Un minuto nada m¨¢s
El d¨ªa que Felipe VI regres¨® a Barcelona, Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra contraprogramaron el evento con una comparecencia conjunta en la hist¨®rica capital del Rosell¨®n
El virus puede con todo. Tan pendiente nos tiene su combate contra la humanidad y tan escasa sabemos nuestra defensa que apenas disfrutamos de treguas para fijarnos en otras circunstancias que siguen definiendo nuestras vidas. Y cuando lo hacemos, todo nos parece menor. An¨¦cdotas sin importancia que vienen a entretenernos, cuando no a indignarnos un poco m¨¢s si estamos ya en modo sulfurado. Nos sobran razones. Por eso, algunas noticias que en otro momento nos hubieran atra¨ªdo e incluso interesado las archivamos en el caj¨®n de sastre de nuestra memoria. As¨ª pas¨®, por ejemplo, con la reuni¨®n que los tres ¨²ltimos presidents de la Generalitat mantuvieron en Perpi?¨¢n hace tres semanas.
El 9 de octubre fue el d¨ªa que Felipe VI regres¨® a Barcelona con muchos meses de retraso. Lo hizo acompa?ado de Pedro S¨¢nchez y la excusa era la concesi¨®n de unos premios econ¨®micos promovidos por el Consorcio de la Zona Franca entre nuevos emprendedores. El acto serv¨ªa tambi¨¦n para intentar enterrar la pol¨¦mica sobre la supuesta distancia existente entre Moncloa y Zarzuela a ra¨ªz del impedimento del Ejecutivo al jefe del Estado para presidir la entrega de los despachos judiciales, como hab¨ªa sido habitual. No hace falta recordar la trifulca que se organiz¨® con el juez Carlos Lesmes actuando como amante despechado.
Ante la expectaci¨®n que supon¨ªa el retorno, Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra contraprogramaron el evento con una comparecencia conjunta en la hist¨®rica capital del Rosell¨®n. Cuales tres tenores del agravio por su abrupto final institucional, los expresidents acusaron al monarca de permitir e incluso fomentar sus respectivos destinos pol¨ªticos. Tres presidentes, tres represaliados, sentenciaron. Y, por un momento, cada uno de ellos pretendi¨® hacer olvidar el minuto que marc¨® cada una de sus vidas y, de paso, las nuestras. Aquel instante en que pudieron tomar una decisi¨®n contraria a la que eligieron. El suspiro durante el que, como en Match Point de Woody Allen, ¡°la pelota alcanza a pegar en la red y, por una d¨¦cima de segundo, puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atr¨¢s¡±. Porque los tres dispusieron de ese santiam¨¦n en el cual la suerte determin¨® lo que ellos seguramente no pretend¨ªan.
Pero all¨ª estaban, haciendo de la necesidad virtud, recuperando el juego largamente estudiado y ¡°temiendo reconocer qu¨¦ parte tan grande de la vida depende de la suerte. Da miedo pensar que sea tanto sobre lo que no tenemos el control¡±, reflexiona el protagonista de la pel¨ªcula, antiguo profesional del tenis. O quiz¨¢s en aquellos tres casos, s¨ª. Y erraron.
A la vista de lo sucedido, es obvio que Artur Mas inclin¨® la balanza del futuro alterado de Catalu?a cuando el 8 de enero de 2016 dio el paso al lado para facilitar el pacto entre Junts pel S¨ª y la CUP. Era la condici¨®n de quienes deseaban mandarle a la papelera de la historia, como hicieron. Y lo que las urnas no le dieron al independentismo oficial se corrigi¨® a trav¨¦s de la negociaci¨®n con el secesionismo alternativo, como describi¨® el president en funciones. Dejaba as¨ª el camino franco evitando convocar nuevas elecciones, como pod¨ªa haber hecho y eleg¨ªa a Carles Puigdemont como relevo.
El diputado y alcalde de Girona tambi¨¦n tuvo a su alcance el punto del partido el 26 de octubre de 2017. Aquella jornada que llegaba precedida de un fuerte tira y afloja sobre qu¨¦ hacer para evitar la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 en Catalu?a como consecuencia de lo sucedido las semanas anteriores con el 1 de octubre como fecha determinante. Y si durante la madrugada la decisi¨®n tomada era convocar elecciones, la reflexi¨®n y las presiones posteriores le llevaron a trasladar al Parlament la respuesta que todav¨ªa arrastramos hoy.
El caso de Quim Torra es la tercera evidencia de c¨®mo la pelota cay¨® donde no deb¨ªa. Y aqu¨ª seguramente tambi¨¦n particip¨® la intransigencia personal de un pol¨ªtico inexperto que hizo caso omiso a su entorno y a los organismos propios que le aconsejaron obedecer y retirar la famosa pancarta. Lo que se dijo p¨²blica y privadamente con pesar e iron¨ªa aquellos d¨ªas acerca de la tozudez por librar una batalla in¨²til, la propaganda posterior lo reconvirti¨® en una hueca heroicidad, como ha demostrado la sentencia reciente. Pero, en cualquier caso, su momentum le situ¨® en la foto de Perpi?¨¢n.
Observando como la suerte buscada les fue aciaga a los tres, es f¨¢cil entender su justificaci¨®n y que pretendan seguir jugando unos partidos finalizados. Y que insten a sus seguidores a reconfortarles en su dolor y a persistir en sus objetivos emocionalmente respetables, pero pol¨ªticamente sensibles. Exactamente, y siguiendo el guion de la pel¨ªcula, para ¡°aprender a esconder tu conciencia bajo la alfombra y seguir. Tienes que hacerlo. Si no, aquello te supera¡±. Y todo por un minuto. Un instante nada m¨¢s.
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