Espl¨¦ndido mano a mano de Emma Vilarasau y Jordi Bosch en la Villarroel
La pareja exprime la devastadora fuerza teatral de Albee en ¡®La cabra, o qui ¨¦s Sylvia?¡¯
El estreno de La cabra o ?qui¨¦n es Sylvia? conmocion¨® en 2002 la escena neoyorquina. La obra del dramaturgo estadounidense Edward Albee gan¨® aquel a?o el Tony y el resto de premios que se entregan en la ciudad de los rascacielos. Es un cl¨¢sico que sacude al espectador, un drama sobre la confusa naturaleza del amor y el deseo, los celos y la envidia, la hipocres¨ªa y la tolerancia, la soledad y la b¨²squeda de la felicidad. Traducida al catal¨¢n por Josep Maria Pou, La cabra, o qui ¨¦s Sylvia? aterriza en La Villarroel (hasta el 10 de enero) en un montaje dirigido por Iv¨¢n Morales y protagonizado en un intenso duelo por Jordi Bosch y Emma Vilarasau.
El nombre de Josep Maria Pou permanecer¨¢ siempre ligado al ¨¦xito en Espa?a de esta extraordinaria obra de Albee. Con ella se estren¨® como director teatral en 2005 en el Romea, en un sensacional montaje en el que firmaba la traducci¨®n, coproduc¨ªa el espect¨¢culo y era el actor principal. Cosech¨® un triunfo total, logrando con Martin una de sus m¨¢s memorables interpretaciones.
A partir de la traducci¨®n de Pou, Iv¨¢n Morales levanta un montaje notable en La Villarroel que tiene a favor la proximidad con los actores de un espacio tan minimalista y cercano como La Villarroel, sala que, con las restricciones de aforo, admite unos doscientos espectadores por funci¨®n.
La obra empieza en clave de alta comedia, presentado a Martin, un prestigioso arquitecto que acaba de ganar el premio Pritzker, una especie de Nobel de arquitectura, y a su esposa Stevie, compa?era y c¨®mplice en un matrimonio feliz y perfecto. Tienen un hijo gay, Billy, que adora a sus padres, y viven en un hogar burgu¨¦s, culto, liberal y, aparentemente, muy tolerante.
Albee introduce el detonante del drama cuando Martin confiesa al periodista Ross, su mejor y en apariencia leal amigo, que est¨¢ locamente enamorado de Sylvia. La tal Sylvia es ni m¨¢s ni menos que una cabra con la que mantiene una relaci¨®n sexual y una conexi¨®n tan intensa que le conduce al ¨¦xtasis. Para su desgracia, Martin descubrir¨¢ que su fiel amigo Ross es un cabr¨®n envidioso que revela su relaci¨®n secreta a Stevie en una carta que literalmente romper¨¢ en pedazos ese matrimonio perfecto.
Albee, que es un experto diseccionando crisis matrimoniales en el escenario -?Qui¨¦n teme a Virginia Woolf?es su m¨¢s famoso ejemplo-, destila en La cabra lo mejor de su arte teatral. Transita de la comedia al drama y la tragedia final construyendo con prodigioso talento situaciones y di¨¢logos que dejan al espectador clavado en la butaca. Los ingeniosos di¨¢logos, las bromas y las r¨¦plicas brillantes del principio dejan paso con certero pulso a la creciente violencia de un hurac¨¢n emocional en que las palabras reflejan sarcasmo, dolor y patetismo.
Asistimos a una deconstrucci¨®n de la naturaleza humana, y no solo por el tema de la zoofilia. Las carcajadas que provoca saber que Sylvia es una cabra, retrato crudo de bestialismo, quedan congeladas al descubrir, o intuir, los motivos y la realidad que vive Martin entre el desconcierto, el abatimiento y la incomprensi¨®n. Jordi Bosch transmite ese volc¨¢n emocional interior de forma admirable, con la intensidad de la voz bien medida, sin histrionismo, con rabia contenida que explota cuando m¨¢s duele la incomprensi¨®n de sus seres m¨¢s queridos. Tras la violenta escena final queda un Martin conmovedor en su doliente soledad.
Emma Vilarasau va destapando todas las capas emocionales y temperamentales de Stevie con una fuerza demoledora. Salta como una fiera del ingenio y el fino sentido del humor de la escena inicial al grito de rabia, dolor e impotencia de una mujer que ve destruidos los cimientos de su vida por el amor (monstruoso, en apariencia) que siente Martin por una cabra. Forma con Bosch una espl¨¦ndida pareja protagonista que defiende el colosal duelo teatral con gran oficio, talento e inspiraci¨®n.
Con algunas asperezas, Jordi Mart¨ªnez ofrece una muy eficaz interpretaci¨®n de Ross, un personaje que, probablemente, envidia el ¨¦xito y la felicidad de su amigo de la universidad y no tarda ni un minuto en revelar su secreto para hundir su perfecta vida. El joven Roger Vil¨¤ perfila bien el registro de adolescente indignado cuyos tacos esconden su miedo ante la violenta discusi¨®n de sus padres. Con un poco m¨¢s de rodaje, sacar¨¢ m¨¢s partido a su gran escena, el encuentro con su padre en un sal¨®n lleno de jarrones y maquetas rotas y muebles volcados -paisaje despu¨¦s de la batalla matrimonial-, con un beso desesperado que abre un espacio turbador, en una intimidad violada por la mirada mezquina de Ross.
Lo m¨¢s devastador de La cabra es que, a partir de una situaci¨®n absurda, irracional y provocadora, nos pone frente a un espejo muy negro donde vemos secretos ¨ªntimos e inconfesables; nos habla de la transgresi¨®n de los l¨ªmites y los riesgos que entra?a vivir en peligro y, lo m¨¢s tr¨¢gico, de la imposibilidad de seguir viviendo tras desvelarse ese secreto como si nada hubiera pasado. ?Qu¨¦ har¨ªas al descubrir que tu marido se folla una cabra? A partir de esa provocativa frase Albee construye un milagro teatral. No dejen de ir a verla.
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