento, cierres y restricciones puede llevar, en cambio, a la mayor¨ªa a la conclusi¨®n que cuando m¨¢s se manifiesta su poder, menor es nuestra libertad. La conclusi¨®n simple es que, a m¨¢s de uno, menos del otro y viceversa. M¨¢s cuando tendemos a equiparar ese poder con la capacidad de coerci¨®n ¡ªlas sanciones¡ª o de control ¡ªaplicaciones para rastrear a infectados¡ª.
En esa situaci¨®n es f¨¢cil estar en predisposici¨®n de comprar los argumentos de quienes nos presentan futuros dist¨®picos desde el campo de la filosof¨ªa ¡ªByung-Chul Han o Slavoj Zizek, como adalides m¨¢s populares¡ª o de la literatura ¡ª"los gobiernos se aprovechan del caos y el miedo de los desesperados", sentenciaba la madre de El cuento de la criada, Margaret Atwood, la semana pasada en la inauguraci¨®n de la Bienal de Pensamiento de Barcelona¡ª.
Es f¨¢cil tambi¨¦n estar tentado de protestar y rebelarse contra las medidas que se impongan. ¡°Es mi negocio y nadie va a decirme cu¨¢ndo cierro¡±, ¡°en mi casa no hay gobierno que me dicte para cu¨¢ntos pongo la mesa¡±, ¡°el fin de semana nos vamos a la monta?a porque en mi tiempo libre ning¨²n pol¨ªtico me lo va a impedir¡±, ¡°ya somos mayorcitos para saber c¨®mo cuidar de nuestra salud y tomando unas ca?as en la terraza no molestamos a nadie¡± y, a saber, un largo etc¨¦tera de lugares comunes por el estilo.
Con todo, y aunque parezca evidente la correlaci¨®n inversa entre poder estatal y libertad, en un momento como el actual no lo es tanto. La libertad para las personas que viven en sociedad, que en Europa son la mayor¨ªa, no es un atributo individual sino relacionado con y dependiente de los dem¨¢s, desde la pareja o los amigos hasta los desconocidos. La libertad para hacer todo aquello que imaginamos y a?oramos cuando echamos la vista atr¨¢s estos d¨ªas es, en primer lugar, el resultado de la capacidad del Estado de generar certeza y autoridad a trav¨¦s de las leyes y normas que lo sustentan y organizan.
Por duro que haya sido hasta la fecha y que lo pueda ser en los meses venideros con importantes afectaciones para la econom¨ªa, el apoyo y la fortaleza de nuestros respectivos Estados europeos, de sus estructuras subestatales y de la colaboraci¨®n entre ellos ¡ªy no lo contrario¡ª, son la mejor garant¨ªa para recuperar la cotidianeidad ahora limitada. Tan solo cuando permitimos con nuestros votos que lo piloten ineptos, charlatanes o patrioteros tenemos posibilidades de ver amenazadas sus reglas y arquitectura. Y, entonces s¨ª, convertir en probables las elucubraciones de los agoreros de la ciencia ficci¨®n y perder la libertad que tenemos gracias al estado.
Joan Esculies es historiador y escritor.
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